Con la llegada del otoño y las primeras bajas temperaturas, es común volver a utilizar sistemas de calefacción en hogares, oficinas y lugares compartidos. Es crucial verificar regularmente el estado y funcionamiento correcto de las estufas para prevenir la intoxicación por monóxido de carbono, un problema que afecta a unas 40,000 personas al año y puede tener consecuencias graves, incluso mortales, como señalan los expertos del Hospital de Clínicas de la UBA.

El monóxido de carbono, conocido como "el asesino silencioso", es un gas imperceptible, sin olor, que se produce durante la combustión incompleta de diversos combustibles como gas, madera, carbón, nafta, gasoil y kerosene, entre otros. Debido a su naturaleza invisible y a síntomas que pueden confundirse con otras enfermedades, como cuadros gripales o intoxicaciones alimentarias, su gravedad suele subestimarse.

Los síntomas más frecuentes de intoxicación por monóxido de carbono incluyen dolor de cabeza, náuseas, vómitos, debilidad, confusión, pérdida de conocimiento, convulsiones y dificultad para respirar. Si se sospecha de esta intoxicación, es crucial buscar atención médica de inmediato. Es importante tener en cuenta que los dispositivos como los saturometros u oxímetros de pulso no son útiles para detectar este tipo de intoxicación.

Para prevenir la intoxicación, se recomienda que un gasista matriculado revise regularmente los sistemas de calefacción, mantener una ventilación adecuada en los espacios cerrados, evitar utilizar las hornallas como fuente de calor y nunca dejar vehículos encendidos en lugares cerrados, entre otras medidas de seguridad.