Saber cómo serán nuestras ciudades y nuestras vidas en el futuro es una incógnita que algunos especialistas tratan de dilucidar en base a sus saberes y conocimientos, hacen un pronóstico que puede ser certero o no. Tendrán visiones distópicas -lo contrario a utópicas- con futuros más oscuros y duros para los seres humanos; en cambio otros piensan que el porvenir será mejor. Lo que sí podemos conocer es cómo pensaban el futuro allá por 1922 y si esos vaticinios se cumplieron. Nuestra edición del 3 de octubre, bajo el título “Nueva York dentro de cien años”, reproducía las predicciones de un especialista norteamericano sobre aquella ciudad. El sumario ya adelantaba: “edificios de vidrio de ochenta pisos, veredas que andan, hermosos jardines parque y canales en vez de calles. La vida completa sin salir de su propia casa”. Como vemos muchas de ellas se cumplieron mucho antes del siglo.

“Los habitantes de Nueva York en 1822, con calles sin pavimento y sombreadas por árboles, al oír hablar de que habría con los años edificios como el Woolworth Bulding con 51 pisos que llegan hasta las nubes pudieron haber sonreído con la misma incredulidad con que hasta ahora oímos las predicciones imaginadas por el profesor Fernando Shuler acerca de Nueva York dentro de cien años”, así comenzaba nuestra crónica. Y seguía así: “en esa época los edificios ocuparán cada uno una manzana y se elevarán a trescientos metros de altura, construidos de acero, concreto y vidrio. Murallas dobles de vidrio asegurarán buena calefacción y luz permanente”. Esto se cumplió con creces y mucho antes del siglo.

Carrera al cielo

La carrera constructiva para llegar al cielo comenzó en la ciudad norteamericana de Chicago con la construcción del primer rascacielos, el Home Insurance Bulding de 50 metros de altura e inaugurado en 1885, aunque fue derribado en 1930. En la nota se nombraba al Woolworth, que tiene 241 metros y 58 pisos porque sigue en pie en el 233 de Broadway. Fue el edificio más alto del mundo hasta 1930 cuando la torre Chrysler alcanzó los 320 metros y lo desplazó del primer lugar. Apenas ocho años después Shuler daba en el blanco: ya se superaban los 300 metros de altura. Pero el Chrysler quedó atrás años después al alcanzar el Empire State los 437 metros. Durante el siglo XX, EEUU dominó esa carrera hacia las nubes hasta que se sumaron los países asiáticos. La corona la tiene por ahora el famoso Burj Khalifa de Dubai con 828 metros. Centenares de edificios a lo largo y ancho del mundo superan los 300 metros.

EN TUCUMÁN. El primer edificio en altura, con seis pisos de oficinas se inauguró en 1938 pocos años después del vaticinio publicado.

En Argentina

En Argentina se construyó el primer rascacielos en 1910 -también era el primero de América latina- cuando se concluyó el Railways Bulding (eran las oficinas de los trenes ingleses) que con sus 16 plantas llegaba a los 80 metros. En 1934 el Kavanagh llegaba a los 120 metros y se convertía en el más alto. Hasta 2017 las torres Renoir II y Cavia superaban los 170 metros y lideraban el ranking de altura.

Pero para 2019 fueron desplazadas de ese reinado por la torre Alvear que alcanzó los 239 metros sobre la vereda. Pese a ser el más alto de nuestro país ocupa apenas el lugar 17 en el ranking iberoamericano.

Tucumán recién promediando la década de 1930 comenzó a mirar hacia arriba. En 1936 don Adelmo Rosello dejó atrás la tradicional planta baja y primer piso cuando construyó su edificio con planta baja y tres pisos. En 1938 se eleva la apuesta con la construcción de la galería Pezza que tenía planta baja y seis pisos con notas de estilo “art déco”. Un año más tarde se eleva la mole de la Continental, esquina de Laprida y San Martín, con su planta baja y siete pisos.

EL RAILWAY. La sede de los ferrocarriles ingleses fue inaugurada en 1910 y años más tarde pasó a manos del Estado.

Vidrios polarizados

En las edificaciones se imaginaba que “las murallas de vidrio permitirán el paso de la luz impidiendo la vista hacia el interior”. Una buena definición de los vidrios polarizados y fotocromáticos utilizados hoy.

La movilidad “se hará por veredas móviles y nadie carecerá, además de su aeroplano y auto eléctrico para ir a donde le plazca”. Quizás esto no se haya cumplido del todo pero está bastante atinado. Porque las “veredas móviles” no son una realidad pero sí se las puede encontrar en ciertos aeropuertos que facilitan el traslado de los pasajeros. Los autos eléctricos ya son una realidad pero aún no populares.

Internet

Otro de los vaticinios señalaba: “vivir en su departamento, salir de él a su trabajo, ir a tiendas y compras, teatros y visitas, sin salir de su propia casa por decirlo así pues todo estará encerrado a nuestro alrededor”. Una definición casi exacta de la revolución Internet en nuestras vidas. Podemos ver películas, obras de teatro, escuchar música, hacer compras y hasta trabajar sin necesidad de salir de la casa.

Sobre la aviación expresaba: “los aeroplanos de servicio y de pasajeros serán dirigidos por radio y se habrá reglamentado el tráfico en forma de impedir colisiones aéreas”. Ya se veía que el cielo se iba a poblar de aviones y por ello se veía la necesidad de disponer de “rutas aéreas”.

El comercio

“El sistema comercial estará tan perfeccionado que será innecesario destinar largas horas para hacer compras. Bastará dar órdenes por teléfono, que entre paréntesis permitirá ver a las personas con quien habla, para tener todo lo que desea, ya que los procedimientos de crédito y pagos también se habrán perfeccionado en forma de permitir toda clase de operaciones por medio de bancos”. La crónica de 1922 vislumbraba que en el futuro la telefonía iba a ser la base de transmisión de datos y de las videoconferencias y ni hablar del home banking actual.

En urbanismo fue utópico y poco real al decir: “en esa ciudad ideal no habrá ni huno ni gases, ni miasmas ni epidemias”. Anunció el aire acondicionado pero demasiado amplio: “El aire calentado o enfriado hará inútil todo artificio individual de defensa del frío o el calor”. El movimiento en la ciudad será rápido y silencioso. Los edificios serían como barrios y cada nivel tendrá una dirección.

Por lo visto esta idea no se cumplió ya que las ciudades no son silenciosas ni mucho menos. Otro pronóstico interesante, pero incumplido, fue: “trenes que se deslizan sobre placas de vidrio y eléctricos recorrerán los edificios desde el piso más bajo al más alto, deteniéndose cada diez pisos”.

Autopistas

Las autopistas están en la visión de Shuler que señalaba: “las calles y caminos fuera de la ciudad estarán a diverso nivel, de modo que el tráfico no pueda estorbarse, habiendo vías paralelas para las direcciones opuestas”.

El cierre de la crónica expresaba: “El profesor Shuler, antropólogo famoso, ha dedicado los últimos quince años a desarrollar sus proyectos de una ciudad ideal y cree estar próximo a la solución de sus problemas según las ideas esbozadas en este artículo”.