Tucumán siempre fue una gran anfitriona de los equipos grandes (Boca, River). Todavía persisten imágenes en las que se veían los ingresos de los estadios repletos de personas que peleaban por, al menos, un saludo de aquellas “estrellas” que visitaban la provincia. Un recuerdo era considerado un premio invaluable, por el que se hacía hasta lo imposible. Acciones que iban desde lo absurdo hasta lo más esforzado.

Pero esa euforia por el visitante parece haber disminuido. O por lo menos así lo mostró esta visita de Boca: no hubo una exorbitante cantidad de hinchas, tampoco peleas por un lugar.

Sí hubo recibimiento como todos los años, pero mucho más leve que en otras ocasiones. Como si la sorpresa por ver a este tipo de “gigantes” se fuese apagando.

La imagen más clara se vivió en la Liga Tucumana. Es cierto, el sábado parecía haber una fila interminable. Eterna. Pero ayer, la venta se llevó a cabo sin los problemas típicos de lugar ni discusiones entre hinchas. Es más, no hubo ni fila en las boleterías. Algo inimaginable hace algunos años atrás.

No sería correcto apuntar que la gente perdió interés por estos eventos. No, nada de eso. La importancia sigue siendo primordial. Eso se reflejo en los preparativos que organizó Atlético para recibir al “xeneize”; muchos más que para un partido normal.

A las 11, las inmediaciones del estadio tomaban color de cancha, de día de partido. Unos hinchas ya estaban dando inicio a una extensa previa. Con bebidas y una bandera sobre un capote de un vehículo, un grupo identificado como la “33” empezaba a vivir su partido. Sí, el de los hinchas. “Vamos a ganar 2-0”, lanzaban con alegría de ver a su equipo. Sí; ese que siempre lo acompañó en su vida.

SIN FILAS. No hubo problemas en la venta de entradas.

Tampoco fue un día cualquiera para los vendedores ambulantes. “Al que madruga, Dios lo ayuda”, dice el refrán popular. Y, si bien no era la madrugada, el fuego en las parrillas de los choripaneros ya estaba prendido. Y la zona estaba invadida por ese aroma tan especial; ese que retrotrae a cualquier estadio del fútbol argentino.

El club también hizo lo suyo. El arreglo del campo de juego y algunas modificaciones en los bancos de los suplentes completaron el combo de arreglos para la gran cita. Incluso, la utilería se encontraba trabajando desde temprano.

La Policía tampoco tuvo un día normal; su rutina también se vio afectada. Un poco más tranquila al ser domingo, pero con mayor movimiento que el habitual. Tal fue así que centró todos sus esfuerzos en garantizar la seguridad para el partido. La determinación tuvo tal escala que se cancelaron otros eventos deportivos, como el caso de la Copa Tucumán.

La presencia policial no se restringió a los vallados exteriores o a los ingresos. Sino que dentro de la cancha también marcó su presencia; sector al que se veía, aparecía un efectivo.

El resto de los hinchas también tuvo que llegar más temprano que lo normal. Las puertas del estadio se abrieron a las 16:15 y ahí nomás aparecieron lo primeros hinchas. Sí; hubo fanáticos que pasaron más de seis horas dentro del José Fierro. Fanatismo, cariño, obsesión o locura. Cualquiera de esas palabras le cae a la perfección como definición.

El marco tampoco decepcionó. ¿Las tribunas? Estalladas. ¿El público? Más activo de lo normal. Los hinchas jugaban su partido y lo hicieron notar desde el momento en el que los equipos salieron a realizar el precalentamiento, con cánticos en favor del local.

El recibimiento merece un párrafo aparte. Show de luces acompañado de “Thunderstruck” -el hit musical de la banda rock AC-DC- querían dar la apariencia de un infierno celeste y blanco. Pero, el show no estuvo ahí. Una vez que los jugadores del “decano” salieron al campo empezó el espectáculo con humo, fuegos artificiales, banderas, gritos y aliento. Un recibimiento que nació por iniciativa de los hinchas para marcar presencia desde el inicio. Objetivo que lograron con creces porque la fiesta en las tribunas estuvo en todo momento.

HUMO DE LAS PARRILLAS. Los choripaneros fueron los primeros en llegar.

¿Hubo infiltrados? Sí, varios. Pero, menos que en otras ocasiones recientes. Cómo si el fanatismo por Boca y River habría bajado en Tucumán con el paso de los años. Esa situación abre algunas incógnitas: ¿La constancia frente a estos rivales hizo que se apague la locura generada por el “xeneize” o el “millonaria”? ¿Hay un mayor crecimiento del “tucumanismo” entre los hinchas de la provincia? ¿Cuánto influyó el precio de las entradas para este cambio?

El tema da para la reflexión. Lo cierto es que este nuevo episodio Atlético-Boca fue atípico. ¿Será el inicio de una nueva era o sólo fue un fenómeno ocasional?