No debería haberme sorprendido, pero me sigue maravillando lo fácil que fue meterse en la piel de Donald Trump y sus aliados. En febrero de 2019, ya llevaba seis años como editor ejecutivo de The Washington Post. Ese mes, durante la transmisión del Super Bowl, el diario emitió un anuncio de un minuto con la voz en off de Tom Hanks en defensa de la libertad de prensa, en homenaje a los periodistas capturados y asesinados, y que cerraba con el logo del Post y el mensaje “La democracia muere en oscuridad”. El anuncio destacaba el trabajo sólido y a menudo valiente que realizan los periodistas del Post y de otros medios -incluido Bret Baier, de Fox News- porque nuestra intención era remarcar que no era algo que nos afectara solo a nosotros y que el anuncio no era una declaración política.

“Alguien reúne los hechos para contarles la información, sin importar el costo que tenga que pagar”, decía Hanks. “Porque saber nos empodera. Saber nos ayuda a decidir. Saber nos hace libres”.

Pero para el clan Trump, hasta esa idea simple y fundamental de la democracia fue demasiado. El hijo del presidente, Donald Trump Jr., no pudo contenerse. “¿Sabes qué tendrían que hacer los periodistas para ahorrarse millones de dólares en un comercial de #superbowl para ganar una credibilidad inmerecida?”, tuiteó con la típica beligerancia de esa red social. “¿Qué tal si comunican la información y dejan de transmitir sus tonterías izquierdistas?”

Dos años antes -a un mes de la asunción de Trump- el Post había puesto “La democracia muere en la oscuridad” debajo del nombre del diario en la edición impresa, así como en la parte superior de su sitio web y en todos sus productos.

Tal como lo imaginó el dueño del periódico, Jeff Bezos, no se trataba de un eslogan sino una “declaración de nuestra misión”. Y no se trataba de Trump, aunque sus aliados así lo creyeron. El Post venía trabajando en una declaración de misión desde dos años antes de la asunción de Trump: que haya surgido en ese momento simplemente es testimonio del complejo y tortuoso camino hasta encontrar algo suficientemente memorable y significativo como para contar con la aprobación de Bezos.

Bezos, fundador y ahora presidente ejecutivo de Amazon, había adquirido The Washington Post en 2013. A principios de 2015, había expresado su deseo de que el diario tuviera una consigna que resumiera su misión y su propósito: una frase que transmitiera una idea, no un producto, que quedara bien impresa en una remera, que fuera un reclamo exclusivamente nuestro, dado nuestro legado y nuestra sede en la capital de Estados Unidos, y que a la vez fuese aspiracional y disruptivo. “No de un periódico al que quiero suscribirme”, como dijo Bezos, sino más bien “una idea que quiero que me represente”. Y esa idea era: Amamos a este país y por eso le pedimos que rinda cuentas.

*Fragmento de Collision of power.