El mástil se yergue gallardamente desde hace décadas en el patio norte o central del establecimiento educativo. Al momento de su inauguración el rector destacó que era el primer mástil que se erigía en un establecimiento de enseñanza secundaria de nuestra ciudad. Esto ocurrió pasadas las 8 de la mañana del 8 de julio de 1939, cuando el entonces rector, Francisco Padilla, agradeció la entrega de la obra a la Sociedad Cooperadora. Estamos hablando del Colegio Nacional Bartolomé Mitre, que nació más de un siglo y medio atrás como Colegio Nacional de Tucumán.

Padilla agregó: “el honor de izar la enseña patria al iniciar las clases sería otorgado a aquellos alumnos que demuestren mayor aplicación al estudio, siendo así un estímulo de hondo significado”. Previamente el titular de la Cooperadora, Alberto Hugo Tesera, señaló el orgullo que significó para ellos la concreción de la obra al entregar el mástil a las autoridades del Colegio.

El gobernador Miguel Critto encabezó el acto junto a sus ministros. También estaban el vicerrector del establecimiento, José Uttinger, y el rector del Colegio Sagrado Corazón, padre Juan Granet.

Inspiración

La fecha coincidía con el 25° aniversario de la inauguración del edificio que, por entonces y aún hoy, ocupa el colegio, y el cincuentenario de vida del establecimiento.

En la continuidad del acto, Víctor Vázquez, en representación de los universitarios ex alumnos del Colegio y del Sagrado Corazón, que por entonces cursaban su último año en el Nacional, señaló: “en la inspiración de orientar la acción educacional hacia la consolidación de un ideal patriótico, del ideal patriótico sin regateos ni prejuicios que lo subalternicen, de ese ideal nacionalista que se expresa en la fuerza pujante de los conceptos de patria, de solidaridad y afecto, y que surgiendo vigoroso del pasado; el presente no puede olvidar, ha querido erigir en esta casa de estudios un mástil en el cual se yergue majestuoso, como queriendo tocar ese otro azul y blanco de nuestro cielo, el emblema nacional, símbolo de nuestra más pura alegría”.

ACTO OFICIAL. Los estudiantes, profesores y autoridades se dieron cita en el colegio para izar por primera vez la bandera nacional.

Para finalizar sus palabras, teniendo en cuenta la situación de beligerancia mundial previa al inicio de la Segunda Guerra, expresó: “es necesario defender este símbolo y con él la integridad de sus instituciones; no permitamos que vientos impuros de otras tierras traigan a nuestro suelo la mala semilla que todo lo transforma y debilita; sigamos la conducta de quienes nos dieron patria y lograremos nosotros los argentinos, al frente de más de medio continente unido en el culto de sus tradiciones y la vigilancia celosa de su solar, mostrar al mundo entero el panorama magnífico de un país que ha sabido conservar intacto su honor, modelar un pueblo y definir con severos rasgos una Nación”.

El Colegio Nacional se creó hace 160 años, por decreto del 9 de diciembre de 1864, suscrito por el presidente Bartolomé Mitre y su ministro de Instrucción Pública Eduardo Costa.

“Bajo la denominación de Colegio Nacional de Tucumán se establecerá en la provincia de este nombre una casa de educación científica preparatoria, en que se cursarán las letras y humanidades, las ciencias morales y las ciencias físicas y exactas”, establecía el artículo primero.

Era requisito para el ingreso saber correctamente leer y escribir y las cuatro operaciones fundamentales de la aritmética. Los certificados de estudios que otorgase, serían admitidos en las universidades de la República, a fin de ingresar a estudios superiores u optar a grados universitarios.

Entusiasmo

Según el relato de Carlos Páez de la Torre (h): “el doctor Uladislao Frías fue comisionado para organizar la nueva casa. El gobernador José Posse propuso y logró la ley que facilitaba el local del ex convento mercedario (hoy Escuela Sarmiento) para su instalación. La medida fue recibida con entusiasmo, si se piensa que desde 1862, con el cierre del Colegio San Miguel que dirigía Amadeo Jacques, no existía secundaria alguna en Tucumán”

La dirección se ofreció inicialmente a Frías, pero declinó porque acababa de ser electo senador nacional. Ante ello le fue ofrecida al ex gobernador Benjamín Villafañe, que aceptó. La planta inaugural de profesores era escasa. Apenas tres: José Ignacio Aráoz y Córdoba (pronto nombrado además vicerrector), Aníbal Piedrabuena y Moisés Aráoz.

El primer ciclo lectivo se habilitó el 1 de marzo de 1865. Esto generó gran entusiasmo en la provincia y como dijo el historiador Rodolfo Cerviño el acto constitutivo fue un acontecimiento solo comparable a la creación de la universidad, medio siglo después.

Igual entusiasmo animaba al rector Villafañe. A los pocos meses escribía al Ministerio: “un colegio como este es una grande esperanza para nuestra gente. Nunca creyeron en una cosa semejante, y de aquí viene que se la mire como una valiosísima conquista de la época presente, o como un obsequio inestimable del Gobierno nacional”.

Sedes

El establecimiento tuvo varias sedes. La primera en Rivadavia (hoy Virgen de la Merced) 29, hasta 1862. La edificación presentaba serios defectos debido a lo vetusto de la construcción. En 1903, la Municipalidad clausuró gran parte de la edificación. Se alquiló una casa en Laprida 73-75. Cuatro años después también tuvo que ser clausurada. Pero ya se contaba con la manzana de avenida Sarmiento, Maipú, Santa Fe y Muñecas para construir un nuevo edificio. La construcción comenzó a fines de 1907 y mientras tanto el colegio pasó por casas alquiladas.

El 8 de julio de 1914, unos ocho años después de iniciada la obra, se inauguró el imponente edificio ubicado frente a la plaza Urquiza diseñado por el ingeniero Carlos Massini.

Esa obra también tuvo sus idas y vueltas. A fines de 1913 se le informó al rector Sisto Terán que los trabajos quedaban suspendidos por falta de fondos. Y como relata Páez de la Torre (h): “Terán logró fondos para los trabajos más urgentes, y obtuvo del Ministerio permiso para mudarse con el local inconcluso. Así, el 1 de mayo de 1914, abrió allí las clases”. Y agrega: “las obras, ya conducidas por el ingeniero Zavaleta, siguieron hasta habilitar todos los frentes, la casa del rector y, en 1916, el salón de actos, que cobijó ese año al Congreso Americano de Ciencias Sociales y al Congreso Argentino de Ciencias Naturales”.

El edificio compone junto con el teatro San Martín, la vieja Legislatura y el antiguo Hotel Savoy una unidad arquitectónica con líneas italianizantes, muy de moda en la época del Centenario.