Cuando menos nos damos cuenta, el estrés ya es parte de tu vida cotidiana. Y para buscar la calma algunos fuman, otros se comen las uñas, salen a correr, picotean entre comidas y algunos encuentran refugio en la comida chatarra. Esto puede convertirse en un problema y sobre todo cuando el estrés es prolongado.

Se demostró que el estrés puede conducir a un mayor consumo de alimentos hipercalóricos y poco saludables. Sin embargo, aún no está claro por qué algunas personas son sensibles al estrés y a otras no.

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¿Comemos por estrés?

El neurobiólogo Herbert Herzog, explica que “el estrés desconecta la zona del cerebro que nos indica que ya comimos suficiente”. A través de un estudio donde se utilizaron ratones para estudiar de qué manera el estrés crónico puede afectar el comportamiento alimentario y el peso corporal, se descubrieron los siguientes resultados:

Se demostró que el estrés crónico combinado con una dieta hipercalórica puede provocar un aumento de la ingesta de alimentos y una preferencia por los alimentos dulces y salados, lo que a su vez favorece el aumento de peso y la obesidad.

En la investigación se demostró que los ratones estresados y con una dieta rica en grasas ganaron el doble de peso que los ratones con la misma dieta pero que no estaban estresados.

Desde el punto de vista psicológico, el deseo de comer puede explicarse por su efecto calmante, que es lo que garantiza que la gente se alimente. Y en caso de estrés emocional, este efecto se utiliza con otros fines, es decir, para poder sobrellevar mejor el agobio.

Nuestras capacidades mentales se ven mermadas en situaciones de estrés y que somos más propensos a tomar decisiones equivocadas. La impulsividad aumenta explicó el profesor de Medicina Nutricional Molecular y Experimental.

Muchas personas son conscientes de que ir a la heladera o picotear cosas dulces y saladas, no es saludable y sin embargo, lo hacen una y otra vez. Y eso se debe a que la comida de buen sabor y muy energética es de por sí muy estimulante y tiene un fuerte efecto emocional.

Además, la disponibilidad es muy grande. Para muchas personas comer es una forma de hacer frente al estrés, ya que ciertos alimentos ricos en calorías liberan dopamina, la hormona de la felicidad, incluso en estado de saturación.

Aunque lamentablemente, las hormonas de la felicidad no proporcionan una mejora a corto plazo. Si una persona continúa teniendo estrés negativo y recurre a los dulces y alimentos grasos, estaría entrando en un círculo vicioso que conduce a la obesidad y a la resistencia a la insulina.

Cómo hago para no comer por estrés

Para evitar los errores calóricos es recomendable reducir y librarse del estrés a largo plazo. Comenzar una actividad física o meditar. No existe una cura milagrosa y lo importante es comer con cuidado. En situaciones de estrés es mejor optar por frutas y verduras antes que por galletas y chocolate.

Según el investigador Kleinridder, la gente necesita ayuda concreta por parte de psicólogos e investigadores sociales.

En respuesta a Kleinridder, la Universidad de Wurzburgo realizó un programa en la atención plena a personas con estrés donde los participantes aprenden a reconocer sus patrones de comportamiento en situaciones de estrés y también elaboran formas individuales de afrontar los sentimientos negativos que no sean a través de la comida. Se trata del control de impulsos, de aprender a hacer frente a los antojos de comida.