“A los damnificados les puedo pedir perdón. Les digo que a partir de junio de 2024 si me permiten trabajar, porque tengo la capacidad, devuelvo la plata en uno, dos o tres años. Simplemente voy a seguir adelante. No voy a levantar la mano haciéndome cargo de algo que no hice”, aseguró Leonardo Cositorto al final del documental “El vendedor de ilusiones: El Caso Generación Zoe” que narra desde una óptica diferente la mayor estafa que fue ideada en nuestro país en los últimos tiempos.

El filme, que forma parte de la nutrida cartelera de Netflix sobre este tipo de producciones, dirigido por Matías Gueilburt y producido por Sebastián Gamba y Julián Rousso, rompe el molde de los documentales de estas características. Está dividida en cuatro partes. En una explican los detalles de la vida de Cositorto, el ex vendedor de libros que de la nada se hizo multimillonario y logró literalmente vender arena en el desierto.

Después cuenta la historia del ejército de seguidores que abandonaron sus proyectos y trabajos para formar parte de la empresa de este pastor de las inversiones. Obviamente reúne a los damnificados que calificaron la experiencia que vivieron como una montaña rusa y también a los que aseguraron que perdieron, además del dinero, parejas, familias y hasta la vida porque muchos ingresaron en un estado depresivo que terminó en un suicidio.

Lo novedoso del caso es la manera que relata la caída de Generación Zoe. Para ello eligió tres figuras: la del periodista de “El Diario del Centro” Sergio Vaudagnotto que escribió la primera nota denunciando las irregularidades de la empresa; la del especialista en informática Javier Smaldone que descubrió que varios tuiteros alertaban sobre las maniobras; y la fiscala Juliana Compañy que investigó el caso.

La historia

“Vendedor de ilusiones…” cuenta cómo Cositorto comenzó de la nada una empresa en 2017. Una firma que nació como una academia para formar traders que ganaban plata mientras estudiaban. Una idea que explotó en los tiempos de la pandemia. Una plataforma que vio la luz en la localidad de Villa María, pero terminó abriendo más de 65 sucursales en 17 diferentes países de América y Europa.

La serie deja al descubierto los negocios que realizó el líder de Generación Zoe. Además de las falsas compras de criptomonedas, en el documental aparecen las inversiones que realizó en concesionarias de vehículos de alta gama, una hamburguesería, minería, proyectos inmobiliarios y hasta el gerenciamiento de clubes de fútbol, entre ellos Deportivo Español.

EL ACUSADO. Leonardo Cositorto está detenido esperando ser enjuiciado.

Esos emprendimientos actuaban como llamadores. Los ahorristas que recibían desde un 7,5% por mes de interés por los dólares que invertían, nunca observaron luces de alarma. Nunca sospecharon que algo malo estaba sucediendo cuando en diciembre de 2021 ofreció un nuevo producto: la persona que invertía, por ejemplo, U$S 1.000, en cuatro meses recibiría U$S 2.500, es decir, un 150% en intereses. Para los investigadores, ese fue el anzuelo para reunir plata y huir del país.

El documental también relata el principio del fin de Generación Zoe. A partir de febrero de 2022 comenzaron los problemas con los ahorristas que no podían cobrar los intereses que debían percibir y, mucho menos, retirar el dinero que habían invertido. También detalla cómo Cositorto, desde distintos lugares del mundo, se defendía de los ataques y continuaba con sus promesas.

Todo terminó con una denuncia y la detención de los ejecutivos Maximiliano Batista, Claudio Álvarez y Silvia Fermani. Cositorto fue arrestado en un exclusivo country de República Dominicana meses después. Todos ellos están detenidos en una cárcel de Córdoba esperando ser enjuiciados.

La venezolana Rosa María González Rincón está prófuga. Aunque en el documental no se dice nada de ella, muchos apuntan que fue la que se apoderó de las últimas inversiones que captó Generación Zoe. El ex juez cordobés Héctor Luis Yrimia, pese a que tiene una orden de detención en su contra, reside en Dubai, donde trabaja para una empresa de criptomonedas. Hay decenas de imputados en todo el mundo que siguen el proceso en libertad. Ellos trabajan en otras empresas similares o crearon las suyas.

Balance y mensajes

La fiscala Compañy logró reunir 176 causas en contra de Cositorto y sus socios a los que acusó de asociación ilícita y de estafa. Estimó que el monto total de la defraudación de Generación Zoe llega a unos U$S 120 millones. Smaldone, que investigó a los procesados, estimó que superarían los U$S 240 millones. “Pero si alguien me dice que son U$S 400, está bien”, afirmó en el documental.

“El vendedor de ilusiones…” se anota otro logro en las entrevistas a los acusados. A grandes rasgos, Cositorto se siente una víctima del sistema corrupto integrado por el sistema financiero, político y periodístico que no entienden su filosofía de que la gente puede ser feliz invirtiendo fuera del sistema tradicional para concretar sus sueños.

Esa insólita teoría también fue respaldada por Batista, uno de los máximos colaboradores del creador de Generación Zoe. “No siento responsabilidad por lo que pasó. Una empresa que vos atacás, que vos lastimás... ¿Qué empresa puede aguantar? ¿Qué empresa puede ser confiable? Nunca pensé que Zoe fuese una estafa. Tampoco lo pienso que sea ahora. Creo que el sistema, el mundo nos hizo una mala jugada. Y creo que esa mala jugada la estoy pagando aquí adentro”, sostuvo en el documental.

Aprendizaje

Esta obra también tiene otro mensaje. “Creo que está latente en todos nosotros la posibilidad de ser engañados. Y que siempre habrá una organización de este tipo intentando encontrarnos, buscando el punto débil para captarnos, para tirarnos el anzuelo en el lugar porque sabe que vamos a morderlo”, sostuvo el periodista Vaudagnotto.

“Muchos me preguntan por qué seguís con esto. Zoe ya cayó. A Cositorto nadie le va a creer y nadie le va a entregar dinero. Pero hay un montón de estafas parecidas. Entonces por ahí estaría bueno que esto sirviera para crear cierta conciencia y que la gente esté un poquito más avivada”, apuntó Smaldone.

La fiscala Compañy también aportó lo suyo. “Después de la pandemia hubo un crecimiento exponencial de todo tipo de estafas, sobre todo las virtuales. Las penas son muy bajas, entonces no pasa nada. Muchos quedan en libertad y se quedan con millones de las estafas que cometieron. No hay una sanción legítima y no hay sanción fuerte para que ellos hagan este tipo de maniobra”, sentenció.