Por Hugo E. Grimaldi

El proceso de toma de decisiones conlleva para quien se pone a analizar un tema o a elaborar una opinión de cualquier especie una primera disyuntiva que siempre está condicionada por la subjetividad: identificar lo sustancial y dejar de lado lo complementario o muchas veces lo trivial o sea “separar la paja del trigo”, tal como se suele decir. El ejercicio hay que hacerlo aún si se echa una mirada sobre el actual y reducido entorno presidencial, por ejemplo, al evaluar a Karina Milei y ver hasta dónde llega su poder e influencia en el gobierno nacional.

O sea, que analizar esa influencia tiene que quedar fuera de los gustos personales o aún de toda pavada que circula por allí. Ver qué cosas son importantes y cuáles representan apenas un adorno que hacen perder lastimosamente el tiempo, como el esoterismo, el tarot y cuanto chisme se lee en las redes sociales para apuntar a “la primera hermana”, aunque en realidad se lo hace correr para limarlo al Presidente por su lado más sensible. Lo mismo pasa con aquello inverificable, con las operaciones dañosas  o con el destape de internas, más allá de que el actual gobierno es una máquina de tirarse tiros en el pie.

Así que, en estos tiempos de tantas fake news e inteligencia artificial al servicio de la manipulación, malicias que corren de un lado hacia otro del espectro político, los llamados “bulos” en España (expresión que significa “noticia falsa” o “rumor infundado”), hay que cuidarse muy bien de no tomar como relevante lo superfluo o viceversa. En boca del nuevo ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, sería algo así como barrer la hojarasca y quedarse con lo fundamental.

En este punto, la presencia de la casi hegemónica Karina en el entorno presidencial, su acompañamiento permanente en los viajes, ya sea oficiales como ayer a París y otros no tanto, más la intempestiva firma que ella puso en el Acta de Mayo y que se hace reprochable institucionalmente o la gestión diplomática que hizo en la embajada de Francia para dejar en evidencia a la vicepresidenta Victoria Villarruel y, de paso, diluir a la canciller Diana Mondino, son algunas de las cosas que la opinión pública hoy pone en la balanza del análisis más pedestre.

¿Es importante todo esto para saber si se llega con el sueldo a fin de mes o qué hacer si hay algún imprevisto? ¿Hasta dónde llegará el bisturí del ajuste? ¿Sirve para elucubrar si el FMI le va a prestar a la Argentina o si el cepo llegó para quedar fijo por siempre? ¿Arregla la sensación de desamparo que provoca en las familias las pérdidas de puestos de trabajo? ¿Es algo que hay que tomar en cuenta en términos de mejora educativa o de la seguridad en las calles? A primera vista no, pero nada de lo que ocurre alrededor del presidente de la Nación, a partir de la influencia que tiene Karina, parece que impacte de forma directa en estos profundos dramas cotidianos, pero no es algo que se deba descartar como irrelevante, ya que el personaje cubre el rol de ser los ojos de su hermano.

La secretaría general de la Presidencia hoy ha adquirido preponderancia porque la maneja Karina precisamente y allí peregrinan todos quienes desean acercarse al número uno. Ese lugar tiene, dentro del gobierno nacional, una serie de funciones bien delimitadas por un Decreto-Ley, tal como se lo llamaba por entonces, que data del año 1955. Pero, como ella es quien catapultó a Javier para que llegue hasta dónde hoy está y es seguramente la persona de su mayor confianza, se ha puesto además el cargo al hombro como el mejor escudero del Presidente.

Con esa chapa de poder, ella no ha dejado de tomar algunos atajos que le permitieron sumar funciones a los que la burocracia de aquellos años le había asignado al puesto. Bajo el paraguas de un artículo más que ambiguo de ese Decreto que dice que la secretaría hoy a su cargo debe “proveer al presidente de la Nación de los elementos de información, asesoramiento, administración y colaboración indispensables para el desempeño de su función”, en general los responsables de estar a la vera del mandamás siempre tienen la puerta abierta para meter la cuchara en todos lados en nombre de su jefe directo. Karina, como un pacman, se la ha pasado sumando poder, a partir del agregado a su órbita de importantes dependencias oficiales.

