Un niño de ocho años fue baleado tras una feroz trifulca entre bandas ocurrida el miércoles en el barrio Aguas Corrientes, al norte de la capital. El hecho se produjo minutos antes de las 19 en la esquina de Emilio Castelar y Sargento Cabral entre miembros de “Los Araña” y de “Los del San Rafael” y se habría desencadenado tras una discusión entre dos mujeres. La escalada de violencia luego incluyó nuevos actores, golpes, pedradas, botellazos y hasta tiros.
Mientras el conflicto seguía, un grupo de personas llevó de urgencia al menor, J.B, hasta el CAPS del barrio (ubicado a menos de 10 metros de esa esquina), pero ni siquiera eso le puso límites a los violentos: algunos agresores continuaron su ataque contra los familiares del niño y arrojaron piedras y proyectiles contra esas personas y al personal del centro asistencial que terminó encerrándose para no sufrir lesiones.
En la esquina donde ocurrió el hecho ningún vecino aceptó hablar con LA GACETA. La mayoría manifestó temor por sufrir represalias.
En el CAPS los profesionales de la salud que atestiguaron -al menos en parte- el enfrentamiento aceptaron contar la versión que conocían pero pidieron que se preservara su identidad.
Una de las sanitaristas explicó que el conflicto comenzó poco después de que llegó un camión con limones a la mencionada esquina. En ese momento, una mujer que aparentemente iba en el vehículo comenzó a discutir con otra que estaba en la vereda. La pelea continuó hasta que una de las dos golpeó a la otra y esa piña desató a una horda que emergió desde distintos pasillos y pasajes de la cuadra. Más de una decena de personas comenzaron a pelear, volaron piedras y ladrillos, también botellas de vino y otros elementos contundentes. Luego sonaron los tiros que terminaron hiriendo al menor.
El niño fue asistido y trasladado de inmediato en la ambulancia hasta el Hospital de Niños, donde se determinó que fue alcanzado por un balín y, tras pasar por una cirugía, estaría fuera de peligro.
Las médicas, las enfermeras y los administrativos del CAPS coincidieron en que este tipo de situaciones se repiten seguido y que ellos tienen la tarea de asistir a todos a pesar de que la tarea de dificulta por los disturbios que sufren cada vez que llega un herido a la puerta del nosocomio. Aseveran que están trabajando en una zona roja y que los bandidos que se disputan ese sector de la ciudad no los respetan, a pesar de ser quienes los asisten cuando llegan enfermos o heridos por diversas razones.
Sin respuesta policial
Recordaron que más de una vez debieron encerrarse por situaciones similares y remarcaron que solo tienen un guardia de seguridad privada -eventualmente un policía- que está limitado solo a proteger por dentro el CAPS. La seccional 14 está a dos cuadras de ese lugar, pero muchas veces nadie les atiende las llamadas al 911 y la espera de los policías se vuelve eterna en medio de los disturbios. El personal además denunció que más de una vez sufrieron robos de piezas de sus vehículos o bien daños durante esos pleitos callejeros; también asaltos cuando salen del trabajo.
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