Hace 50 años también era un sábado otoñal, pero con una leve llovizna, que amenazaba un poco, no mucho, una agenda especial. Este diario informaba en un breve de una columna de la página 11 de espectáculos que el dúo de “música pop” Sui Generis se presentaba esa noche en el Instituto Técnico según lo anunciado “por un centro de estudiantes”.
Charly García y Nito Mestre llenaron esa noche el edificio de ese colegio con 1.600 entradas vendidas (había unos 100 más).
En 1974 muchos eran los adolescentes que en todo el país disfrutaban y cantaban los temas de los discos “Vida” (1972) y “Confesiones de invierno” (1973).
Con esas letras existenciales que expresaban las dudas sobre la propia vida y la muerte, el amor y la soledad; que reflejaba una juventud que no terminaba de ser golpeada.
“Fue un éxito total, muy satisfactorio para todos, la recaudación fue buena y los chicos que fueron disfrutaron del espectáculo”, recuerdan Luis Corvalán y Pedro Ardiles, dos de los organizadores de ese recital.
En la conversación con este diario esos egresados del Instituto Técnico no pueden obviar el contexto de ese año: las luchas del movimiento estudiantil, por ejemplo, que hasta directamente tuvieron que ver con ese show de Sui Generis. Porque en rigor, la presencia del dúo se debió a que la UNT no quería hacerse cargo de gran parte de la gira de egresados, por lo que el centro pro gira- y de estudiantes- debió batallar por ello.
La primavera camporista ya había pasado.
Cuando llegaron Charly y Nito a esta ciudad ya se hablaba de la muerte de Perón (lo que se anunció oficialmente dos días después, el lunes 1° de julio). Los centros de estudiantes del Técnico y del Gymnasium, entre otros, tenían direcciones de izquierda, y estaban en la mira del loperreguismo local. En el Técnico se había intervenido la dirección y en el Gymnasium se había intentado desplazar a su director.
“Nos habían dicho que solo ponían el ómnibus, y que no tenían presupuesto para los viáticos del chofer, del profesor y la hotelería para nosotros; hubo protestas en la dirección y en el rectorado. Pero además hicimos el recital para recaudar fondos para esa gira, una de egresados, pero que era de estudios”, precisan Corvalán y Ardiles. “Esa gira formaba parte de la currícula del colegio. Visitábamos lugares muy específicos”, agregan.
La gira por distintas provincias tenía un contenido académico y efectivamente se hizo ese año, con lo recaudado por el recital, pero también porque la UNT finalmente terminó aportando por las firmes protestas.
En clase turista
Sui Generis llegó en el Estrella del Norte al mediodía (fueron largas 20 horas de viaje) y cuando lo recibieron llevaron a los músicos a almorzar al restaurante Mi Abuela (funcionaba como un comedor barato en Maipú al 900) y luego se alojaron en el Hotel Bristol (en Laprida al 100).
Para la siesta y la digestión sirvió un paseo que se hizo en algunos autos de los estudiantes por San Javier, el de Rody Gil Romero, en particular.
Cumple 40 años el disco que creó la leyenda de Sui Generis“Los trajimos en la primera de la Estrella del Norte, en clase turista, ni siquiera teníamos para el pullman, no nos alcanzaba. Entre señoras con gallinas y paquetes improlijos de papel madera bajaron ambos, con las pestañas blancas de la tierra del viaje de 20 horas”, recuerda Corvalán que fue uno de los que los recibió.
Llegaron con su representante Gabriel Melgarejo,
Corvalán (que en su vida recorrió distintas bandas de rock en esta ciudad) explica: “contratamos un dúo que era muy conocido, pero por los que escuchábamos música, no lo pasaban por las radios por lo que muy populares no eran. Estaba accesible para nuestro presupuesto, pero te aclaro que primero nos habían ofrecido Lito Nebbia, pero considerábamos que ya había pasado su punto de fama, que no iba a poder llenar el colegio, que es lo que nosotros necesitábamos”.
En la banda estaban Juan Rodríguez en batería y Rinaldo Rafanelli en bajo.
Ardiles aclara que las promociones anteriores “nos habían dejado la vara muy alta. En 1972 los cursos que egresaban trajeron a Alma y Vida (vino dos veces) y luego a Vox Dei”. Y los que egresaban organizaban la Semana de Festejos y el mismo baile.
En el escenario se ubico también un piano vertical que fue alquilado.
