Subidos a los andamios que cubren la fachada de San Francisco trabajan profesionales de distintas áreas. Están hermanados por una misión: terminar a tiempo la refacción del frente de la iglesia, con la fecha del 9 de julio en el horizonte. Ese día está previsto que se corra el telón y los tucumanos puedan apreciar el resultado de tantos años de labor. Entre ese nutrido grupo de orfebres del patrimonio se mueve el equipo de escultores que coordina Jaime Pereyra. Lo acompañan Fernanda Coronel, Mario Díaz, María Pedraza y el artista plástico Roberto Fuentes Becerra. Los ocupan los pequeños detalles, la recuperación pieza por pieza de los elementos que decoran el histórico frente del templo.
La parte superior de la fachada, coronada por el campanario, está lista y pintada. Ahora se avanza en los sectores medio e inferior de la construcción, cruzando los dedos para que la lluvia no demore la planificación. Los especialistas van encontrando en ese espacio distintos desafíos, según explica Pereyra, que está a cargo de la cátedra de Escultura de la Escuela de Bellas Artes (UNT) y ya afrontó restauraciones en la Casa Sucar, en la Facultad de Derecho y en la iglesia Nuestra Señora del Valle, de Yerba Buena. “Pero nunca en un edificio tan antiguo como San Francisco”, destaca.
Comenta Pereyra que la naturaleza del trabajo que abordaron corresponde a lo que hacían los antiguos frentistas, un oficio que desapareció cuando cambiaron las tendencias en la construcción. Entonces son los escultores los que están capacitados para ocuparse de tareas como la recuperación de capiteles, pilastras y balaustres de yeso, los que abundan en el templo de los franciscanos.
Los capiteles sobre los que opera el equipo son seis, miden poco menos de un metro y están dotados de numerosos ornamentos, como hojas de acanto, volutas y collarinos. “Los más deteriorados son los que dan al sur, debido a las lluvias, Los castigaron la humedad, el agua y las filtraciones entre las capas de pintura -describe Pereyra-. Algunos ornamentos pudieron repararse, a otros hubo que reponerlos. Lo más díficil fue, justamente, encontrar los modelos para que queden exactamente iguales a los originales”. En consecuencia, parte del trabajo se hace in situ, sobre el andamio, y otra es posible desarrollarla en el taller.
En cuanto a los balaustres, fue necesario reponer 14 de los 30 que componen el conjunto. “Los demás pudieron restaurarse”, consigna Pereyra. También debieron intervenir sobre el escudo, ya que estaba dañado el mortero que lo sujeta al muro, y para eso rellenaron el espacio con fijaciones metálicas. En cuanto a la imagen de la Virgen, que está hecha de cemento, es mucho más nueva que el resto y por eso sólo es necesaria una limpieza a fondo.
Antes de tocar estas piezas, tan delicadas a causa del precario estado que revestía la fachada de San Francisco, Pereyra y su equipo se abocaron a una minuciosa investigación histórica y arquitectónica. Así analizaron los materiales del siglo XIX que se emplearon en la construcción (de naturaleza orgánica, cuando hoy se utilizan los sintéticos) y cómo armar las moldes para reemplazarlos. En cuestión de semanas, el resultado de esta labor de joyería patrimonial quedará a la vista de los tucumanos.