“No todo es plata y privilegios. La casta tiene que ver con cómo se enquistan los políticos y qué grado de relación o de conocimiento tienen de los verdaderos problemas de la gente”, apunta Marcela Tejerina. Se sabe que ese concepto, el de casta, es protagonista de la vida política argentina en los últimos años. Eso sí: empleado de las más diversas maneras, en función de quién y de cómo lo enuncie. Pero lo que hizo Tejerina es buscar sus raíces y para eso viajó a la etapa fundacional del país. El resultado es un libro (“La casta antes de la ‘casta’-La política y los políticos en los comienzos de la historia argentina (1810-1832)), editado por el sello rosarino Prohistoria.

Tejerina es Doctora en Historia por la Universidad del Sur y desde Bahía Blanca desandó en auto la ruta hasta Tucumán. Un tirón larguísimo, motivado por su participación en el Encuentro de Historia Regional organizado en la provincia. Y llegó con los libros bajo el brazo, teniendo en cuenta que la presentación se realizo en la sede del Ises, con el aporte de su colega Gabriela Lupiáñez. En el interín de esa agenda nutrida se dio la charla con LA GACETA, una experiencia reveladora. Porque de las “castas” está claro que la Argentina viene hablando desde el 25 de mayo de 1810.

- ¿A qué nos referimos cuando hablamos de casta?

- Ya en la colonia se utilizaba el término, sobre todo para identificar a los distintos grupos que surgían de la mezcla de razas; mezclas que daban lugar a a una clasificación amplísima. Por ejemplo, tenemos el tema de las castas en la India, ¿no? Hablando en términos coloquiales, cuando uno plantea el término de casta se refiere a un grupo que tiene determinados privilegios, a los que el resto de las personas no accede, y que por esa razón se diferencian de ellos. Es un grupo cerrado y dominante, por supuesto.

- ¿Y cómo llegás a ese concepto en tu investigación?

- Uno tiene una mirada de los héroes de la independencia, de la Revolución de Mayo y de todos los que participaron, pero está la pregunta: ¿de qué vivían? Empecé a indagar sobre las dietas de los diputados y cómo se establecían las discusiones sobre este tema, que fueron muchísimas. Con la Primera Junta, la Junta Grande y la Asamblea del año XIII empieza a plantearse esta noción de una nueva función, de una nueva forma de hacer política, y que debía sostenerse económicamente.

- ¿Cuáles fueron las primeras manifestaciones en ese sentido?

- En el marco de las investigaciones leí un texto de Tulio Halperin Donghi y él plantea que los revolucionarios reaccionan contra la posibilidad de una nueva “casta de mandones”. Sobre fines de la época colonial, la monarquía intentaba ordenar sus posesiones y los mandones eran los funcionarios que enviaban directamente desde la península para que no tuvieran demasiados contactos en el lugar. Se habían producido levantamientos en el Perú y demás; es decir que había que organizar esto.

- ¿Y aparecen las primeras tensiones?

- En 1811, en plena disputa entre saavedristas y morenistas, hay una movida muy importante que llega desde las orillas de Buenos Aires. No llega a ser una asonada, es el pueblo que se reúne en la plaza y hace una serie de peticiones en contra de varios morenistas, que eran los más revolucionarios, los más radicales. Moreno ya había muerto, pero estaba la Sociedad Patriótica moviendo las alas, y los saavedristas eran más cautos, estaban viendo qué pasaba. Y lo que piden esos orilleros es que se destierre a los morenistas y que a los militares que estaban en contacto con ese grupo les quiten los sueldos. Era la presión de una opinión pública plebeya, a la que la Revolución había sabido alertar contra los peligros de una nueva casta de funcionarios.

- ¿Qué había sucedido hasta ese momento?

- Lo que buscan los revolucionarios es terminar con esos privilegios que habían tenido los funcionarios españoles. Por ejemplo, está el decreto de supresión de honores de Mariano Moreno. En una celebración por el éxito de una batalla, Saavedra había recibido una corona de laureles. Bueno, Moreno saca este decreto que indica que ningún miembro de la Junta puede ser diferenciado de cualquier otro ciudadano. Pero también dice que las mujeres de los funcionarios tampoco pueden tener un trato preferencial, y que las entradas para las fiestas se las debía pagar cada funcionario. A través de ese decreto se ven los privilegios que tenían los funcionarios y la población pedía que se terminasen.

- ¿Cómo siguió la historia?

- Pocos años después de la Revolución de Mayo se dan cuenta de que hace falta un gobierno central, único, no un triunvirato ni una junta. Entonces se elige un director supremo como Carlos María de Alvear, con lo que se rompió todo ese ideal de igualdad, porque tenía un poder férreo. Entonces vamos y venimos; vamos y venimos.

- ¿Cómo se fue estructurando ese nuevo grupo de funcionarios públicos?

- Durante la década de 1810, en el marco de lo que se ha llamado la carrera de la revolución, muchos militares entran a la política. También muchos miembros de la iglesia, porque aparte son los más letrados; y también muchos letrados. Esas personas van a representar a sus pueblos en distintas instancias de decisión política. Primera la Asamblea del año XIII, luego el Congreso de Tucumán. Y ahí el gran problema es quién les paga y cuánto les paga.

- El bolsillo mandaba...

- Juan Martín de Pueyrredón había sido exiliado en San Luis y hay una carta divina en la que dice: “¿quién me va a pagar a mí esto? El traslado con mi familia, tengo que comprar un carro para viajar, no puedo.,.”

- ¿Cuáles son las fuerzas que juegan en este escenario?

