La asistencia fue perfecta. Atlanta, Nueva Jersey, Houston y Miami en dos ocasiones. Seis tucumanos estuvieron de un lado para el otro siguiendo a la Scaloneta en todas las ciudades y en cada partido de la Copa América. Si Argentina no ganaba la final ante Colombia, casi no les importaba porque ellos ya se sentían campeones.
Jorge Ghiringhelli y su hijo “Coco”; Juan Carlos Campos con su hijo Rodrigo, Salustiano Risso Patrón y Juan Pablo Cueto ganaron por goleada la experiencia de la Copa América.
Para planificar un viaje internacional como el que programaron, un grupo debe vibrar en una misma sintonía; una cualidad que no encontrábamos en los cuerpos técnicos anteriores pero si podemos ver en esta Selección de Lionel Scaloni.
“Somos gente muy divertida y con mucha energía, pilas y ganas”, describió Cueto. La descripción podría asemejarse al ritual ameno de comer caramelos antes de cada partido que realizan Rodrigo De Paul y Leandro Paredes. De la cancha hacia afuera los jugadores transmiten buena energía, pero también hay argentinos con mucho carácter que logran el éxito cuando se lo proponen.  
“Capitán”, apodo heredado de sus épocas de futbolista, pone en palabras los sentimientos que los amigos tienen en común. “El fútbol es una movilización muy grande. Pienso que en la vejez se debe tener una pasión para estar intrigado, despierto. Con el fútbol, siempre hay un partido, un nuevo jugador; hay motivos para que te mantengas vivo”, contó Cueto.
Las últimas horas de la Copa América no fueron muy distintas a las que habían pasado en las otras ciudades, pero debieron mantenerse más alertas que nunca. “Vinimos sin entradas. Las fuimos consiguiendo a medida que recorríamos la ciudad. Preguntándole a la gente, en los hoteles, en los grupos de reventa”, relató.
Hasta la hora de inicio de la final habían conseguido sólo cuatro boletos; un rendimiento para nada desalentador teniendo en cuenta que sólo dos de ellos se quedaban afuera. “Con la buena onda y la energía positiva que tenemos, por lo general siempre aparece todo”, afirmó el comerciante de 49 años, que se dedica a la venta de ropa y de accesorios deportivos.
Y todos vieron la final en el coqueto estadio. Eso sí; esta vez tuvieron que valerse de algo más: “Fe y mucha decisión”, dio las dos razones por las que los seis pudieron ingresar.
Sucede que quedaron envueltos entre los incidentes y disturbios. Como se dice en el barrio, “pechando fuerte”, miles de personas fueron ejemplo del refrán “a río revuelto ganancia de pescadores”, porque sacaron beneficio en medio de la confusión que se produjo en los ingresos.
Cueto sabe explicar lo que muestra el país organizador de una competencia de éste tipo. El Mundial de Brasil fue su primera experiencia y la comparó. “Acá nadie sabe nada de la Copa América; no les interesa el fútbol”, aseguró. “La organización fue mala, muy mala”, resaltó. “No están acostumbrados al fútbol. La gente podía llegar sin entradas hasta la puerta del estadio y eso desbordó la situación. La entrada la tienen que pedir tres veces antes de llegar, sino la gente ve la oportunidad y avanza”, agregó sobre lo que, para él, debería haberse implementado para evitar los desmanes.

En el ranking personal, el tucumano pone a la cabeza a la ciudad de Miami como la más compenetrada con el torneo. Houston casi ni se enteró de que Argentina venció por penales a Ecuador en el NRG Stadium en cuartos de final o que México venció a Jamaica y Colombia a Paraguay. Si no hubo “corredores deportivos”, el circuito de calles y transportes públicos que se implementan para que durante un evento deportivo la ciudad anfitriona esté lo más ordenada posible es porque realmente no lo creían necesario. Hasta la final, claro está.

Ojalá que el comité del Mundial 2026 que Estados Unidos organizará en conjunto con Canadá y México haya tomado nota para que algo así no se produzca dentro de dos años. “Un molinete controlado por una persona es totalmente vulnerable; imposible de manejar”, advirtió sobre los episodios que los tucumanos, a diferencia de muchos otros, pueden recordar con un poco de distensión.

El que más experiencia tiene siguiendo a la Selección, incluso antes de que se convierta en la Scaloneta, es Campos. “Potro” tiene una lista larga de presencias en las tribunas. “El Mundial de Sudáfrica fue el primero; después estuve en Brasil, Rusia y Qatar. No creo que se haga otro Mundial como ese”, vaticinó el alberdiano. Claro está, Campos vivió una experiencia de menores proporciones y es equilibrado en su análisis. Por más que la Copa América la organizó la nación más poderosa del planeta, una Copa del Mundo es diferente. “No se pueden comparar. Sobre todo desde el sentimiento porque un Mundial es mucho más intenso”, remarcó.

Entre los momentos que son inolvidables para el tucumano que persigue los goles de la Selección, está una foto especial, que se hizo realidad durante el Mundial de Qatar. “Me estaba durmiendo y de repente veo que pasa Antonela”, comenzó a contar la anécdota vía audio de Whastapp. “Yo pensé que estaba soñando porque estaba medio dormido”, siguió con su relato sobre el encuentro que tuvo con la dama que describió como escultural.
La esposa de Lionel Messi coincidió con Campos en uno de los lujosos bares del barrio La Perla de Qatar. “Tenía que buscar unas entradas; me senté en un barcito y estaban jugando España-Marruecos. Ella se acercó y nos preguntó: ‘chicos ¿estorbo?’”, detalló el singular episodio. Campos y su hijo no dudaron en hacerle más espacio para su comodidad. Por la admiración que él tiene hacia la rosarina hasta le hubiera cedido la mesa. A diferencia de lo que puede ser el estereotipo de estrella en el que se encasilla a la esposa del capitán de la Selección, Campos destacó la sencillez que mostró.

TESORO. Campos logró sacarse una foto con Antonela Roccuzzo en Qatar.

Después; cuando él salió a fumar, ella también lo hizo y al igual que él, filmaba fascinada las aguas danzantes del complejo qatarí. “Mi hijo le pidió una foto y yo le pregunté si podía sacarme una. ‘No hay drama’, dijo. Impresionante. Ese ‘chicos estorbo’ de parte de ella fue increíble”, contó exultante “Potro” que, como sus cinco amigos, quiere seguir teniendo asistencia perfecta cuando Argentina juegue un torneo.

ADENTRO. Los seis tucumanos en uno de los pasillos del Hard Rock Stadium.
INOLVIDABLE. Cueto tuvo una buena ubicación para ver la final que duró 124 minutos.