Por Daniel Dessein

Para LA GACETA - BUENOS AIRES

Noviembre de 2018. Viajo, por casualidad, junto a Edgardo Cozarinsky, en asientos contiguos, en un vuelo rumbo a Bogotá. Va a recibir el premio de cuento García Márquez, el galardón más relevante del género en el mundo de habla hispana, quizás el reconocimiento más destacado en la vida del autor. Pero Cozarinsky, con un pudor que intenta disimular, le resta importancia. Lo ha ganado por En el último trago nos vamos, libro con relatos extraordinarios sobre la vejez, la memoria y el sentido de la vida.

Faltan pocas semanas para que cumpla 80 años. Su vida cambió a partir de un diagnóstico de cáncer, a fines de los 90, con el que estimaba que no le quedaba mucho tiempo. A esa altura había filmado mucho; había publicado Vudú urbano, gran libro, pero poco más. En los 20 años que siguieron al pronóstico médico fallido publicó más de 20 libros. Por algunos de ellos fue considerado una de las mejores plumas de nuestro país. En el viaje no quiere hablar de su obra. Me habla de mi padre, de LA GACETA Literaria y sus colaboradores. También, con desilusión, del lugar que ocupa la cultura en nuestro país.

Se fue uno de nuestros grandes escritores y cineastas. Queda una obra, en la que siempre hay lugar para un trago más, antes de irnos.

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