Hay masas de colores sobre las pequeñas mesas que en unos minutos empezarán a ocupar los niños. Amasar, separar y crear. Esa será la consigna de hoy. La salita es igual a la de un jardín de infantes. Solo que no funciona en una escuela. Se encuentra en el Centro Primario de las Adicciones (Cepla) de La Costanera. ¿Qué hacen chicos en un lugar como este? Juegan, se divierten, hacen amigos, hablan si tienen algún problema o se sienten angustiados. Las actividades tienen un objetivo: brindarles herramientas para que en un futuro no muy lejano puedan decirles que no a las drogas.
No es fácil crecer en un contexto de pobreza, en un barrio donde si bien hay mucha gente trabajadora y pujante, también hay duras realidades: consumo de sustancias, violencia, deserción escolar y falta de trabajo, entre otras cosas. Cuando escarban en las historias de vida, hay algo que se repite: recurrir a las drogas en una búsqueda desesperada por anestesiar el dolor. Esta es una realidad que se acentuó en los últimos años, especialmente después de la pandemia, admite el secretario de Adicciones de la Provincia, el psicólogo Lucas Haurigot Posse.
Adicciones: antes de los 24 años, el 81% ya tomó alcohol y el 33% ya probó marihuanaComo el inicio del uso de sustancias se da en la actualidad a edades más tempranas que antes (12 o 13 años), según el especialista, las tareas de prevención hoy deben empezar en la infancia. “En el Cepla, que ya se abrió hace dos años en la Costanera, principalmente recibíamos adolescentes y jóvenes, quienes aún participan de distintos talleres deportivos y culturales; además de brindar asistencia psicológica a quienes presentan consumo problemático de sustancias. También funciona un comedor y hay apoyo escolar. Es como un gran centro comunitario de salud mental. Lo que no se veía nunca aquí eran niños; faltaba un espacio para ellos”, explicó.
Así surgió este proyecto a través del cual se busca contener a los niños de cuatro a 12 años, y brindarles herramientas para que puedan aprender que las drogas no son la única salida cuando hay problemas.
Lorena Juárez, encargada de este nuevo espacio para los niños, cuenta de qué se trata el dispositivo pedagógico. “Nuestra metodología se basa en la educación emocional y vamos a buscar que, a través de lo lúdico, podamos brindar herramientas para que los niños vayan desarrollando sus competencias emocionales y así desarrollar pilares esenciales para resolver situaciones conflictivas”, remarcó.
El espacio funciona los miércoles, de 10 a 12, y ya son casi 30 los niños que llegan voluntariamente hasta el Cepla de la Costanera. Cada semana se van sumando nuevos integrantes.
Situaciones particulares
En los encuentros mediados por juegos afloran las emociones y situaciones muy particulares, según cuentan las docentes y operadoras que trabajan allí. “En el caso de las niñas, por ejemplo, siendo muy chiquitas llegan con sus hermanitos en brazos a quienes sus madres le dicen que los lleven. Muchas de ellas están destinadas a maternar desde pequeñas y asumen una gran responsabilidad. La idea aquí es que todos vengan a ser niños”, cuentan.
En general, según describen, son chicos que desde pequeños se manejan solos en la vida, y se cuidan mucho entre ellos. Algunos no viven con sus padres, sino con algún familiar cercano. “Aquí saben que pueden hablar, que pueden expresarse y van a ser escuchados. Además de socializar y canalizar conflictos, a través del juego aprenden que hay reglas y límites, que se debe respetar a los demás”, apuntan las integrantes del equipo que forman Elizabeth Vega, Fabiana López, Florencia Miceli, Agostina Raimundo y Noelia Medina.
Habilidad fundamental
Hay otra habilidad fundamental para la vida que les enseñan a los chicos: comprender y manejar las emociones. También la educación en valores, los hábitos, los límites, las normas de convivencia.
Aunque en muchos niños está naturalizado el tema de las peleas, la violencia en general o el consumo de sustancias, no se habla directamente y todo el tiempo de eso en el taller infantil del Cepla. “Sí los escuchamos si quieren decirnos algo y tratamos de ayudarlos. Les enseñamos a reconocer sus emociones, si están tristes o enojados. Creemos que es fundamental en prevención preparar a estos futuros jóvenes para que cuando estén mal no sientan que la única salida puede ser una droga. Y que puedan decir que no si alguien les ofrece”, cuentan.
