Cada dos por tres, y el 9 de Julio será otra ocasión, los gobernadores le reclaman obras públicas al gobierno nacional. Y tienen algo de razón. Sólo algo porque no puede ser cualquier obra en cualquier circunstancia.

Hasta ahora, mucho del trabajo nacional o con financiamiento nacional en las provincias fue en áreas responsabilidad de gobiernos subnacionales. Por ejemplo, reparación de rutas provinciales, construcción de escuelas, arreglo de veredas o complementos de viviendas (tanques de agua o instalaciones sanitarias). Todo eso y más corresponde a las provincias o los municipios, según el caso.

Quien quiera gobernar una provincia o una ciudad debe hacerse cargo del bienestar de sus habitantes. Los ciudadanos votan (deberían votar) un líder o un gerente, no un manguero.

Claro que hay ocasiones en que la ayuda nacional es necesaria, pero como excepción. Las obras (las funciones de gobierno en general) de beneficios localizados deben estar a cargo de gobiernos locales. De hecho, los efectos de una acción de gobierno sirven para asignar a qué nivel corresponde, así como a la inversa la amplitud de los efectos sirve para definir el territorio o crear un nivel de gobierno.

Las obras por excepción serían aquellas necesarias ante una emergencia si los recursos provinciales no alcanzaran o las que complementen acciones locales bien encaminadas al desarrollo cuando se quiere levantar el nivel de vida local hasta que el gobierno respectivo sea capaz de proveerlas.

Lo último tiene relación con un objetivo constitucional olvidado y es el expresado en el inciso 19 del artículo 75 de la Constitución Nacional. El texto señala como una de las funciones del Congreso de la Nación “proveer al crecimiento armónico de la Nación y al poblamiento de su territorio; promover políticas diferenciadas que tiendan a equilibrar el desigual desarrollo relativo de provincias y regiones. Para estas iniciativas, el Senado será Cámara de origen”.

Las políticas diferenciadas deberían incluir obras públicas (aunque no sólo) y la responsabilidad de plantearlas recae sobre gobernadores y senadores pues deberían ser los más interesados. A los segundos correspondería presentar los proyectos, pero sin dudas que los primeros están en mejores condiciones de aportar en la elaboración.

Atender este punto es esencial para salir del resultado viciado de la coparticipación federal de impuestos. Según la Constitución debe ser redistributiva, lo que significa para los gobernadores recibir proporcionalmente más dinero cuanto más pobre sea la provincia. Un muy mal incentivo.

Trabajada junto al inciso antes citado la coparticipación quedaría como un sistema de ayuda temporal hasta que tengan efecto las políticas diferenciadas y entonces la redistribución sería mínima acercándose a un sistema devolutivo, dándose un paso hacia la recuperación de atribuciones tributarias por las provincias y la consecuente correspondencia fiscal.

Ahora, entre los problemas regionales usualmente señalados está la distancia al puerto. Para eludirlo hay tres caminos. Uno, mejores vías de comunicación. Otro, producir bienes con mucho valor en poco peso. El último, desarrollar tareas para las que la distancia no importe. En el mejor de los casos los reclamos son por lo primero, pero no faltan los pedidos de compensaciones por distancia, lo que traería más inconvenientes que soluciones.

Más bien las autoridades deberían apuntar, y Tucumán incluso podría hacerlo sola, a la tercera salida impulsando a los desarrolladores informáticos. Allí la distancia no existe y ya hay elementos sobre los que trabajar: el Instituto de Desarrollo Económico y Productivo apuntala pymes locales incluyendo las dedicadas al software y tiene propuestas, entre otras, de créditos y formación en herramientas necesarias para las empresas como marketing o análisis contable. Pero se puede ir más lejos y comprometer a la Nación en mayor medida que la actual. No sólo para crear programas sino apuntar a un Silicon Valley en Tucumán. Una incubadora de negocios web. Unicornios.

¿Qué debe aportar la provincia? Lo básico, educación (que implicaría, de paso, cumplir con el Pacto) para aumentar la probabilidad de que haya personas con las capacidades necesarias; formación en emprendedurismo, ampliando lo que ya hace, involucrando a las universidades; poca burocracia; pocos impuestos (en realidad, en la red es fácil eludir las cargas provinciales de modo que sería reconocer una realidad y aliviar molestias); un distrito especial para los desarrolladores.

¿Qué debe aportar la Nación? Puede distinguirse entre aquello para lo que no necesita nada nuevo y lo que depende de las relaciones del Presidente. En lo primero están los programas nacionales de apoyo, la provisión estable de energía eléctrica y tal vez la conectividad. Tal vez porque es posible usar la fibra óptica pero también a Elon Musk. El tendido de redes tangibles puede dar paso, con menos problemas de instalación y deterioro, a la conectividad vía satélite. Y Starlink posee más de 6.000 aparatos orbitando la Tierra.

Javier Milei podría convencer al empresario de apoyar a Tucumán. En vez de buscarlo como socio en la inteligencia artificial, pareciera hasta ahora, para nodos en Buenos Aires, que haga federalismo, fortalezca relaciones con un gobernador que lo apoyó desde el principio y priorice esta provincia para reducir la brecha de desarrollo. No sólo con satélites. Los innovadores necesitan financiamiento y tanto la Nación como la provincia pueden impulsar esquemas de crowdfunding más amplios que los microcréditos existentes si empresarios de la talla de Musk aparecen involucrados. Y el lanzamiento de las firmas puede utilizar (en otros países ocurre) a los “inversores ángeles”, los aportantes del capital inicial. Sería poco dinero para ellos. ¿Puede Musk difundir Tucumán? ¿Abrir a los desarrolladores locales las puertas a rondas de negocios con inversionistas internacionales?

Construir en Tucumán incubadoras de estas empresas es complejo y ambicioso pero factible. Hay que copiar lo hecho en otras latitudes. ¿Y por qué no aprovechar los contactos para empezar? De Osvaldo Jaldo con Milei, de este con Musk. Dejar de pedir ayuda para seguir igual y asumir las responsabilidades propias. Verdadero federalismo. Pensar en grande.

Tucumán, Jardín de la República, tierra de unicornios.