En mi condición de argentino ya jubilado y con 87 años de edad, regresan y vivo los problemas y sufrimientos prácticamente de las tres cuartas partes de mis compatriotas en mi hermoso y querido país. Prácticamente todos, menos un puñado de conocidos políticos honestos, se ocupan y se muerden para no contestarles a lo criollo a esa otra gran mayoría de políticos que en seis meses se ocuparon de poner trabas a leyes, sin saber de qué se trata, pero que en apenas 48 segundos, tiempo récord mundial, se duplicaron sus millonarios haberes. Primero yo y el pueblo que aguante… la mala intención de esos malos políticos es que el pueblo salga a la calle a  protestar sin conocer la verdad y promover desórdenes para enojar al Gobierno y a los otros. Pregunto, ¿necesitamos más de 300 diputados y más de 100 senadores nacionales con sueldo vergonzosos por lo altos? ¿Necesitan miles de empleados, muchos de ellos “ñoquis”?  ¿Es obligación alimentarlos con sanguchitos, bebidas, café, sumando otros beneficios y servicios  exclusivos para quienes integran ese excelentísimo Congreso de la Nación? ¿Ahorraríamos dinero consumiendo menos energía eléctrica, gas y toda otra tarea innecesaria? ¿Merecen cobrar 9 millones de pesos de sueldo mensual sin concurrir diariamente y/o cumplir horarios al igual que todos los trabajadores? Personalmente opino que no, con la mitad de senadores, diputados y empleados el país marcharía mejor, con más agilidad en el cumplimiento de su deber que ahora. Urgente necesita la República Argentina leyes que nos beneficien a todos, no a unos pocos, y para ser creíbles en todos los países a quienes recurrimos pidiendo ayuda. Y si todas las provincias imitaran esta decisión ahorraríamos millones de  pesos para solucionar todos los otros problemas, en especial, alimentos para los más necesitados. Seguramente razonan en esos otros países, luego de escucharnos: “si se pelean entre ellos, no se ponen de acuerdo y uno trata de perjudicar al otro, la respuesta es no”. Todos esos dineros ayudarían para mejorar los sueldos y necesidades de los jubilados y pensionados en todo el país.

Ángel Ricardo Salguero                                   

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