Las mariposas en la panza encuentran una vía de escape cuando nos desenamoramos. Ya no hay vértigo ni aceleraciones, sino más bien desencanto y frustraciones. ¿Qué sucede verdaderamente con esos bichos voladores y con nuestro cuerpo cuando ya no amamos más a esa persona?
El amor es química y no se trata de una frase trillada y extraída de una película barata hollywoodense. Los científicos han destinado horas de estudio para realizar esta afirmación. En nuestro cuerpo hormonas y reacciones termodinámicas protagonizan el proceso del enamoramiento para dar lugar a esas sensaciones inéditas que sólo se producen cuando sufrimos de amor pasional.
El amor pasional y su fecha de expiración temprana: amamos locamente por cuatro años
Los cambios químicos no son un fenómeno único de las industrias y de los experimentos científicos. Nuestro cuerpo también sufre estas transformaciones y uno de los desencadenantes es el amor. Y cuando este se termina se producen también otros procesos fisiológicos.
La sensación de amor pasional tiene fecha de caducidad y no es muy prolongada en el tiempo. Este puede durar entre uno y cuatro años. Y así como cuando experimentamos cambios químicos cuando nos enamoramos, también lo hacemos cuando nos desencantamos. En el proceso de desenamoramiento, la dopamina, neurotransmisor responsable de las sensaciones placenteras, baja de manera brutal, cuando el amor “loco” ya no está.
Volvemos a la realidad luego del encantamiento. Luego del paso de los años donde el amor descabellado se termina, nuestro cerebro sufre la reducción de sustancias químicas que incentivaban ese amor ciego o pasional y que inhibían el juicio crítico que estaba relacionado con las emociones negativas.
El desencanto: ¿qué puede provocar en nuestro cuerpo el desenamorarse?
Pareciera ser que cuando este fenómeno se produce, una etapa crítica y determinante llega, pero la realidad es que la mayoría de parejas la atraviesan. En esta se puede pasar por unos momentos de frustración, de sentir que nos hemos equivocado, sin embargo estos tiempos pueden servir también para confirmaciones, para reforzar el amor. Allí la llamada vocación de permanencia se establece. Decidimos apostar por este sentimiento y allí un compromiso cerebral hace que la relación dure más tiempo.
Pero cuando los compromisos no son la decisión y el amor se terminó definitivamente, el desencanto puede provocar estados de estrés emocional y ansiedad que se pueden llegar a somatizar y afectar a nuestra salud. Cuando atravesamos estos episodios emocionales, nuestro sistema inmunitario es uno de los principales afectados. El estrés puede ir acompañado de una bajada de las defensas, lo que facilita la aparición de ciertas enfermedades, y los cuadros de ansiedad y la pérdida de autoestima se combinan para dan lugar a una mezcla devastadora que incluso puede provocar la depresión.