El partido arrancó como la mayoría nos imaginábamos: un Ecuador con un sistema 4-2-3-1, esperando en un bloque medio, corto, angosto y efectivo.

Le cedió la posesión a Argentina, pero se mostró muy agresivo desde la primera línea de presión, con Enner Valencia y Moisés Caicedo intentando provocar el error para quitar y atacar de manera inmediata. Fue efectivo en su plan de partido; de esa manera logró tener un par de situaciones claras contra el arco de Emiliano Martínez.

Argentina, por su parte, no encontraba los caminos. Tuvo una posesión lenta, se mostró incómodo con poco juego por las bandas. Para colmo, cuando encontraba cierta ventaja por el centro, se terminaba imponiendo la agresividad que mostró la selección ecuatoriana.

La ventaja llegó, como suele pasar en la mayoría de los partidos cerrados, de pelota parada. Así, el primer tiempo, entonces, se terminó siendo muy parejo.

En el complemento, los roles se invirtieron. Ecuador se hizo cargo de la posesión de la pelota, un poco por decisión del equipo que dirige Lionel Scaloni, y otro poco por mérito propio.

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Ecuador buscó a su manera y pudo encontrar, de manera justa, el empate cuando el partido parecía terminado. Durante el segundo tiempo, Argentina renunció a la tenencia, su presión se fue volviendo cada vez en más débil y terminó sufriendo por una pelota que cayó sobre el área argentina y que Kevin Rodríguez terminó mandando al fondo del arco con un cabezazo que “Dibu” no logró desactivar.

En resumen, fue un gran partido de Ecuador. El equipo que dirige Féliz Sánchez Bas estuvo muy bien planteado y cumplió al pie de la letra un plan que fue muy bien ejecutado. De esa manera terminó siendo bastante superior.

Argentina, por su parte, nunca supo cómo imponerse. No pudo hacerlo con pelota en si poder y tampoco supo cómo hacerlo sin ella. A lo largo del partido, nunca pudo superar a Ecuador.

En los penales influye mucho lo mental y, en ese rubro, Argentina tiene una gran ventaja con su arquero. De esa manera consiguió el pase a semifinales.