Pablo Zelaya Huerta no ganó medallas. Tampoco logró récords o ni su nombre aparece en ningún libro. No. Lejos de eso, consiguió un éxito más simple que cada vez parece más cuesta arriba para las futuras generaciones: convertir su hobby en una profesión. La montaña es su gran pasión desde los 13 años; la absorbió por completo a tal punto de que creó un estilo de vida a partir de ella. Hoy, los kilómetros recorridos son parte de la experiencia: el Everest (8.849 metros), el Aconcagua (6.961), el Mont Blanc (4.809) y el Breithorn (4.160) son parte de su extenso historial de ruta.
Las experiencias del montañista no tienen fin. En 2011, intentó cruzar los Nevados del Aconquija junto a su amigo Alejandro Sorondo pero fueron sorprendidos por fuertes vientos en medio de la noche y estuvieron varios días perdidos. Zelaya Huerta logró sobrevivir pese a sufrir múltiples y graves fracturas; Sorondo fue encontrado días después sin vida en la montaña por un grupo de rescatistas.
Hoy instalado en Log Pod Magartom, un pequeño pueblo ubicado en el noroeste de Eslovenia, encontró una cultura que lo sorprendió. “Es una pequeña zona urbanizada que está dentro del Parque Nacional Triglav. Son 25 vecinos que están distribuidos en distintas cabañas”, cuenta Zelaya, que se instaló hace ocho años en la zona balcánica.
La selección de la ubicación no fue una casualidad. “Es un lugar estratégico para poder desarrollar mi profesión, que es guía de montañistas. La ventaja de donde estoy es que se ubica en el medio de los Alpes Julianos. Es un punto que te conecta con lo que sería Francia, Suiza y con las cimas Grossglockner, que están en Austria”, explica. Sobre su profesión, asegura que no sólo se trata de trekking o de escaladas. “También trabajo con todo lo relacionado al sky y otras actividades que se desarrollan en la montaña. Hice varios cursos para ejercer aquí y tengo varias certificaciones internacionales. Argentina, en ese sentido, todavía está muy atrás”, puntualiza.
La situación económica del país en el que vive actualmente tampoco es la mejor. “Eslovenia es uno de los que tienen los peores salarios de la Unión Europea. No pasan de los 1.200 o 1.500 euros. En mi caso, lo elegí porque es económico pero mis clientes no son eslovenos. La mayoría vienen de Bélgica, de Alemania, de Luxemburgo o de otros países que tienen un mayor poder adquisitivo. Ellos vienen para acá porque es un sector económico de los Alpes; intentó captarlos como clientes para realizar distintas expediciones por el resto del mundo”, reconoce antes de confesar que todavía no maneja el esloveno. “Sólo sé un 10% del idioma. Es lo básico para poder hacer las compras o moverme, pero no mucho más. Siempre habló en inglés. Tanto con otros colegas como con mis clientes".
Zelaya Huerta asegura que Eslovenia no es un país “joven”. Si bien declaró su independencia de la antigua Yugoslavia en 1.991, el protagonista comenta que en cada rincón se respira historia. “El parque tiene dos bosques que pertenecían al extinto imperio austro-húngaro. También hay sectores con minas y bunkers italianos y varios de los senderos que hoy recorremos fueron construidos durante la guerra para cruzar esta zona”, describe. “Muchos utilizan detectores de metales para buscar vestigios como cascos, granadas o navajas con los nombres de los soldados. En mi caso, lo más fantástico que encontré fue un bote de penicilina que estaba a un metro y medio de profundidad. El líquido estaba evaporado pero lo curioso es que estaba sin abrir. Incluso, tenía la tapita sin tocar”, agrega.
La guerra también es un tema muy presente dentro de la sociedad eslovena. Tal es así que intentan tener las mayores precauciones posibles en caso de atravesar un conflicto bélico. “El valle donde vivo tuvo 12 batallas. ¡Una locura! Nosotros vemos como una catástrofe lo que pasó en Malvinas; pero imagínate lo que es para esta gente que lo vivió un montón de veces. Somos muy jóvenes los argentinos en ese sentido. En los fondos de las casas, la gente guarda máscaras de la Segunda Guerra, colchones y sofás... Acumulan todo porque ya saben lo que es vivir la hambruna y la desgracia”, indica. “La gente es muy cerrada pero respeta mucho la propiedad del otro. No hay robos ni inseguridad y todo está bajo control de los militares. El sistema sanitario es gratuito. También cada persona tiene una parcela para cortar leña y la gente respeta a rajatabla eso. No se abusan como pasaría en Argentina. Sin embargo, lo que más me sorprendió es cómo utilizan los helicópteros, porque las evacuaciones son inmediatas. Eso está relacionado con que son todos pueblos con baja densidad de población”, añade.
La "cumbre" para Zelaya Huerta fue poder ayudar a su amigo
Zelaya también recordó que el Everest supuso uno de los retos más difíciles de su vida. “Una vez subí para ayudar a un amigo mexicano que se llama Luis Álvarez”. El tucumano logró ascender hasta los 7.400 metros. Sin embargo, con temperaturas superiores a los 50 grados bajo cero, se le congelaron los brazos y las piernas, y decidió bajar al campamento para recuperarse y poder regresar a casa. Cuando estaba armando los bolsos, un llamado por radio de su amigo cambió todos sus planes. Álvarez, luego de haber hecho cima quedó ciego por haberse sacado los anteojos de sol. El sol, a 8.300 metros de altura, le había quemado las retinas. “El grupo que iba con él lo dejó tirado en medio de la travesía. Yo estaba abajo y no dudé ni un segundo en subir para poder bajarlo. Entre la subida y la bajada tardé 11 horas. Eso me marcó mucho porque para bajarlo con vida era mi cima; más que la real. No se puede ir contra lo humano”, asegura, aunque todavía quedan desafíos pendientes en su carrera. “Quiero ir al Polo Sur. Pero es más reto juntar el dinero o buscar el sponsor que la actividad deportiva que uno lo puede hacer porque cuenta con las capacidades físicas. Cuesta demasiado para cualquier deportista que no hace un deporte clásico como el fútbol”, puntualiza.
Por otro lado, dice que la familia tiene un rol protagónico en sus decisiones. “Mi meta es estar al lado de mis cinco hijos y verlos crecer. Tres viven en Argentina y dos en Eslovenia”, comenta. “Uno hace rugby, una de mis hijas gimnasia artística y la más chica hace running. Todos tienen una vida muy activa con el deporte. Pero siempre que los veo intentó que salgan de la cotidianidad y del celular. Los llevó al bosque e intentó que conozcan este estilo de vida”.
Zelaya Huerta tiene claro su horizonte: la montaña es su gran amiga y a la que no cambiaría por nada. Aunque la vida le dejó una enseñanza que lleva inscripta como mantra: “Es más difícil ser buena persona que subir al Everest”, sentencia con la esperanza de seguir escalando los más altos picos del mundo.