Carlos Duguech
Analista internacional
En este tiempo de guerras (Rusia-Ucrania e Israel-Hamas) que en el seno de la Asamblea General de las Naciones Unidas se debata y se vote por la integración cuasi-plena de un “estado observador” no es una cuestión de rutina. Son los ojos del mundo, su mirada. La de los 193 países miembros del organismo internacional, necesario y perfectible.
La votación del viernes último fue un espaldarazo bienvenido para la “Autoridad Nacional Palestina”, esa “creación” singularísima derivada de los acuerdos de Oslo. Una mayoría de enorme peso (143 estados miembros) empalidece las 25 abstenciones y, particularmente achata el ínfimo número de votos negativos. Los previsibles: EE.UU e Israel. Y el sorpresivo e incoherente voto negativo de Argentina. Nuevo alineamiento internacional.
¿Por qué incoherente?
Cuando el 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General de la ONU vota la Resolución 181 (II) que establece la “partición de Palestina”, la del mandato británico, genera dos reacciones: los judíos, aun a regañadientes, la aceptan. Los árabes, no. Fue punto inicial de un enfrentamiento que se extiende ya por 77 años.
Ya en el inicio de Israel como nación independiente evidencia una tendencia a la exclusión de otra nación en “Eretz Israel”, la “tierra prometida”. No obstante se sucedieron acuerdos (Camp David, Oslo I y II) que determinaban los dos Estados, aunque cada vez más restringidas las superficies que se le reconocían a “Palestina” por aquello de los “territorios ocupados” post guerra de 1967.
Violencia: 40 años
Tras el nacimiento del Estado de Israel (1948), cuya fuente legítima viene del texto de la Resolución 181 (II) de la ONU, sobreviene la guerra 1948/1949 entre Israel y los países vecinos árabes (Iraq. Siria, Egipto, Transjordania y Líbano). Finalizadas las acciones bélicas suscribieron armisticios y quedó determinada una “línea verde” que en lo formal no la acepta Israel como “línea de frontera”, aunque tras la “Guerra de los seis días” (acción preventiva de Israel del 5 de junio de 1967) los palestinos la reclaman como el statu quo que divide a los dos Estados. Desde entonces las acciones violentas de grupos palestinos se sucedieron en muchos frentes y en diversos tiempos.
Finalmente, 40 años después, en el exilio en Argel, el 15 de noviembre de 1988 el Consejo Nacional palestino proclama la independencia de Palestina. Una declaración donde cita como fuente originaria a la ONU: “Y junto a la injusticia histórica que dañó al pueblo palestino con la expulsión y la negación de su derecho a la libre determinación, efecto de la Resolución 181 de las Naciones Unidas de 1947, que dividió Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío, esta resolución incluye condiciones para que el derecho internacional garantice el derecho del pueblo árabe palestino a la soberanía y la independencia nacional”.
Al igual que la Declaración de Independencia de Israel, el pronunciamiento palestino nombre siete veces a las Naciones Unidas. Y cita la misma fuente de su diseño fundacional: la Resolución 181 (II) de la ONU. De esta manera, en ese momento cesan las acciones de violencia y se allanan los palestinos a esa nueva instancia que, sin embargo, es desoída por quienes debían prestarle debida atención por su significativo sentido: Ronald Reagan, a la sazón presidente de Estados Unidos, y Yitsaac Shamir, primer ministro israelí.
Aquella abstención
Fue una razonable decisión, dirían los diplomáticos, al evaluar la decisión argentina de abstenerse al momento de votar la resolución 181(II) que diera origen en los papeles a dos Estados, precisando límites y superficies en un dibujo de extraños contornos sobre el mapa “Palestina”.
En su documentado libro “De Chapultepec al Beagle”(Política exterior argentina 1945-1980), el destacado diplomático y doctor en letras Juan Archibaldo Lanús, al referirse a la Asamblea General de la ONU del 29 de noviembre de 1947 revela: “La Argentina planteó serios reparos al Plan de Partición. El Dr. Arce pronunció un profético discurso en el que afirmó que la Asamblea carecía de atribuciones para imponer una solución que configuraba una ilegitima medida de fuerza, contraria al espíritu y letra de la Carta. Dijo el delegado argentino que en vez de asegurar la paz, de aceptarse el plan se echaría la simiente de un grave conflicto. Para la Argentina la única solución era garantizar el derecho de autodeterminación del pueblo palestino (de expresión árabe o judía). Imponer una solución contraria a la voluntad de los dos sectores equivaldría a repetir las decisiones arbitrarias que en la mesa del vencedor se hacen después de la guerra, el germen de conflicto posteriores”.
El “no”: menos del 5%
Casi el 75% de los 193 miembros de la ONU votó a favor de la incorporación (si bien acotada) de Palestina. Argentina había reconocido oficialmente al Estado de Palestina el 6 de diciembre de 2010. Y lo hizo precisando: “dentro de las fronteras existentes en 1967”. Repasando el historial de las relaciones de Argentina con Palestina hay una línea continua de apoyos a los derechos de palestinos y judíos. Hoy Palestina tiene una embajada en Argentina y nuestro país montó la suya en Ramalá (Cisjordania). Este “no” en la votación, muestra una Argentina ante el mundo (y ante los palestinos) como adversaria, a la par de Israel y del otro votante por el no, los EEUU. Eso es riesgoso, sólo a simple vista.
Carta triturada
No es una mera expresión figurativa. El representante de Israel en la ONU mostró cómo trituraba en un dispositivo de escritorio la Carta de la ONU desde el estrado de la Asamblea General que votó a favor de Palestina como estado independiente. Debe verse como un gesto teatral ofensivo a la naturaleza de la mismísima ONU, la que propuso la creación del Estado de Israel en 1947. Una soberbia de los gobernantes actuales de Israel. El 17 de setiembre de 1948 -ya constituido Israel como Estado- el conde Folke Bernardotte (mediador de la ONU) y su ayudante el coronel Serot fueron asesinados por la organización terrorista Lohame Erut Israel. Los autores fueron indultados por Ben Gurión. Claro, una ofensa infinitamente mayor a la ONU que triturar su Carta.
Putin nuclear
Los muy difundidos preparativos y adiestramientos militares para utilización de armas nucleares por parte de Rusia muestran -en rigor- la impaciencia de su líder absoluto. Y la sensación desesperante de que los 26 meses de guerra no le han dado, todavía, el triunfo que supuso hubiera sido, tras una invasión bélica de unos pocos meses. En la renovación de su mandato en Rusia lo encuentra muy preocupado por su ya larga guerra en Ucrania. Y por su apego enfermizo a su poder nuclear, del que hace gala.