- Empieza a aparecer el Gobierno de Buenos Aires, que es el que está en mejores condiciones por la Aduana y por el comercio atlántico que se había abierto. Tenían esos ingresos para financiar a los pueblos. Pero, ¿quién tenía que pagar los viajes? ¿Buenos Aires? ¿Por qué? Si Buenos Aires tenía la misma jerarquía que Mendoza, que Córdoba, que Tucumán, que San Luis. Ahí se arman las problemáticas políticas y las presiones, porque lo que el gobierno porteño va a tratar de utilizar es yo te doy, pero vos me das.

- Pasaron más de 200 años y las cosas no han cambiado...

- Es muy impresionante cómo empiezan a construirse prácticas políticas, aunque muchas venían de la colonia, como la utilización de las redes de patronazgo, las redes clientelares y las relaciones entre las distintas familias. Los principios de la modernidad marcan que hay que terminar con todo eso, pero entra en tensión el querer ser y el poder ser.

- ¿A dónde llevó todo esto?

- La política, el poder, se traslada al gobierno, a la administración, y alguien lo tiene que pagar. Y además tiene que ser eficaz. A partir de 1820, cuando cae el gobierno central empiezan a organizarse las provincias en forma autónoma. Y luego llega el Congreso de 1824-1827, cuando ya la coyuntura es distinta. Son imperdibles las discusiones que se dan ahí sobre las dietas, pero también están hablando de cubrirse y de que no se forma una casta de políticos.

- Con ejemplos de esas discusiones, ¿cuáles eran las posturas?

- Tomo la figura de Juan José Paso, que también era casta (risas), porque desde 1810 siempre aparecía en distintos cargos. Y él lo plantean así: ¿cuánto hay que pagar? ¿Quién tiene que pagar? Porque si paga la Nación, los diputados de los pueblos van a hacer lo que la Nación dice, o sea, el Congreso o el Poder Ejecutivo. Pero el congreso estaba dominado por los porteños, que no faltaban a las sesiones, estaban todos. Y a la vez los porteños sabían que necesitaban legitimar lo que estaban haciendo, porque si no después todo se les iba a venir encima, que fue lo que pasó. Paso dice: “está bien, vamos a pagar. Pero temamos grabar mucho a los infelices por nuestro beneficio o conveniencia. No sea que se diga que la revolución se ha hecho para nosotros y no para ellos”. El tipo la tiene clara.

- ¿Cómo justificó Paso esa postura?

- Agrega: “no quiero decir que la asignación de 2.500 pesos puede ser un objeto de especulación ni un motivo para que el hombre aspire a venir. Pero esto, el sueldo, junto a la decoración, a la investidura, al crédito (...) hará que los hombres aspiren e intriguen. ¿Y qué resultará de aquí? Que el pueblo no pondrá tanto la vista sobre las mejores calidades y se rendirá a los empeños y sugestiones que se puedan hacer para obligarle a dar su voto por tal o tal persona. De consiguiente, habrá menos libertad en las elecciones y se introducirán en ellas vicios que las desmoralicen. Y al mismo tiempo, se privará la representación de aquellas personas que con mejores calidades, pero menos valimiento, no podrán venir a llenar los empleos que otros han ocupado”. Es una descripción perfecta.

- ¿Y en qué quedaron?

- Ellos tenían en cuenta todas esas variables, las discutieron un año, miraron todo, pensaron todo. Bueno, luego las circunstancias, la guerra con el Brasil y las distintas coyunturas, hicieron que finalmente se les asignara el sueldo y esto pasara.

- Tampoco cambió con el rosismo, ¿no?

- Cuando Rosas asume como gobernador de Buenos Aires en 1831 se hace un pacto y se habla de formar un congreso constituyente. Pero ahí vuelve el problema. Empieza la pelea con Corrientes, que dice que la Aduana no le corresponde a Buenos Aires, sino a todo el país. Finalmente, lo que hace Rosas es disolver la comisión y dice: “en el estado de pobreza en que las agitaciones políticas han puesto a todos los pueblos, ¿quiénes y con qué fondos podrán costear la reunión y permanencia de ese Congreso? Ni menos de la administración general. ¿Con qué fondos van a contar para el pago de la deuda exterior nacional invertida en atenciones de toda la república, y cuyo cobro será lo primero que tendrá encima luego que se elija dicha administración? Fuera de que si en la actualidad apenas se encuentran hombres para el gobierno particular de cada provincia, ¿de dónde se sacarán los que hayan de dirigir toda la República?” Es decir, no hay dinero, no hay hombres.

- ¿Cuál es tu conclusión?

- Las cuestiones atinentes al honor de la representación, gratuidad de la actividad o requisito de una propiedad, se mezclaban con la desconfianza de promover la formación de una casta de políticos que utilizaran el cargo en beneficio propio, y solo estuvieran preocupados por el crecimiento de su fortuna personal. La escasez de hombres formados y con vocación política tampoco había contribuido a encontrar una solución. La reconstrucción de estas experiencias, desde la voz de los propios actores ha permitido que nos aproximemos a gran parte de los condicionamientos materiales y simbólicos que rodearon los primeros tiempos de la organización nacional.

- ¿Y qué sucedió con esos condicionamientos?

- Muchos de ellos, si bien resignificados, aún continúan vigentes. Esto constituye un panorama bastante desalentador. Pero recurriendo a lo sucedido en aquellos tiempos también podemos pensar en que no todo está perdido. En nuestras manos está la posibilidad de pensar un país. Ellos pensaron un país, bien o mal, uno puede estar de acuerdo o no, pero tuvieron una visión, trabajaron para eso y buscaron los resortes que pudieran concretar esa visión que tenían.