El fallecimiento del profesor doctor Jorge José Torres llenó de congoja y hondo pesar a sus familiares, a sus amigos y la comunidad universitaria. Nacido en 1941, su partida física dejó un enorme vacío en múltiples aspectos.

Convertido en un faro intelectual, Torres se proyectó desde Tucumán al mundo con sabiduría, rigor científico y académico. Fue un adelantado y un precursor en diversas áreas del Derecho, dejando un legado en el campo del Derecho Internacional Público y en la Integración Regional.

En 1986, por su iniciativa se creó el Instituto para la Integración y el Desarrollo Latinoamericano (Idela), que dirigió con esmero y dedicación. La idea, a la vez de convertir a la UNT en un faro de conocimiento y excelencia, fue un germen funcional del concepto de Mercosur, bloque fundado recién en 1991. Se trató de una realización que Torres pensó y analizó desde los años 70 con otros colegas, como Arturo Ponsatti y Benito Garzón.

Torres fue profesor de Derecho Internacional Público en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Tucumán. Entre otros cargos, también fue profesor Estable del Instituto de Estudios de Iberoamérica y Portugal de la Universidad de Salamanca, España, Master en Estudios Latinoamericanos. Además, profesor visitante del Centro de Estudios Contemporáneos de América Latina (CECAL) de la Universidad Complutense de Madrid, España.

Torres fue un visionario, un erudito, un académico de fuste, un defensor de la universidad pública y su rol en la sociedad. Nunca olvidó que él mismo era un producto de la universidad pública. En un texto escrito por quienes fueron sus alumnos a modo de homenaje, se puede leer que el extinto entendió la importancia de vincular “la academia con los sectores productivos, los saberes con el hacer, un hombre con grandes ideas y hechos, un hacedor, meticuloso y constante, organizado hasta el último detalle”. También se lo destaca como un gran armador de equipos, a los que lideró con respeto, estricto y generoso, en constante búsqueda de la excelencia.

Cuentan sus alumnos que las lecciones que impartía Torres no solo eran cátedras magistrales de teoría jurídica y análisis político, sino también oportunidades para reflexionar sobre el impacto del derecho en la construcción de sociedades más justas y equitativas. Destacaron también su habilidad excepcional para hacer accesibles incluso los conceptos más complejos.

Al trato, el profesor mostraba una didáctica y un dominio de la oratoria que se convirtieron en sus rasgos característicos. Y las ponía de manifiesto con un humor particular, aderezado con exquisitas referencias literarias o cinematográficas.

Al tiempo que Torres inspiró a generaciones de juristas y diplomáticos a explorar nuevas perspectivas y soluciones innovadoras a los desafíos globales, sus contribuciones no se limitaron al aula. En ese sentido, como investigador prolífico, hizo publicaciones y dio conferencias que abrieron nuevas vías de estudio y sentaron las bases para políticas públicas más informadas y cooperativas a nivel internacional. Su visión lo convirtió en consultor de gobiernos, empresas e instituciones. Y fue convocado por universidades nacionales y extranjeras, seducidas por su criterio mesurado, ecuánime, dialoguista y siempre dispuesto a aportar.

Torres fue admirado por su don de gente, su calidez humana y su genuina preocupación por el bienestar de sus estudiantes y colegas. Su partida dejó un vacío profundo y también un desafío: continuar su trabajo y mantener vivo su legado.