El relato
“El país era un caldero de violencia de todo tipo, ese 1974”, escribió Luis Corvalán en una nota titulada “La víspera”. “Esperábamos recaudar una cifra en el baile. Algo así como 2000 chicos nos imaginábamos, basados en experiencias de años anteriores. Les pedimos a los compañeros que tuvieran armas en sus casas que la lleven, para cuidar la caja. La boletería se armaba en la sala de profesores y se vendían las entradas por la ventana que daba a la calle. Para cuando abrimos la boletería la sala parecía un arsenal: armas cortas, armas largas, escopetas de dos caños, del calibre que sea. Todo un estilo de época. La noche no ayudaba, llovizna y (había) paro de colectivos. Debíamos favores y dineros a todo el mundo. Finalmente fueron 1600 los que abonaron religiosamente los $18 ‘pesos ley’ de la entrada, estábamos salvados. Recuerdo a uno que se quejó del precio diciendo ¿Dieciocho? ¿Que actúa Sandro? No tenía idea quiénes eran Sui Generis. Y junto a los plomos y el sonidista que llegaron con ellos. También llegó el rumor, uno que me hizo sentir un frío por la columna: el viejo había muerto. Las autoridades están decidiendo cuándo anunciarlo. Toda la carne en el asador, y si la noticia salía a la luz antes de tiempo era obvio que el baile y cualquier otra fiesta o celebración se suspendería. Y nos fundíamos, dicho sea de paso. Adiós gira. En ese clima actuó Sui Generis. La noche pasó espectacular, a la mañana siguiente domingo, pudieron desarmar todo y rajaron para la capital. El lunes 1° de julio poco después del mediodía, se anunciaba que Juan Domingo Perón había muerto. El país se paralizó. Pero la vivencia de unas horas antes no me la quitó nadie”.
El público
El escenario se instaló en una de las esquinas de la cancha de básquet y el público se repartió en el resto del espacio y en el primer piso, que estaba atestado de sillas sobre las que se paraba la gente para alcanzar a ver. Los estudiantes de la Escuela Sarmiento, Gymnasium y Agricultura (además del Técnico, por supuesto) pero también de la Normal y del Nacional y el Comercio fueron la mayoría de los espectadores. Incluso asistieron chicos del Tulio.
Los gritos de admiración y el coro que hacía la gente con algunos temas eran el tono que dominaba en la tribuna y que se extendió durante todo el show, en la que no importaron ni la llovizna ni el paro de colectivos. En ese tiempo ya comenzaba el ritual de prender el encendedor, al menos en un sector de la galería del primer piso.
Una locura
“Fue una locura total, tremenda. Ya teníamos el long play, y todos lo cantábamos en los fogones y fiestas”, cuenta Juan Carlos Stazzonelli, alumno del Técnico que, a pesar de ser de otro curso, colaboró en la cantina esa noche. “Fue la música de nuestro tiempo, en ese momento convulsionado en que se vivía. Y ya se disputaba entre música progresiva y comercial. A las clásicas preguntas sobre la edad y el colegio, se agregaba ahora otra cuando se conocía a una chica: qué música le gustaba, si la progresiva o la comercial”, añade el arquitecto, que hace unos meses con su esposa, se cruzó en Buenos Aires con Nito Mestre en la calle y se sacó una foto con él. “Con Sui Generis comenzamos a cantar y a pensar con sus letras impecables; todo un poema”. Stazzonelli recuerda que cuando terminó el recital Charly y Nito se acercaron y pidieron dos whiskys con poco hielo. “Me sentía muy orgulloso de estar ahí en ese instante y atenderlos en la cantina”.
Pero además, como había sobrado cervezas y whiskys, no fueron pocos los que al día siguiente tuvieron un día de resaca total.
Algo maravilloso
Ricardo Iriarte tuvo su primer concierto en vivo. Cursaba el secundario en el Tulio y era una novedad que en un colegio se presente una banda como Sui Generis.
“Veníamos escuchando sus canciones, sobre todo aquellas de ‘Confesiones de Invierno’ que marcaron a nuestra generación. Para nosotros fue un cambio profundo en la visión de la libertad. Veníamos de un colegio muy restrictivo y ver a Charly y a Nito en una institución donde aparentemente las libertades estaban garantizadas fue una experiencia inolvidable. Todavía hoy lo recuerdo como algo maravilloso, una experiencia que no se olvida”, asegura.
Cuando tenía 13 años Dominguín Garlatti fue a su primer recital, al de Alma y Vida, y un año después vio a Vox Dei. También estuvo en la noche de ese sábado en General Paz y Jujuy.
“Me afeité por primera vez y me puse un traje con chaleco y voy a ver Alma y Vida, pero con mis 13 años no tenía idea. Al año siguiente lo vi a Vox Dei que ya era un trío y no un cuarteto. En tercer año se presenta Sui Generis. Lo cantábamos en los campamentos, era nuestra música, nuestro caballito de batalla en esos años. Para un adolescente, te imaginás, escuchar ‘Rasguña las piedras’ y ‘Canción para mi muerte’ era una locura”, relata.
En la despedida de la entrevista Ardiles dice que para muchos fue como una epifanía. “Sobre todo para los que no lo conocían al dúo, fue una noche mágica. 20 años después escuché de nuevo esos temas en la misma peña El Cardón”.