Entre 10 y 14 °C si es un tinto joven, entre 16 y 18 °C si es un vino de reserva y entre 4 y 5 °C si se trata de un vino blanco. Pero, ¿vino caliente? Seguro cause sorpresa, pero los habitantes del Imperio Romano estaban habituados a tomar el vino en estas condiciones para curar el resfrío.

De hecho, el brebaje era considerado un remedio casero no solo para la congestión, sino que también se utilizaba para mejorar la digestión de una forma rápida. La tradición data del año 20 d. C. y sigue practicándose en lugares como España.

Vino caliente para combatir el resfrío

Glögg, grzaniec, mulled wine, glühwein y ponche sueco son algunos de los nombres con los que también se conoce a esta bebida. Aunque suene simplemente como calentar y tomar vino, tiene una preparación apenas más compleja de tres pasos.

Los ingredientes para preparar la infusión son:

- Una botella de vino tinto

- La cáscara de un limón

- Una naranja

- 100 gramos de azúcar

- Cuatro clavos de olor

- Un palito de canela

- Un trozo de raíz de jengibre

Para prepararlo, en primer lugar se deben colocar todos los ingredientes en una olla grande. Calentar a fuego medio hasta que empiecen a hervir y luego pasar a fuego mínimo. Tapar para que la mezcla repose durante 20 minutos.

Por último, se sugiere pasar el líquido por un colador para eliminar los posibles restos -como las semillas de la naranja o la cáscara de limón- y servirlo caliente o tibio para tomar en el momento.

Las propiedades del vino caliente

En primer lugar, cabe destacar que el vino contiene propiedades antivirales que combaten el desarrllo de la gripe y los resfríos. Además, contiene polifenoles que aportan grandes beneficios a la salud como mejorar el perfil lipídico y atenuar la oxidación de las lipoproteínas de baja densidad.

El vino también reduce el riesgo de demencia y de sufrir alteraciones orgánicas como aneurismas, contribuye a fortalecer los huesos y evitar la fragilidad ósea y mejora la circulación sanguínea ya que funciona como vasodilatador.