El presente de San Martín remite a más problemas que soluciones. Como si estuviese inmerso en una depresión de la que todavía no encontró salidas y las respuestas al déficit goleador cada vez están más distantes de la cabeza de Diego Flores. Y esa situación cada partido se agrava; y no sólo porque al equipo le cuesta demasiado llegar al arco rival.

En el duelo frente a Tristán Suárez cuesta encontrar una ocasión de peligro. Sino que también es una afirmación sostenida con los números: de los últimos cinco partidos, el “santo” sólo marcó un gol –frente a Agropecuario-. El aliciente: no hubo ninguna derrota. Pero no deja de ser grave la situación de que encadenó cuatro empates sin goles durante ese período; una estadística flojísima para cualquier equipo que aspira a llevarse el premio mayor.

Si se toma el rendimiento de todos los equipos de la categoría, la estadística no es mala. San Martín tiene 14 goles a favor, lo que lo coloca como el decimocuarto equipo más efectivo en la categoría (empatado con San Martín de San Juan, Defensores Unidos y Gimnasia de Jujuy). La diferencia de gol obtenida (+9) es sostenida por la firmeza del bloque defensivo y la solvencia de las manos de Darío Sand, que lleva siete vallas invictas consecutivas (11 en todo el torneo).

Los atacantes también son víctimas de este mal momento. Junior Arias arrastra una sequía de 470 minutos y sus últimos dos goles fueron en la goleada 3-0 frente a Arsenal en La Ciudadela. Nicolás Moreno, uno de los revulsivos, tampoco pudo hacer la diferencia en este período y desde el mismo partido que no sabe lo que es gritar un gol. Nahuel Banegas tuvo su último festejo en la fecha 9; Juan Cuevas, en la fecha 7. Mucho más lejos quedó el gol de Lautaro Fedele en la fecha 2. Tampoco se puede pasar por alto que Gonzalo Klusener y Mateo Acosta aún no pudieron mojar en el certamen. El último gol tampoco pudo romper con esta racha. Es más, lo convirtió un defensor: Tiago Peñalba.

Todos estos datos muestran que el nivel de San Martín bajó considerablemente de un tiempo a esta parte. Tan perjudicial es la situación, que se convirtió en un equipo sin peligro. Sí; maneja la pelota a placer, pero no marca la diferencia en los últimos metros. La rebeldía y la velocidad fueron apagándose fecha tras fecha al punto de que el “santo” se convirtió en un equipo estático. No hay desequilibrio y escasea el cambio de ritmo.

Tampoco existe alguna individualidad que marque la diferencia. Cuevas perdió esa visión de juego que lo había posicionado como un referente a la hora de atacar. Y ni con el doble “9”, Arias-Acosta (la primera vez que “Traductor” utilizó una táctica de estas características), pudo filtrar una pelota clara. Como si los rivales le hubieran “sacado la ficha”, lo que había mostrado en las primeras fechas se perdió por completo.

El medio campo también perdió presencia. La inclusión de Leonardo Monje hizo que el juego se ralentice y pierda claridad. Claro, el ex Instituto no deslumbró con sus actuaciones; ni a la hora de atacar ni a la hora de defender. Lejos está de poder hacer que su presencia sea imprescindible en la mitad de la cancha. Los ingresos de Pablo Hernández e Iván Molinas buscaron cambiar esa situación, no rindieron frutos.

Todo deriva en que Gustavo Abregú sea el único volante abocado a la contención, tarea en la que muestra un incansable esfuerzo pero en la que todavía no puede brindar una buena salida. Mucho menos quebrar líneas con un pase desde la mitad de la cancha, aspectos que provocan que la generación de juego sea todo un dolor de cabeza para el entrenador.

Párrafo aparte para los delanteros, aunque es cierto que no abundan la cantidad de pelotas que le llegan. No hay ni siquiera balones largos para obligarlos a pivotear. Y para colmo, ni Arias ni Acosta mostraron la capacidad de autogestión y no lograron hacer la diferencia con su corpulencia. Es más, fueron controlados a la perfección por la zaga central de Tristán Suárez el pasado sábado.

¿San Martín se está convirtiendo en un equipo apático? ¿Por qué no puede hacer pesar su jerarquía contra rivales inferiores? ¿Dejará pasar más oportunidades tanto de local como de visitante? ¿Qué le falta a Flores para terminar de pulir una idea de juego que fue intermitente en el torneo? ¿Levantará el nivel en el duelo por Copa Argentina?

Las cartas están sobre la mesa. El “santo” está obligado a tomar acción y a cambiar el rumbo de una vez por todas. Atrás debe dejar los traspiés y empezar a mejorar en la generación de juego. De lo contrario, el arco rival seguirá demasiado lejos y las aspiraciones por el campeonato, también.