Por Sergio Silva Velázquez

Para LA GACETA - BARCELONA

Quien no conoce a Pere Ortín, periodista - irreverente-ensayista y documentalista debe saber que es un sujeto de 1.85 de altura, jovial a sus 55 años, ocurrente y jocoso, con el que uno no puede aburrirse nunca. Aunque Wikipedia le adjudica el periplo de un experimentado reportero español que ha publicado en redacciones importantes y prestigiosas revistas europeas, todo cambió cuando conoció la historia de la expedición de fotógrafos y cineastas enviados en 1940 por la dictadura de Franco a Guinea Ecuatorial -único país africano con habla hispana- para “retratar, filmar y documentar ese mundo extraño” poblado por seres de segunda categoría sometidos a una brutal colonización. Todo fue convertido en un corpus documental de 30 películas y 5.000 fotografías, apenas recordadas hoy en España.

Debe saber que incursionó en ese oscuro pasado colonial con el libro periodístico de investigación Mbini, Cazadores de Imágenes y con el género de la novela gráfica Diez Mil Elefantes -ganadora del Premio Baudet D’or 2023- con el artista africano Nzé Ramón Esono Ebalé-un proceso de investigación de 20 años; que ha filmado los premiados documentales Le mal d’Afrique, y Africalls; que ha publicado el libro Periodismo Dadá; que fue editor del proyecto Elite sin destino (un minucioso trabajo periodístico sobre las élites en Latinoamérica, https://www.elitesindestino.com/) y que ha producido recientemente el maravilloso documental Booklovers, realizado por el cronista cultural Jorge Carrión.

“Hay que romper todo. Toda esa idea utópica cliché del periodismo, el burgués, el descubridor de supuestas verdades, el que dicen que derriba gobiernos, de mitos como el Watergate -que básicamente fue una infiltración interesada de un partido político- que viven instalados en la razón, no tiene ningún sentido para mí porque no tiene un interés real para la mayoría de las personas del planeta”, dispara provocador, metido hasta el tuétano de su desengaño. Parece lejos de añorar aquellas coberturas que hizo como reportero del mainstream sobre eternos conflictos del continente negro.

“Ese ejercicio viciado del periodismo que se narra a sí mismo como un espejo, me dejó, por suerte. Somos quienes reflejamos la realidad ¿no? Bueno, he practicado durante 32 años el oficio de esa forma y no tengo ni puta idea de lo que es la realidad”, dice muy serio.

El calor de julio se precipita sobre la terraza del bar La Principal, en Saint Antoni, Barcelona. “Me pillas a la vuelta del camino. Ya no tengo nada que ver con eso”. Una cerveza a las 12 del mediodía le desanuda la lengua filosa y cáustica. “Yo también trabajé en La Vanguardia, en la Radiotelevisión Valenciana y todo eso…”, dice revoleando unos ojos efusivos de malicia. No hace falta aclarar más.

“La construcción corporativa del arte era en favor de determinados intereses, de los grandes museos, de los coleccionistas poderosos o del dinero. Es equivalente al periodismo. Mi relación con nuestro futuro incierto es la práctica de lo que yo llamo periodismo Dadá, desde la ironía, el humor o la provocación como lo fue el Cabaret Volteaire por su respuesta ideológica al arte burgués en ese momento concreto en Europa”, sostiene, en referencia al movimiento cultural surgido con el poeta rumano Tristan Tzara y que tuvo como referente al artista Marcel Duchamp.

Periodismo Dadá es el título editado este año por Ortín, una forma crítica de enfrentar “al periodismo gagá, convencional, viejo, rancio y acrítico convertido en una tradición inventada en el pasado y en un tradicionalismo presente, insustancial y poco atractivo”. El libro es un mapa de ilustraciones superpuestas y consignas desplegadas con la técnica de collage que desafía a cualquier lector desprevenido “como un cruce de caminos y fracasos entre el arte y periodismo, que mezcla desobediencia, rebeldía y provocación para (re) pensar lo que hacemos”.

Ortín dice que su libro busca probar otros periodismos “bastardos y disidentes” y que “está orgullosamente hecho a mano” para liberarse de dos lógicas paralizantes que no sirven para relacionarnos y contarnos el mundo: la utilidad y la velocidad.

“Con Diez Mil Elefantes intentamos construir una mirada de un pasado oscuro español, colonialista, racista y supremacista que no podemos cambiar. Lo que sí podemos cambiar es el futuro. Lo que procuramos fue imaginarnos un futuro diferente. Lo hemos definido como un artefacto literario a través del dibujo de Nze, el collage narrativo, cartas, documentos que el lector debe desmenuzar que es real y que es ficción”.

¿Y que debe desmenuzar hoy el periodismo? “Todo lo que hicieron Tomás Eloy Martínez o el mismo Martín Caparrós, bueno…ya está muy difícil. El otro periodismo de fotos, de un tuit, esa rápida, sucia, fea y bruta manera de oficio que se hace ahora, que lo hace cualquiera, sin criterio, sin tiempo, sin rigor, está ocupando cada vez más espacios. Hay otros ejes de análisis de la realidad. Hay que dejar de ser pretenciosos, como periodista, lo que yo quiero es entender. Hay que construir artefactos narrativos que conviertan en atractivo lo que consideramos interesante”.

Buena la definición, compleja su ejecución. “¿Y si los periodistas se decidieran a pensar la oportunidad de un cambio a fondo en otra parte?”, pregunta, citando uno de sus collages, desafiante, antes de terminar la cerveza.

© LA GACETA

Perfil

Pere Ortín nació en Sagunto (Valencia), en 1968. Es periodista, ensayista y documentalista. Licenciado en Periodismo y Comunicación audiovisual por la Universidad Autónoma de Barcelona. Publicó sus artículos en La Vanguardia, National Geographic y Altair Magazine, de la que hoy es director. Realizó coberturas y documentales en una veintena de países de África, América latina y Asia. Dirigió 30 documentales y es autor de los libros Mbini, Diez Mil Elefantes, Periodismo Dadá y Africalls.