Algunos objetos del cielo como las estrellas y galaxias emiten casi todo tipo de energía: rayos gama, rayos X, ultravioleta, visible, infrarrojo, microondas y radio. La atmósfera de la Tierra absorbe o refleja gran parte de esta radiación. A la superficie terrestre llegan la radiación visible y las ondas de radio y una parte pequeña de las radiaciones ultravioleta e infrarroja. Gracias a esto es posible la vida en la Tierra, pero es un problema para los astrónomos.

Los objetos celestes se estudian a través de la radiación que se puede detectar. Entonces la absorción atmosférica hace que no se pueda conocer los objetos en su totalidad y es necesario observar fuera de la atmósfera terrestre. Esto llevó a desarrollar y construir telescopios espaciales.

El lanzamiento del Sputnik 1 entusiasmó a los astrónomos con la posibilidad de observar desde el espacio. Hubo varios satélites que llevaron telescopios a bordo que fracasaron. En 1968 se lanzó el Observatorio Astronómico Orbital (OAO-2) que llevaba cuatro telescopios de 30,40 cm a bordo y logró las primeras imágenes astronómicas desde el espacio. Estos telescopios observaban radiación ultravioleta, mostrando que el cielo en ultravioleta es muy diferente al que se observa en el visible.

En 1978 se lanza el International Ultraviolet Explorer (IUE) que tenía previsto funcionar durante 3 años. En 1996 se desactivó, por problemas logísticos, pero podría haber seguido funcionando algún tiempo más. Realizó 104.000 observaciones que se pueden consultar en una base de datos de acceso libre.

Hasta ese momento no había cámaras eficientes para observar en otras longitudes de onda desde el espacio.

En 1989 se lanzó el telescopio Hipparcos que midió la posición de 2.5 millones de objetos con precisión. Luego se pusieron en órbita varios telescopio espaciales entre los que se destacan Hubble Space Telescope (1990, visible e infrarrojo), Compton (1991, Rayos Gamma), Spitzer (2003, Infrarrojo), COROT (2006, Detectar Planetas extrasolares). Entre 2013 y 2016 se lanzaron los seis satélites de la constelación BRITE. Estos satélites son cubos de 20 cm de lado. Son bastante limitados en lo que pueden observar pero su construcción y operación fue bastante barata.

Todos estos telescopios dieron mucha información para conocer mejor las estrellas, galaxias, nebulosa, etc., pero aunque están a grandes alturas, están dentro de la atmósfera terrestre y la absorción es menor, pero todavía es importante.. El próximo desafío era ponerlos fuera de la atmósfera. En 2001 se puso un satélite a 1,5 millones de kilómetros, más lejos que la Luna. En 2009 se puso en ese punto el telescopio Herschel (Infrarrojo), en 2013 el GAIA que va a observar mil millones de objetos para construir una imagen 3D del Universo. En 2021 se puso en esa órbita el telescopio James Webb (JWST) que fue revolucionario porque se lo lanzó plegado y tuvo que ser desplegado a esa distancia, en donde las comunicaciones no son fáciles. Sus imágenes revolucionaron la astronomía porque, entre otras cosas, pudo observar objetos que se formaron poco después del Big Bang. En 2023 se lanzó el telescopio Euclid que intentará detectar la materia oscura.

En los últimos 40 años hubo grandes avances en el estudio de los objetos celestes gracias a los avances en la tecnología espacial y de los detectores. De todos modos todavía falta mucho por hacer.