Sus antecesores han sido políticos avezados o bien personas de estrecha confianza de los presidentes, lo segundo más que lo primero. Carlos Becerra con Raúl Alfonsín y Eduardo Bauzá con Carlos Menem tuvieron preponderancia porque hablaban de igual a igual con sus jefes. En cambio, Oscar Parrilli, con Néstor y Cristina, fue siempre una pieza más leal que efectiva, a veces hasta despreciado por los Kirchner. Por su parte, la actual secretaria tiene todo eso y mucho más, ya que goza de la prerrogativa de sangre y la hace valer. Por supuesto que una personalidad así genera resistencias de todo tipo y algunos dicen que está en vías de convertirse en “la López Rega” del Gobierno, ya que nada de lo que pase por el despacho presidencial queda fuera de su órbita.

Guillermo Francos es el hacedor que Milei necesitaba para influir en el Congreso, Santiago Caputo (el “mago del Kremlin, como le suelen decir) es quien básicamente supervisa la comunicación y comanda a los trols oficiales, mientras Sturzenegger es quien elucubra medidas de fondo que apuntan más al punto de llegada que al recorrido. Lo preponderante es la meta, pero no es menos crítico el camino elegido y de allí, la persistencia en el esfuerzo del día a día que imagina la quinta pieza del entramado, el ministro de Economía, Luis Caputo. Estos cinco de la primera línea dependen todos los unos de los otros y Karina es el eje de transmisión.

¿Son todas rosas entre ellos? Seguramente no, pero la clave es que sean complementarios y no excluyentes, que lo que uno haga sea el hormigón para que el otro coloque el revoque. En este equipo más que reducido - Sandra Pettovello podría ser la sexta por ser amiga del Presidente- los permanentes cambios de frecuencia de Milei son los que suelen desacomodar los tantos. “Javier piensa algo, pide que lo terminen de resolver, pero a los equis minutos ya está elucubrando otra cosa y empezás de nuevo”, cuentan ex compañeros en Aeropuertos. Y allí aparece Karina para filtrar y equilibrar.

“¡Quién se le va a oponer!”, explica un analista de opinión pública. “Y más aún en el papel de protectora y poderosa de todo poder”, añade. También observa que ella está a diario no sólo en la Casa Rosada, sino en Olivos y en el resto de la vida del Jefe de Estado y que influye sobre él las 24 horas.

Tanto influye que, como hoy no hay ni Primera Dama, ni Primera Hija, (como Zulemita Menem), ella ha tomado el rol de “Primera Hermana”, lo cual no debería llamar tanto la atención tampoco debido al rol de colaboradora de confianza que le otorga su hermano menor.

Cuando Villarruel disparó aquel tuit que tanta cola trajo sobre el “colonialismo” de Francia, Karina se las arregló para asegurar el viaje del Presidente a París y la atención que le prestó a ella Emmanuel Macron.

“Kari me lo arregló”, dijo entre aliviado y orgulloso Milei cuando supo cómo le había ido con el embajador francés y ratificó la presencia de su hermana junto a él (Karina 2-Mondino 0). También le hizo entregar su acreditación al embajador argentino Ian Selecki para que sea ella quien lo acompañe en la inauguración de los Juegos Olímpicos. Lo cierto es que el episodio se la dejó picando al mandatario francés para meter una cuña sibilina en el gobierno argentino, algo que La Casa Rosada marcó como “un desafortunado tuit de la vice” (Karina 2-Villarruel 0).

Seguir de cerca hoy el accionar de la secretaria general de la Presidencia, definitivamente entra en la categoría de lo importante, ya que hay que tomar su ascendiente muy en cuenta porque es ella quien tiene la llave de llegada al sillón mayor y porque la oreja presidencial la escucha con reverencia, la admira y la consiente. “La Jefa”, suele reconocerla Milei- Presidente, aunque algo ahora menos que en tiempos de campaña.