Lo hacemos por amor. Para saludar y despedirnos. Para darnos suerte. Para demostrar cariño. Los hay apasionados, tiernos, reconciliadores. El beso está tan presente en nuestra vida que nunca nos detenemos a pensar en el acto de besar, en todo lo que implica presionar los labios contra los de otra persona y, en algunos casos, intercambiar saliva.

Besarse provoca una reacción química en el cerebro, que incluye un estallido de la hormona oxitocina. Se la conoce como la “hormona del amor” porque despierta sentimientos de afecto y apego. Este acto, además, estimula la liberación de endorfinas, que provocan una sensación placentera, actúan como antídoto para la depresión, la angustia, el desánimo y la tristeza. Un buen beso moviliza los músculos faciales, ayuda a quemar calorías y acelera el ritmo del corazón.

La pandemia que (casi) mató los besos

Son muchos los beneficios. Aunque también conocemos que a través del beso se pueden contagiar diferentes patologías: bacterias y virus respiratorios principalmente. Nadie puede negar que la boca es un foco de transmisión de enfermedades. La pandemia por covid 19 se encargó de dejarlo más que claro.

¿Y qué pasa con la salud bucal? Hay muchos mitos dando vueltas por internet. ¿La saliva es el vehículo perfecto para que viajen las caries de una boca a otra? ¿O, por el contrario, un beso puede ayudar a prevenirlas? ¿Qué pasa con la calidad del esmalte dental?

La odontóloga Mabel Jorrat, presidenta del Ateneo Tucumano, desmitificó algunas ideas que se transmiten de generación en generación sobre cómo los besos pueden afectar o beneficiar la salud bucal. “Contrariamente a la creencia popular, los besos no contagian las caries. Y tampoco las previenen”, aclaró.

“Es importante distinguir entre enfermedades virales y problemas dentales. Los besos solo pueden transmitir virus, no son responsables de contagiar enfermedades periodontales”, insiste.

La explicación es esta: la caries es una enfermedad multifactorial. Intervienen factores tales como la dieta, la higiene bucal y la predisposición genética.

Si en una pareja, por ejemplo, uno tiene caries y el otro mantiene una correcta higiene oral y visita regularmente al dentista, puede estar tranquilo: no tiene por qué existir contagio.

Cómo actúa la placa bacteriana

“La caries se genera por una placa bacteriana que se organiza a partir de las 24 horas. En el esmalte se produce, además, un proceso de desmineralización por el ácido que generan los microorganismos. Si la persona tiene una exhaustiva y minuciosa higiene una vez al día es suficiente, porque no le da tiempo a los microorganismos de la placa bacteriana a que se organicen, maduren y empiecen a generar los ácidos”, remarca la especialista. Aclara que se entiende por higiene bucal correcta: un buen cepillado, uso de hilo dental y hasta un buche fluorado.

Jorrat comentó, además, cuál es el papel de la saliva. “Es determinante para nuestra salud. El alimento no se pega en todas partes de la cavidad bucal gracias a la saliva. La persona que no segrega la cantidad suficiente tiene serios problemas en cuanto a la incidencia de caries y a lastimados que se generan en el interior de la cavidad. Es un problema, además, para deglutir y para hablar correctamente”, apuntó.

Otro mito

Una de las creencias que circula por las redes es que besar estimula el flujo de saliva, y este hecho previene la aparición de caries, ya que la saliva posee propiedades antibacterianas. Además, se dice que contribuye a fortalecer el esmalte de los dientes.

“El beso es una manifestación de afecto y puede generar sensaciones positivas, pero no es un método efectivo para prevenir problemas dentales”, aclaró Jorrat.

Por otro lado, la acción de besar no fortalece las encías de ninguna manera, remarcó. Tampoco alivia el dolor de muelas ni puede fortalecer el esmalte. El único modo de hacerlo más duro y resistente es a través de métodos de terapia local como la aplicación tópica de flúor.

En detalle

“Con el beso se activan más de 30 músculos faciales, 17 de ellos relacionados con la lengua. Se transfieren nueve miligramos de agua, otros 0,18 de sustancias orgánicas, 0,7 de materias grasas, 0,45 de sales minerales; se queman en tres minutos, 15 calorías, además de intercambiar fluidos. Se piensa que en una vida pasamos dos semanas besándonos”, explica la doctora Amelia del Sueldo Padilla, médica sexóloga, presidenta de la Asociación Argentina de Sexología y Educación Sexual (AASES).

“Sabemos que con el beso aumenta la oxitocina y dopamina, disminuye el cortisol, el ritmo cardíaco se acelera, se libera adrenalina, baja el colesterol y se refuerza el sistema inmunitario. Se liberan las hormonas que tienen que ver con el enamoramiento, el orgasmo, el parto, el amamantamiento y la disminución del estrés, y se asocia con la afectividad, la ternura, el tocar y acariciar”, añade.

Según la especialista, el beso, antes que nada, es placer. Para tener una idea, da más detalles: las terminaciones nerviosas que se activan en este acto involucran el tamaño de un área cerebral más grande que la relacionada con los genitales.

“Mas allá del intercambio químico complejo de este gesto cotidiano y tan extendido, para algunas personas besarse representa un intercambio de sensaciones y emociones muy profundas”, apunta.

Del Sueldo Padilla se pregunta: ¿quién puede pensar en el intercambio de bacterias y virus que se producen en el beso? “Vivimos mejor y vivimos más gracias a los buenos besos. Los que empiezan el día chocanco labios lo hacen con una actitud más positiva y con buena energía. Sí, besar significa cuidarse en salud”, resume. Y, por último, recalca el poder terapéutico y psicológico del beso, porque a través de él hay una demostración de cariño, de amor, de respeto, de amistad.

Curiosidades

¿A qué se asociaba el beso en las sociedades prehistóricas?

Uno de los más famosos es el apasionado beso en Times Squere, entre el marinero y la enfermera, en 1945 mientras se celebraba el final de la Segunda Guerra Mundial. Es uno de los gestos más sencillos y verdaderos para mostrar amor y cariño y está presente en nuestra civilización desde hace miles de años.

“El beso tiene significados diferentes según las culturas, las épocas y las personas. Si nos remitimos a la antigüedad lo asociamos a la costumbre en sociedades prehistóricas, en las que las madres alimentaban a sus bebés dándoles con la boca los alimentos ya masticados. También dicen que el beso es una prolongación de la lactancia. Como sea, está presente en nuestra sociocultura desde épocas remotas, y a través del mismo se explicaron cambios en la política, en la religión y en el sistema de valores”, explica la sexóloga Amelia del Sueldo Padilla.

“¿Qué supone el beso para las personas? Jean-Luc Tournier, autor de la Pequeña Enciclopedia del Beso, reconoció que no hay acto alguno que permita una implicación voluntaria del ser tan total como el beso”, expone la especialista.  

El deseo de besar tiene un nombre científico: filemamanía. Filematología es la ciencia que estudia por qué nos besamos y la filematofobia es el miedo a besar o ser besado.  “¡Con un beso se comunican tantas cosas! Según Desmond Morris, autor de ‘Innate behaviour’, a través del beso los amantes desarrollan una mayor propensión a crear lazos fuertes, lo que incluye el deseo de formar una familia. Parece que esta combinación de estado sólido (el tacto), líquido (saliva) y gaseoso (aliento) producen una herramienta de interacción social poderosa. Por eso mismo es frecuente escuchar, si no sentí nada en el primer beso, es difícil remontarlo luego”, concluyó.