Lo desconocido es un miedo que aterra a las personas. El salvajismo y la impotencia conforman un combo que son parte de situaciones límites. Esas que marcan la vida de las personas. Una de ellas fue en la semifinal de la Primera “B” de la Liga Tucumana de 2004 en la que San José enfrentó a Unión del Norte en Burruyacú. Una experiencia que marcó a fondo a los hinchas y los jugadores de los “panceros” que, luego de escapar de una emboscada, se perdieron en medio del pedemonte tucumano.

En contexto: el equipo de Villa Carmela llegaba con una leve ventaja a Burruyacú. Claro, había vencido 1-0 a los “cuervos” como local y con un empate se aseguraban un boleto en la final del ascenso liguista. Así, tenían las ilusiones puestas en lograr el pasaje a la final frente a Unión Aconquija –a la postre fue el ganador-. “Cuando llegamos, nos dimos cuenta que a nosotros nos cobraban entradas para ver el partido, mientras todos los de Unión del Norte entraban gratis. Estaba todo el pueblo invitado y hubo un mundo de gente”, comentó Paolo Demársico, hijo de Fernando, quien era el técnico de San José.

El partido finalizó en un empate 1-1 por los que los “panceros” lograron el pasaje a la final. “Fue un festejo bastante medido porque éramos 500 contra todo un pueblo”, resaltó Paolo. Pero, los problemas se desataron a la salida debido a que no permitieron que los colectivos estuvieran cerca del estadio. “Nos hicieron dejarlos al lado de la ruta. Pero cuando salimos de la cancha solo contamos con la presencia de 12 policías. Ellos iban adelante para custodiarnos”, dijo. Aunque todo el conflicto se iniciaría en la plaza de Burruyacú. “Había un malón de gente. Los policías tiraron tres tiros con balas de goma y nos dijeron: ‘corran, porque nos quedamos sin municiones’. A partir de eso, empezaron a volar palos y piedras. Había gente a caballo persiguiéndonos y pegándose con látigos. Hasta en el medio del monte pasaba eso”, comentó el joven de 16 años.

Según detalla la crónica de LA GACETA, los más perjudicados fueron un grupo de 30 personas que no regresaba. Esto motivo a que un grupo policial de la Unidad Regional Este ingresé al monte para rescatarlos hasta que los encontró en la madrugada de ayer y condujo hasta el ómnibus. “La Policía actuó hasta que se le acabaron los gases y las balas de goma. La barra y algunos jugadores se lanzaron a correr. Un grupo lo hizo hasta el cementerio, otro hasta el hospital. Nos robaron los equipos completos y los carnets. Algunos jugadores quedaron solo con el slip; uno de los más afectados fue mi hijo Paolo. Yo tuve suerte de zafar, tal vez por mi edad”, decía Fernando Demarsico en la nota publicada el 10 de diciembre de 2004.

En la misma nota, el jefe de la Regional Este, Daniel Villareal, dijo que los incidentes los rebasaron, ya que los incidentes ocurrieron en distintos puntos. Julio Romano, utilero y casero de San José, confesó que fue muy difícil salir de esa situación. “Nos perdimos. No sabíamos cómo salir. Por ahí veíamos algunas luces, pero teníamos miedo de llegar al pueblo”, puntualizaba. “A una cuadra de la cancha quedamos sin custodia. Nos internamos en el monte. Después no sabíamos dónde estábamos; la responsabilidad es de las autoridades de Burruyacú”, expresaba Juan “Quebracho” Juárez.

En este sentido, Paolo insistió en que la violencia fue la causa por la que tuvieron que huir hacia el monte. “Al principio eran yuyos altos, pero poco a poco ibas subiendo el cerro. Había árboles y nos perdimos en medio de la nada”, detalló. “En un momento, nos encontramos con algunos de los jugadores en cerro. Ahí estaba ‘Quebracho’ Juárez que estaba guiando al otro grupo. La discusión era para donde íbamos. Yo les decía que vayamos para la izquierda porque era el camino que habíamos recorrido, pero él insistía con ir a la derecha. Ahí nos separamos en un lugar que no se veía nada”, indicó. “El problema es que no sabíamos quiénes eran los que nos buscaban. No sabíamos si eran los ‘buenos’ o los malos”, completó.

Paolo, en medio de todo el disturbio, comentó que utilizó su celular para intentar contactarse con los directivos del club. “Les decíamos que hagan ruido con los autos para ver si escuchábamos, pero nada”, indicó. También comentó que el primer grupo fue rescatado a las 23. “Nos quedamos hasta las 1 que dijeron que nos iban a traer”, dijo. “Los demás aparecieron a las 3 de la mañana. Para ellos, hubo bastante más problemas para encontrarlos. La Policía hacía tiros y gritaba para que se acerquen. Pero el problema es que ellos tenían miedo porque no sabían si eso era de gente que los quería ayudar”, añadió.

El vértigo era tal que los jugadores e hinchas no sabían distinguir entre las ayudas y el peligro. “En un momento, salimos a un descampado en el que vimos unas lucecitas: ‘¿Serán ellos? ¿Y si vamos y son de los malos? ¿Si son los que nos estaban buscando’. En todo eso, a los jugadores lo patotearon y les robaron todo lo que tenían puesto. Al ‘Quebracho’ lo desnudaron. Éramos todos neandertales con palos y desnudos”, completó Paolo.

El día del incidente Jorge Leal, intendente de Burruyacú, dijo que utilizaron bengalas para guiarlos. Robo de bebidas a algunos negocios. “Provocaron daños en viviendas y hubo unos 50 que ingresaron sin pagar, tras romper un portón. Hay videos grabados”, comentaba. Los “cuervos”, en tanto, enviaron una nota a LTF en la que alegaron que los episodios fueron iniciados por los visitantes, rompiendo sillas y puertas de los vestuarios.

Finalmente, San José cayó en la final frente a Unión Aconquija. “Después de la pretemporada que hicieron en el cerro, tuvieron que jugar el sábado siguiente en San Martín. Habíamos mandado una nota a la Liga para que lo posponga una semana, pero no hubo caso. Pese a no tener botines ni nada, se hizo igual. Obviamente San José iba a perder esa final”, enfatizó Paolo Demarsico. “A los meses, unos familiares que viven en España nos habían mandado un recorte con la noticia que había llegado a España. ¡Sí, todo eso llegó a cruzar el continente!”, indicó.

Así, Burruyacú fue el epicentro de un problema que marcó a todos los hinchas de San José y que esperan nunca más repetir.