Gianni Infantino, nuevo-viejo presidente de la FIFA, defendió primero su Mundial de Clubes, de 32 equipos cada cuatro años: “apenas nos ocupamos del 1-2 por ciento de la programación del año y ese dinero lo repartimos entre todas las Federaciones”.

En el Congreso FIFA de este fin de semana en Bangkok, Infantino felicitó luego a Brasil, que le ganó la sede del Mundial Femenino de 2027 a Alemania-Países Bajos-Bélgica y celebrará el primer torneo de mujeres en Sudamérica.

Y, tras un homenaje que recordó la muerte de César Menotti, Infantino anunció que trasladará el caso Palestina al Consejo de la FIFA para una evaluación legal y que deberá tener dictamen antes del 20 de julio.

Palestina solicitó la suspensión de la Federación de Israel. El trasfondo, claro, es el desastre en Gaza, pero el argumento reglamentario se basa ante todo en la presencia de seis clubes en la Liga de Israel y que tienen sede, supuestamente, en territorio palestino. Eso está prohibido por la FIFA.

Luego dio detalles del drama: 161 futbolistas muertos, estadios y sedes de clubes destrozadas, por los siete meses de bombardeos del Ejército israelí a Gaza, represión tras el brutal ataque de Hamas del 7 de octubre pasado.

El reclamo palestino contó con el apoyo de la Confederación Asiática, es decir, más de 50 votos. Supuestamente, a Israel le daban los números para someter el tema a votación, pero la FIFA no tiene el veto de superpotencias que sí existe en la ONU e Infantino evitó la votación enviando el tema al Consejo.

El argumento del reclamo dice también que si la FIFA suspendió a Rusia por la invasión a Ucrania debería hacer lo mismo con Israel. La Federación de Israel calificó de “cínico” el reclamo. Recordó que Israel respondió a un ataque. Pero el conflicto, debe decirse, no comenzó el 7 de octubre. Lleva más de setenta años y guarda enorme asimetría. Y, en el medio, las víctimas. Más del 90 por ciento de un solo lado, no importa, hay víctimas y un reclamo de cese al fuego que no es atendido. ¿Podría el fútbol resolver lo que no puede resolver la política?, se preguntó Infantino.

Describimos al sucesor de Joao Havelange y Sepp Blatter como nuevo-viejo presidente de la FIFA porque Infantino parece recorrer los mismos caminos que criticó de sus predecesores. Obediencia debida, dinero y arbitrariedades, dicen crónicas de los que mejor conocen la FIFA.

Y dan un ejemplo simple: la Copa Mundial de 2034 que Infantino asignó a Arabia Saudita sin siquiera votación. El Mundial 2026, sabemos, será en Estados Unidos, con roles pequeños de México y Canadá y tendrá 48 selecciones. Y el de 2030 comenzará en seis países (Uruguay-Argentina-Paraguay incluidos) para mantenerse luego en la triple sede asignada de España-Portugal-Marruecos. Es cierto, nuestra Liga de 28 equipos puede sonar una exageración. Al lado de la FIFA, no es nada.