Una nueva investigación demuestra que un conjunto de hábitos de estilo de vida saludables puede ayudar a preservar la función cerebral en las personas con alzheimer leve o demencia temprana.

”Soy cautelosamente optimista por estos hallazgos, que podrían empoderar a muchas personas con nuevas esperanzas y nuevas opciones”, señaló el investigador principal, el Dean Ornish, fundador y presidente del Instituto de Investigación en Medicina Preventiva, una organización sin fines de lucro.

Cómo es la forma de caminar que ayuda a detectar el alzheimer, según la ciencia

"Todavía no tenemos una cura para el alzheimer, pero a medida que la comunidad científica sigue buscando todas las vías para identificar tratamientos potenciales, ahora podemos ofrecer una mejor calidad de vida a muchas personas que sufren de esta terrible enfermedad", añadió Ornish en un comunicado de prensa del instituto.

Cuatro cambios en el estilo de vida que pueden retrasar o prevenir el alzheimer

El estudio develó que alrededor del 71% de los pacientes que comían de forma saludable, hacían ejercicio con regularidad y se dedicaban a la gestión del estrés tenían síntomas de demencia que se mantenían estables o mejoraban sin el uso de ningún fármaco, reportaron los investigadores en la edición del 7 de junio de la revista Alzheimer’s Research and Therapy.

En comparación, alrededor de un 68% de los pacientes de un grupo de control sin estos cambios en el estilo de vida experimentaron un empeoramiento de sus síntomas, muestran los resultados.

Los investigadores también encontraron que cuanto más cambiaban sus vidas los pacientes de forma saludable y se apegaban a esos cambios, mayor era el beneficio para su capacidad cerebral.

¿Qué relación tiene el caminar con el alzheimer?

Esto podría deberse a un vínculo entre el deterioro cerebral que afecta las áreas involucradas en el control de la marcha y el ritmo. Aquellos que presentaban una disminución tanto en la cognición como en la velocidad al caminar tenían un mayor riesgo de alzhéimer.

Lo cierto es que durante el estudio no se encontró un vínculo más general entre la velocidad al caminar y el riesgo de alzhéimer. Aquellos que caminaban de forma más lenta, pero todavía no mostraban signos de deterioro cognitivo, tenían prácticamente las mismas probabilidades de sufrir alzhéimer que quienes no habían disminuido la velocidad durante los siete años que duró la investigación.