Bill Viola es considerado como uno de los artistas más influyentes del siglo XX, una condición privilegiada si se piensa en las decenas de decenas de pintores, escultores, conceptualistas e instalacionistas que marcaron ese siglo y siguen definiendo éste.

El artista, que falleció en California (Estados Unidos), se incorporó al video y la performance a fines de los 60, cuando pocos años atrás Nam June Paik había “creado” ese género, que nació como videoarte, aunque en la actualidad la palabra prácticamente haya desaparecido.

Presencia tucumana en el Festival de Arte Contemporáneo de Lima

Y a pesar de ser un artista contemporáneo, gran parte de su obra partió de las obras renacentistas y, más atrás aún, de los clásicos griegos que trabajaron los cuatro elementos: aire, tierra, fuego y agua. En el intertexto de sus trabajos se pueden observar autores del pasado, presentes por su ausencia.

Tal vez porque cuando era niño fue rescatado de las aguas, su proceso creativo estuvo signado por la vida y la muerte.

En los 90, sus planteos adquirieron un cariz más personal tras la muerte de su madre y el nacimiento de su segundo hijo, período en el que destaca “Tríptico de Nantes”: en cada panel se proyecta una imagen diferente. En el de la izquierda filmó un parto natural; al centro aparece a un hombre flotando en una piscina, y en el de la derecha vemos la muerte de la madre del artista, que fue filmada en sus últimos momentos, cuando estaba en coma. En “The Passing” (1991) retorna a ese tema, del fallecimiento de su madre, en una ralentizada obra, recurso que utilizaba frecuentemente. Había tenido un derrame cerebral y falleció en 90 días. “Fue una increíble pesadilla emocional que finalizó con ella rodeada de tubos y cables, mientras la misma tecnología electrónica e informática con la que yo había basado toda mi práctica artística la mantenía viva”, contó en ese momento. La única opción que tenía para soportar el dolor era filmar a su madre en su lecho de muerte.

En “Ascensión” (2000) se observa claro el “descenso a los infiernos” en el agua, una alegoría completa de misticismo, poesía y filosofía, profundamente influenciado por el budismo zen.

Experimentación

Característica central en toda su obra fue la experimentación, que marchó simultáneamente al desarrollo de la tecnología. “Desde que toqué una cámara por primera vez me di cuenta de que había mucho más de lo que yo podía ver con mis ojos”, contó con motivo de una exposición. “Muchos de mis trabajos se basan en la unión de contrarios. Blanco y negro, luz y oscuridad, fuego y agua, día y noche, hombre y mujer, nacimiento y muerte. Estos son los elementos que el ser humano viene observando desde el comienzo de los tiempos”, precisó.

Algunas obras

El artista expuso en gran parte del mundo y en los centros como Museo del Prado, Tate Modern, Guggeheim Bilbao, el Gran Palais de París, MET, Getty, MoMa poniendo su mirada en la condición humana.

Los medios estadounidenses consignaron este fin de semana a sus mayores trabajos, entre los cuales destacan “The Quintet Series” (2000), “Observance” (2002), “The Tristan Project” (2004), “The Night Journey” (2005), “Ocean Without a Shore” (2007) y “Bodies of Light” (2009), además de los ya nombrados.

En “Going Forth By Day”, (2002) vemos los frescos de la capilla de San Francisco de Asís de Giotto, y en la mencionada “The Quintet of the Astonished” (2000) al Bosco, y a Goya en “The Sleep of Reason”, (1988)”.

La partida

En Argentina presentó “Punto de Partida”, en el Parque de la Memoria (2013).

La muestra estuvo compuesta por cinco videos y dos video-proyecciones, y está atravesada por un claro eje temático: la idea de la partida, el doloroso momento de la separación; ruptura que alude al límite que distingue el aquí del allá, el pasado del presente, la vida de la muerte, el estado del individuo.

Años después, intervino en el desértico paisaje sanjuanino, en la BienalSur (2019).

Con el título “Mártires”, expuso en la catedral de Saint Paul en Londres (2014). Cuatro pantallas verticales colocadas cerca del altar mayor muestran el sufrimiento causado por los cuatro elementos de la naturaleza: agua, aire, tierra y fuego.

Bill Viola fue colaborador de Nam June Paik, y perteneció a la generación de los grandes videastas como Peter Campus, Vito Acconci, Bruce Nauman, Gary Hill y Wolf Vostell.

Tecnología

La cámara y grabadora fueron sus pinceles

“Para mí la cámara y la grabadora son como los pinceles: herramientas. Cada nuevo avance técnico ha significado que la gama de mi paleta aumentaba también. Todavía hoy uso alguna cámara antigua, de esas que tenía hace 20 años, por la textura y las calidades que se consiguen en la imagen. Ahora el reto es integrar ese material grabado con la tecnología digital actual. Pero la nueva tecnología siempre abre nuevas posibilidades y tenemos que recibirlas con los brazos abierto”, afirmaba el videasta.

Otro de los conceptos que expresó en alguna ocasión fue el siguiente: “El agua e una metáfora de muchas de nuestras experiencias vitales. Puede representar la vida (líquido amniótico), la transformación (purificación), la ilusión (refracción y reflexión), la muerte (por ahogo), o ese lugar entre la vida y la muerte. Además, combinada con la fluidez de la electricidad es la fundación del video”.

LA CONDICIÓN HUMANA. En trabajos como el “Tríptico de Nantes” y “The Passing” rodó el fallecimiento de su propia madre.

Obsesión

Inspirado en pontormo

Bill Viola estaba fascinado por un libro de arte del Renacimento. En una de las láminas se encontraba “Visitazione di Carmignano” (c. 1530), obra del pintor manierista florentino Pontormo que presentaba una imagen casi idéntica a la que acababa de contemplar en su tránsito por la ciudad, relató su esposa Kira Perov.

Su obsesión por aquella coincidencia fue en aumento hasta que, pasados unos años, se consideró preparado para dar un giro a su carrera con un tipo de trabajo hasta entonces inédito en él.

Hizo construir en un plató un decorado similar al de la pintura de Pontormo, seleccionó y contrató varias actrices y realizó con ellas una de sus obras más conocidas, “The Greeting” (1995), cuya duración en tiempo real era de unos pocos segundos, que se prolongaban hasta los 10 minutos al transcurrir a cámara lenta, con el recurso de la ralentización.