La tragedia argentina que enlutó el país en los 70 tiene una trascendencia que atraviesa la sociedad toda, en sus distintas manifestaciones. El arte sirve para abordar el sufrimiento vivido en los años de plomo y sangre, y también para develar acontecimientos no conocidos que ocurrieron luego.
“La salud del General” es la nueva propuesta que Carlos Alsina monta en escena los viernes, a las 21.30, en su sala independiente El Pulmón (Córdoba 86). “La obra toma como punto de partida el hecho real del enfermero, hijo de un desaparecido, que cuidó en la fase final de su vida al genocida responsable de la desaparición de su padre (en referencia a Antonio Bussi). En momentos en los cuales se intenta reivindicar las atrocidades de la dictadura, nos parece oportuno poner esta obra”, señala el autor y director en diálogo con LA GACETA.
El episodio que inspiró el texto transcurrió mientras Bussi era juzgado por crímenes de lesa humanidad ante los tribunales federales tucumanos, en un proceso durante el cual fue constantemente atendido por problemas cardíacos. Algunos de los profesionales que lo cuidaron y sus familias fueron víctimas de la represión ilegal.
El elenco está integrado por Pablo Artaza, Federico Cerisola, David Coronel, Sandra Virgolini y Teresa Méndez.
- ¿Qué te interesó de la historia de base?
- Lo que me atrajo del hecho, aunque me sirvió solo como punto de partida para escribir la obra, fue imaginar el dilema que pudo haber tenido quién cuidó, en su fase final, al condenado como principal responsable de la desaparición de su padre y de tantas otras personas.
- Precisamente, ¿cómo se debaten éticamente esos personajes?
- Los personajes son totalmente inventados por mí y carecen de nombres propios. Se llaman El Enfermero, La Médica, El Fotógrafo, La Madre, etcétera... Podríamos decir que son funcionales a un debate de tesis entre la posible venganza personal versus la lucha colectiva, entre el olvido versus la memoria, entre el “pragmatismo” versus los principios éticos... En ese sentido, se trata de personajes que poseen un sentido metafórico.
- En los hechos, en democracia los organismos de derechos humanos nunca impulsaron la venganza individual...
- El principal planteo, el eje central de la obra, es el de ejemplificar que la venganza personal no lleva a ninguna parte. En ese sentido, los movimientos de los derechos humanos y su lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia son un ejemplo universal, ya que nadie podría acusarlos de querer hacer justicia por “mano propia”. Apelaron a la lucha política y judicial para obtener la debida justicia institucional. Y aún lo hacen, a pesar de la política reivindicatoria y negacionista que quiere imponer el actual gobierno y sus cómplices políticos. William Shakespeare supo escribir: “La verdadera política es la superación de la venganza”. Creo que tenía razón.
- ¿Cómo te llegó el episodio?
- Me enteré del episodio a través de la lectura de un diario digital, hace ya algunos años. Lo leí y me impactó. Me pregunté entonces, según recuerdo, qué hubiese hecho yo si hubiese tenido “entre mis manos” a quién fue condenado por la desaparición de un ser querido. Ese impacto de la lectura, muy elemental ya que no me ocupé de investigar o preguntar por la historia real, me acompañó algunos años. Inadvertidamente, surgieron imágenes, ideas, sentimientos con el correr del tiempo. Dicen los buenos escritores que cuando las imágenes retornan, es porque pesan en el interior y hay que escribir sobre ellas. Sobre las recurrentes hay que escribir, no sobre las pasajeras. Y así fue que recién escribí la obra en 2021, muchos años después de haber conocido el hecho que le sirvió solo como punto de partida, como “chispa”.
- ¿Tomaste contacto con el protagonista real?
- Voluntariamente no quise tomar contacto con ningún personaje real para que la obra no se convierta en una crónica de lo real (para eso están los diarios), sino en una metáfora artística que intente ir “más allá”, hacia lo simbólico. En definitiva, lo que nos caracteriza como seres humanos es que aún podemos poblar el mundo de símbolos.
- ¿Es una obra oportuna en tiempos de olvido?
- Decidí volver al país y ponerla en escena -junto a otra obra llamada “Otro mundo”, que presentamos los sábados- casualmente porque lo considero muy oportuno ya que, desde el Gobierno, se está tratando de reivindicar el genocidio. Y ante eso, no se puede ser indiferente.
- ¿Lo que se vive en el país te inspiró especialmente a escribirla?
- Sí. Lo que pasó, y está pasando en el país, me preocupa sobremanera. Considero que es el resultado de las frustraciones políticas de los gobiernos anteriores. Es muy difícil “volver” de la desilusión.
"No soy Antonio Bussi, pero trato de merecer su enorme herencia"- ¿Qué significa contar un hecho desconocido para el público masivo?
- Implica tratar de compartirlo. De reflexionar juntos para no repetir. Sin esa reflexión, absolutamente necesaria, estamos destinados a repetir, en lo substancial aunque de formas diversas, las tragedias que sufrimos. Creo que este principio es válido tanto para el plano personal como para el social. La reflexión crítica sobre los hechos del pasado quizás nos permitan dejarles el sillón más calentito a los que vienen detrás.