La Copa América no sólo es fútbol. La historia de Solana Ulrich y Enzo Vargas es una muestra de ello. Al radicarse en Boulder, Colorado, la presencia de Lionel Messi y de la Selección era el aliciente necesario para presenciar un partido del certamen continental. Pero pese a las intenciones iniciales tuvo un desafío complicado: convencer a su novio de reprogramar un viaje con su familia para viajar a New Jersey para el duelo entre Argentina y Chile.
“Yo fui la que insistió en venir. Él no tenía tantas ganas porque tenía un viaje a Las Vegas con su familia”, comenta “Sol”, quien hace dos años que vive en Norteamérica debido a un intercambio cultural. “Viví el Mundial en Estados Unidos y fue súper distinto a lo que estaba acostumbrada con mi familia. Me acuerdo que el primer partido lo vi a las 3 de la mañana en Colorado y a al rato tenía que ir a trabajar. Entonces no dormí y mi familia no entendía por qué estaba de mal humor por un partido. Cuando salimos campeones, fue una fiesta en Colorado; y eso que no hay tantos argentinos”, recuerda.
Enzo reconoce que la decisión no fue fácil. Claro, la distancia lo obligó a separarse hace más de un año de sus seres queridos. “Hace un año que habíamos organizado el viaje a Las Vegas y me parecía la ocasión perfecta para juntarnos. Los extraño mucho. Pero al final, tuve que reprogramar todo para ver el partido con Chile. Sentía que conocer Nueva York, estar con mi novia y ver a la Selección era un ‘planazo’. Así tuve que reorganizar todo para poder encontrarme con mi familia”, dice el sanjuanino. “Mi hermana estuvo en Qatar trabajando y me inspiró a vivir una fiesta de esta magnitud. Creo que no tenía que perdérmela porque es algo increíble”, añade.
Vargas confiesa que cubrir los gastos para un evento como este no es para nada fácil. “Podés buscar precios, pero perdés muchas comodidades. A nosotros nos salió 400 dólares los vuelos ida y vuelta, las entradas fueron alrededor de 200 dólares y en los alojamientos podés hacer diferencia pero depende de la zona. En lo que si podés encontrar muchas opciones es en la comida porque hay distintos precios y los buses son baratos”, indica antes de dejar en claro que seguir a la Selección no es una tarea sencilla. “Ella tiene que volver a trabajar y yo tengo el pendiente con mi familia”, resalta.
El banderazo en el Time Square y el aliento de los hinchas en el MetLife hicieron que los jóvenes se “trasladen” por unos minutos a Argentina. “Me sentí como en casa. Me acordé de cuando vivía en Tucumán e iba a ver a San Martín con mi papá. La forma en la que festejamos es algo inusual para los norteamericanos”, dice “Sol”. “Iban pasando los buses de turistas por cerca nuestro y nos fotografiaban porque era algo que no pueden creer acá. Creo que sólo los argentinos copamos los lugares de esa manera”, completa Enzo.
Solana reconoce que no es la primera vez que vio un partido de la Selección. “El año pasado fui a Miami al amistoso contra Honduras, pero es una ciudad demasiado argentinizada. Afuera del estadio era una fiesta repleta de banderas”, recuerda.
La diferencia horaria también fue un factor determinante para perder el contacto con el fútbol argentino. “Soy hincha de San Lorenzo, pero me cuesta seguirlo. No veo casi los partidos por los horarios; hay cuatro horas de diferencia. Al principio me dolía porque era muy fanática, pero ya me acostumbre a los resúmenes nomás”, señala Ulrich. Vargas, en tanto, hace todo lo posible para seguir la campaña de River. “El año pasado me enojé mucho cuando fuimos eliminados por penales en la Libertadores. Mi familia no entendía por qué gritaba y me quedaba despierto hasta tan tarde”, recuerda.
Vargas asegura que la llegada de Lionel Messi aumentó el espectáculo del fútbol norteamericano; aunque claro, no alcanzó el nivel de la liga argentina. “Me compré la camiseta de Inter Miami pero son muy malos los partidos. Es muy aburrido. Si no fuese por Messi, no sería divertido. Lo que sí sigo es la NBA y vamos por Denver Nuggets, que salió campeón el año pasado. Eso sí; es muy caro ir a verlo en las instancias finales. En tanto, el béisbol y el fútbol americano es aburrido; y el Hockey sobre hielo está bueno”, reconoce.
Diferencias culturales
El invierno estadounidense fue un factor determinante para el inicio de la relación entre la tucumana y el sanjuanino. “Nos conocimos en enero cuando fuimos a esquiar y, al poco tiempo, nos pusimos de novios. Él fue el que me habló por primera vez porque en Colorado hay dos tipos de pases para poder realizar las actividades. Compartíamos el mismo pase y me dijo que me iba a venir a buscar para que vayamos a esquiar. ‘Sí; re’, fue lo que le dije al toque”, recuerda Solana. “Fue un flechazo mío y él no me daba atención. Pero con el tiempo se fue dando y nos pusimos de novios al poco tiempo”, añade.
El comienzo de la relación buscó aminorar las diferencias con la cultura estadounidense. “Al principio no sentís que sea tan distinto, pero después extrañás las cosas mínimas como que no te saludan con un beso; muchas veces me quedé con la cara colgada. Pero también la forma de comunicarse y el humor es totalmente distinto. Muchos chistes no los entendeés y te parecen raros”, expresa “Sol”.
Para Vargas, la comida es lo peor de radicarse en Estados Unidos. “Es horrible. Ellos están acostumbrados a la comida congelada y nosotros, a la casera. Eso choca bastante. La carne viene envasada y no es la más rica. Tampoco usan leña ni carbón para hacer el asado, sino gas. Todo eso sufro un montón porque es algo muy distinto. Tampoco comparto domingos con mi familia estadounidense”, advierte.
Pese a esta situación, Ulrich asegura que, como mínimo, pasará cuatro años más en Norteamérica. “No tengo planes de volver a Argentina porque voy a estudiar Ciencias de la Computación. Además, es otro estilo de vida. En lo que sea que trabajés, te va a ir bien”, comenta.
“Mi idea es ver si puedo encontrar trabajo, pero es medio complicado porque tenés que conseguir la visa de trabajo y la empresa que gestiona este tipo de viajes tiene que ayudarte a conseguirla. Sin embargo, todavía me queda un año por lo que estoy tranquilo. Debo reconocer que a mí sí me gustaría volver, pero Estados Unidos te ofrece esa ventaja en lo laboral”, sentencia Vargas.
Solana y Enzo aseguran que vivieron una experiencia inigualable, que anhelan con volver a repetir en otra ocasión.