“Acompañar y contener a los pequeños es fundamental; no hay que minimizar la infancia. Ellos pasan por diferentes estados de ánimo, todo les afecta mucho aunque no lo puedan poner en palabras. El objetivo es que reconozcan sus emociones y que sepan que son válidas”, explicaron.
Alexitimia
“Una de las cosas que más vemos en los adolescentes con consumo problemático de sustancias es algo que se llama alexitimia. No saben reconocer y nombrar sus emociones. Tienen inmadurez emocional; no toleran las frustraciones. Por eso, ante sus problemas o pérdidas, recurren a las drogas. Entonces, lo que estamos haciendo justamente es poder brindar a los chicos herramientas psicológicas y emocionales para que el día de mañana cuando se sientan mal puedan solucionarlo de otra manera. Si no se sienten bien, difícilmente van a tener un proyecto de vida, algo fundamental para no caer en drogas”, analizó Haurigot Posse.
Siempre que haya un objetivo y una red de contención, tendremos más chicos alejados de las sustancias, añadió.
La hora preferida
La hora favorita de los chicos en el Cepla de la Costanera es cuando van al patio techado, ubicado en el fondo. Esta vez tendrán que hacer dos filas, detrás de carteles que dicen “tolerancia” y “respeto”. Es una especie de competencia, pero en realidad lo que hacen es un juego cooperativo en el que unen los esfuerzos para completar una serie de ejercicios y así logran el objetivo. Mientras tanto, los más pequeños están reunidos en una ronda de canciones infantiles.
Luana, de 9 años, fue una de las primeras en unirse al taller de la Costanera. Al principio quiso probar de qué se trataba, pero pronto se enganchó porque le encanta jugar y divertirse, cuenta. Tiene cinco hermanos y está esperando su primer sobrinito. Está feliz de haber encontrado un espacio donde se siente bien, dice.
Cerca del mediodía, los chicos vuelven a sus casas todos juntos y sus vocecitas resuenan por las calles del barrio. En la esquina se encuentran con un allanamiento policial. Es parte del paisaje en el que crecieron. A ellos no les sorprende. Siguen su camino, con sus risas, que parecen ser un antídoto efectivo.
En detalle
Así funciona el cepla, en el corazón de la Costanera Norte
A través del deporte, del arte, de un plato de comida o de un taller de ayuda escolar. Así trabajan en el Cepla de la Costanera Norte, un centro comunitario que busca ayudar a los chicos y jóvenes que están en problemas por el consumo de sustancias. Fue inaugurado hace dos años, después de varios reclamos que hicieron las madres de adictos en la zona.
Actualmente recibe a diario a más de 60 personas que realizan distintas actividades. Las clases de fútbol son de las más concurridas. También las de zumba, tela y entrenamiento funcional.
“Lo más importante es que esto se ha convertido en un lugar de contención para los chicos y para toda la comunidad en general. Cuando los operadores ven que alguien está en problemas, en seguida se da intervención a los psicólogos; en algunos casos también coordinamos para la asistencia en Las Moritas, que es hoy el lugar de internación que tenemos”, explica el secretario de Adicciones de la Provincia, Lucas Haurigot Posse. Junto al director de Asistencia, Emilio Mustafá, planifican el trabajo territorial en la zona y así logran que más chicos se puedan acercar al lugar. En toda la provincia, ya hay en total ocho Ceplas.
Para que la comunidad se apropie de estos espacios, recurren a distintas estrategias: por ejemplo, son los mismos jóvenes de la zona los que se encargan del mantenimiento y la limpieza del edificio. Ellos son contratados y les pagan por el trabajo. Hay algunos que antes consumían sustancias, se recuperaron y hoy ayudan a otras personas a que dejen las adicciones. Este lugar fue determinante en la vida del barrio, admiten quienes trabajan allí. Algunos chicos llegaban muy mal, sin un proyecto de vida; ni siquiera tenían DNI. Hoy se están recuperando. Además, en coordinación con el CAPS de la zona, se atienden los problemas de salud que presentan. También están pensando en firmar un convenio con el Ministerio de Educación para que los chicos que dejaron la escuela puedan retomar. “Aquí empezamos con cosas simples, desde generar hábitos, porque los chicos deben cumplir horarios, aprender a respetar al otro y valorar el espacio en común”, cuentan los operadores Mariano del Carro y Ezequiel Perea, que tienen a cargo el taller de fútbol. Lo más lindo de su trabajo, según cuentan, es cuando alguno de los alumnos llega y les cuenta que dejó las drogas o que está intentando hacerlo.