El tarot remonta sus orígenes a la etapa final de la Edad Media, y si bien popularmente se lo vincula con la adivinación y con la posibilidad de predecir el futuro, quienes están involucrados en su lectura hablan de que sus imágenes son referencias que sirven para repensar la vida. Las cartas no dan respuestas, sino que ellas vienen desde adentro de cada uno.

En el mazo tradicional, el número 13 está reservado a la figura de la Muerte, que en su dibujo original del Tarot de Marsella (el más famoso de todos los siglos, con 78 cartas, 56 arcanos menores y 22 arcanos mayores, uno de los cuales es precisamente esta carta) es un esqueleto humano en un campo, sobre restos que refieren a todas las capas sociales porque nadie puede escapar de ella. Pero no refiere al deceso físico en forma literal, sino que habla del final de un ciclo para empezar otro.

Esa simbología es dejada de lado en el cine, que apunta más a la literalidad fantástica. “Tarot de la muerte” es la propuesta de terror de la semana, inspirada en la novela de Nicholas Adams lanzada en 1992, “Horrorscope”. Dirigida por Anna Halberg y Spenser Cohen (coguionistas junto al propio Adams), la trama sigue a un grupo de amigos universitarios que rompe una regla sagrada para la lectura del tarot: utilizar la baraja que es propiedad de otra persona. La imprudencia cometida tendrá graves consecuencias ya que, sin saberlo, han liberado un poder sobrenatural.

A raíz de esta decisión se desata un mal indescriptible atrapado dentro de esas cartas, que están malditas. A modo de la saga de “Destino final” (estrenada en 2000 y que abrió una nueva propuesta sobre el tema) uno a uno cada participante se enfrenta a su destino en el marco de una carrera contra la muerte para escapar de un seguro futuro predicho por el tarotista del filme. Quienes no lo logran, empiezan a fallecer de formas relacionadas con lo que marcan los naipes inermes, de gráficos elocuentes.

El elenco está integrado, entre otros, por Harriet Slater, Adain Bradley, Avantika y Jacob Batalon.