Uno de nuestros hijos nos mostró un video (de los muchos que circularon y viralizaron), mostrando los enfrentamientos entre estudiantes de la Provincia de Tucumán. Lo hizo minutos antes de la cena, momento en el que en casa tenemos la sana costumbre de mantener un “acuerdo de partes”: durante las comidas, no hay televisión, ni pantallas, entendiendo que la comida es para alimentar no solo el cuerpo, sino también nuestras mentes; nuestro espíritu de primera comunidad y nuestro sentido de pertenencia. Las opiniones de nuestros tres hijos fueron variadas, aunque bastante similares. Incluso el menor se preguntó ¿por qué esos adolescentes no iban a una cárcel?, cosa preocupante desde mi mirada de padre, porque significa que – a pesar de todos nuestros mecanismos de defensa– la onda expansiva de los discursos reduccionistas que volvieron en estos días a insistir con bajar la edad de inimputabilidad, están llegando y penetrando. Siempre se las ingenian para que lleguen, lamentablemente. Escuché y luego opiné, pero preguntando, porque debemos aprender a encontrar respuestas entre todos: ¿dónde están madres y padres? ¿Escuchan y hablan con sus hijos? ¿Conocen quiénes son sus amistades y qué denominadores comunes comparten, en cuanto a gustos, deseos y expectativas? ¿Debaten en sus casas, sobre las redes insociales y el contenido que frecuentemente ven en las mismas? La ausencia de una madre o de un padre, no necesariamente tiene que ser física para que sea tal. La ausencia de autoridad expresa desinterés y éste, a su vez, un profundo vacío en el niño o adolescente, porque no hay guía; no hay coordenadas. Y es allí cuando lo externo toma el manejo de la situación: con violencia naturalizada y con coordenadas dictadas. Libertad no significa soltar la mano, ni como padre o madre, ni como Estado. Libertad significa formar y enseñar a los que caminan con nosotros por estos tiempos y, mucho más, a los que vienen por detrás, observándonos, para tomar la posta en el futuro.

Javier E. Guardia Bosñak 

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