Los cursares (“cuasi” y “estelar”) son objetos que se confunden con estrellas, aunque no lo sean. Se trata de galaxias muy luminosas y muy pesadas, extremadamente distantes en nuestro Universo. De hecho, son las galaxias más luminosas del Universo, pero se ven muy débiles al estar tan alejados. Un cursar es una galaxia que en su centro alberga un agujero negro supervisado, de más de un millón de masas solares (y muchos de hasta mil millones) que atrae materia cercana. Una parte de esta materia, que es gas y polvo, cae al agujero negro y eso provoca grandes explosiones que son las responsables de la alta luminosidad de un cursar, detectada tanto en el rango óptico como en radio, infrarrojo, rayos X y rayos gamma.
Es fundamental conocer el número de cursares que había en cada época del Universo para reconstruir la historia de su formación a lo largo de la vida del Universo. Recordemos que: “Cuanto más lejos está una galaxia o un cursar, más “joven” es”. Se conocen muchos cursares, aunque casi todos son cercanos, o no lo suficientemente alejados como para hablarnos de sus comienzos. Por lo tanto, hay que encontrar y censar cursares lo más alejados posible para estudiar su origen. Pero encontrar cursares no es tan fácil: se confunden con estrellas y al estar tan alejados, su luz puede estar muy absorbida por el material intergaláctico. Para evitar estos inconvenientes, nosotros (astutamente) utilizamos el hecho de que algunos cursares emiten ondas de radio muy potentes. El Universo es casi totalmente transparente a las ondas de radio y las estrellas emiten muy poco (o nada).
Según Taylor Redd, en 1930, el físico Karl Jansky, quien trabajaba en los Laboratorios Telefónicos Bell, descubrió que la interferencia que había en las líneas telefónicas transatlánticas provenía de la Vía Láctea. Por ello, para la década del 50, muchos astrónomos empezaron a usar radio telescopios para mirar los cielos relacionando las señales de radio con las cosas que veían en el espacio. Sin embargo, como explica Matthew O’Dowd, astrofísico y profesor asociado del Departamento de Física y Astronomía del Lehman College de la Universidad de Nueva York, se captaba algunas señales de radio de ciertos puntos en el espacio en los que no se ubicaba la fuente de la que podrían provenir. Como nos cuenta, esto sucedía porque la tecnología de esa época no era suficientemente buena para ubicar el lugar exacto en el cielo de donde provenían.
Esto se mantuvo así por mucho tiempo hasta 1962, año en el que hubo una ocultación. Las ocultaciones ocurren cuando un cuerpo celeste se pone entre dos objetos, como en un eclipse. En ese año, nos cuenta O’Dowd, la Luna pasó por delante de uno de estos puntos que emitían señales de radio. Este punto era llamado el objeto 3C273. Durante este evento, el Radio Telescopio Parkes en Australia captó el momento exacto en el que la Luna pasó entre nosotros y el 3C273. Esto le permitió a los astrónomos identificar una pequeña estrella de luz azulada como la fuente de las emisiones de radio.