Antes de dar vuelta la hoja del calendario del mes, dentro de tres semanas, más precisamente el 28 de julio, el club Ferro Carril Oeste cumplirá 120 años de vida.

Sin su legendaria presencia se torna imposible imaginar la evolución del barrio porteño que lo alberga, Caballito. De hecho, la institución es el corazón mismo de esta zona ubicada en el centro geográfico de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Barrio residencial de clase media acomodada, Caballito da vida, desde avenida La Plata, pasando por avenida Acoyte y hasta desembocar en Primera Junta, a las cuadras más distinguidas de la interminable avenida Rivadavia.

A unos 200 metros de ella se erige el estadio Arquitecto Ricardo Etcheverri, que todavía hoy a medio terminar (puede recibir a unos 16 mil espectadores y se está construyendo una nueva tribuna para otros nueve mil) volvió a recibir a San Martín, por tercera vez en los últimos tres años.

El coliseo “verdolaga” nunca fue desplazado de su locación original y en enero también se cumplirán 12 décadas de su inauguración.

Es curioso quizá, pero el pulso en torno a Ferro se acelera no tanto los días de partidos –ni siquiera se suele cortar la avenida Avellaneda que pasa frente al estadio-, sino más bien de lunes a viernes, cuando el club explota con innumerables actividades de tipo deportivo, social y cultural.

OTRAS DISCIPLINAS. En la casa de Ferro, también se práctica básquet. Foto de Marcelo Androetto.

17.000 socios conforman una cifra nada despreciable. No todos ellos, claro, son del barrio. Así como sucede con Caballito -una zona comercial con mucho movimiento, que diariamente recibe a miles de personas del resto de la capital y conurbano- mucha gente de barrios colindantes como Floresta, Flores, Paternal y también, aunque en menor medida, Almagro y Villa Crespo nutren con sus vecinos a las instalaciones del club conocido como “Oeste”.

Oscar Lamberti, fanático de Ferro que reside en Montevideo (Uruguay) desde hace dos décadas, rememora con nostalgia la época en que su padre lo llevaba a la cancha a ver al “Verdolaga”. Y sonríe feliz al mencionar el hecho de que sus nietos, de 6 y 11 años respectivamente, van al club entre cuatro y cinco veces por semana para jugar baby fútbol, como él también lo hizo en sus épocas.

“Es impresionante la cantidad de pibes que asisten. El club sigue teniendo mucha vida social, pese a los cambios de época. Antes, detrás del estadio solo había una cancha auxiliar, hoy hay muchas canchas de todo tipo, además del estadio Héctor Etchart”, agrega.

El Etchart, situado debajo de la tribuna sur del estadio principal, es un ícono de Ferro: allí, chicos y chicas juegan al vóley, al handball y al futsal. Y por sobre todo es escenario del básquet, deporte que en Caballito conoció tiempos de gloria en la década del ochenta.

Ferro inauguró la Liga Nacional de Básquet (LNB) con dos títulos (1985/1986), al que poco después sumó otro (1989). Antes, había sido bicampeón sudamericano, de la mano de León Najnudel, el principal impulsor de la creación de la LNB.

El entrenador fue un adelantado a su época y sirvió de inspiración al mismísimo Carlos Griguol, “padre” del Ferro dos veces campeón del fútbol argentino (1982/1984). Timoteo se acercaba a observar los entrenamientos de básquet para sacar ideas y aplicarlas en las propias prácticas de su equipo, se afirma todavía en la coqueta sede social que da a la calle Federico García Lorca.

En verano, las inmediaciones del club se llenan de ómnibus naranjas, esos que transportan alumnos a las escuelas durante el resto del año. ¿Por qué? Hace más de medio siglo que Ferro desarrolla un programa denominado “Vacaciones Alegres”, que posibilita a miles de niños y niñas de la ciudad acceder a una pileta en la temporada estival.

MEMORIA. En el estadio de Ferro, se recuerda a los desaparecidos en la dictadura.

También son conocidas las acciones en materia de política de derechos humanos y en cuestiones de género que lleva adelante el club presidido en la actualidad por Guillermo Baleume.

Cerca del portón principal de ingreso al estadio se observa un mural en homenaje a los socios desaparecidos durante la última dictadura militar en Argentina. Y dentro de sus instalaciones existen carteles y leyendas que apuntan a la toma de conciencia sobre situaciones de violencia ejercida contra las mujeres.

Denominado Caballito debido a una pulpería conocida bajo ese nombre en el siglo 19, el barrio se caracteriza por el boom en la construcción de edificios de propiedad horizontal, experimentado especialmente en los últimos 15 años. En menos de 7 kilómetros cuadrados, lo habitan casi 204 mil personas según el último censo.

Son muchas las voluntades anhelando poner fin al suplicio de casi un cuarto de siglo de Ferro en segunda división.