Hace 20 años, un día vio a un vecino con síndrome de down y le ofreció trabajo. Él no sabía el mundo que descubría; ni era consciente de las alegrías (y también de los momentos duros) que ese cambio le traería. De a poco y sin querer, su vida -y la muchas familias- cambió para siempre. “Hoy tenemos 14 chicos. Esto ha sido una experiencia maravillosa que empezó de la nada”, comentó orgulloso José “Pepe” Ramón, empresario tucumano, impulsor de algunas acciones solidarias como “El Ramonazo” y gran motivador de la inclusión laboral de personas con discapacidad.
Él es de los que creen que con amor y pasión todo se puede lograr; considera que las ganas son el motor de cualquier cambio y que “los que hemos nacido con suerte, tenemos la obligación de hacer cosas por los demás”. Cada día se despierta pensando en los valores que le inculcaron: honestidad y solidaridad. Y eso lo motiva a nuevas “locuras”. Dentro de pocas semanas, abrirá en Tucumán un proyecto inédito que él ha liderado: el primer bar inclusivo del noroeste. Incluir, integrar y generar espacios de participación para las personas discapacidad. Esos son los objetivos de “Juntarnos”, un sueño que empezó hace meses y que pronto estará listo. Para contar sobre el bar, que debió sortear las vicisitudes de la economía argentina, Pepe visitó anoche Panorama Tucumano y charló con LA GACETA.
- ¿Por qué decidir la inclusión de personas con discapacidad? ¿Te “venía bien” hacerlo?
- Mucha gente me pregunta eso. Yo siempre contesto con una frase de Facundo Cabral: “si los hombres supieran que es buen negocio ser bueno, serían buenos aunque sea por negocio”. Hay un beneficio, sí, pero no es la causa. No es lo que buscamos. Eso se ha dado… y hoy, lo más lindo es la cantidad de empresas que lo quieren replicar. Hace poco fui a una estación de servicio y vi a un chico con discapacidad. Salió el dueño y me dice “eso es porque te seguimos a vos”. ¡Imaginate si todos hiciéramos eso! Con un empleado que tenga cada empresa, cada quiosco... la discapacidad dejaría de ser una frontera.
- Contás el proceso con mucha alegría y amor. ¿Cuáles fueron las dificultades?
- Hemos pasado por situaciones complicadas. Un día voy al banco, algo que habitualmente no hago, y cuando vuelvo (al local) me encuentro con los bomberos, la ambulancia, la policía... Lo primero que pensé fue ‘entraron a robar y mataron a alguien’. Y no. Nosotros tenemos en la empresa un botón antipánico y uno de los chicos lo había tocado. Otra vez, estaba en mi oficina, y veo pasar a alguien desnudo, un Adán... Entonces, le pregunto “¿qué pasa amigo?” y me respondió “me hacía calor”. Y les fuimos enseñando...
- Tu historia no solamente se ajusta a esto, sino a otras locuras. Un día, te sentaste a comer asado con amigos y surgió “El Ramonazo”.
- Esa fue una casualidad. Cumplo años el 16 de enero y nunca hay nadie, y como me gusta mucho la música, y tengo muchos amigos músicos, hicimos una reunión. Éramos 25; en junio hicimos otra y mis amigos lo bautizaron como “Ramonazo”. Me traían regalos, y pedí que no lo hagan; puse una cajita para que cada uno done lo que pueda. Comenzamos con un comedor en San Pablo, después la Escuela de Anfama, y fue creciendo.
- ¿Cómo llegamos a este bar inclusivo?
- Esta fue otra casualidad, pero era un sueño que teníamos (habla en plural porque incluye a su grupo de amigos). Una de las instituciones que trabaja con el Ramonazo es la Fundación Fedeh; ellos tienen un edificio en la avenida Perón al 2.400. Me llamó Baby Juárez de Cruz Prats (que está a cargo) para que vea lo que estaban haciendo. Fui y pregunté: “¿y aquí a la par qué van a poner?”. Me contaron que había gente pensando en alquilar para un bar, y yo dije ‘lo alquilo yo y hacemos un bar inclusivo’. Lo comenté a mis amigos del grupo del Ramonazo, y el hijo arquitecto de uno dijo ‘yo lo quiero hacer’. Así empezamos.
- Lo contás con una sonrisa, como si fuera todo muy simple, pero es mucho esfuerzo...
- Mucho. Pero le metemos mucha pasión y desinterés. Nuestro único interés es que funcione y nos copien (la idea) [...] Soñamos, a veces con los changos, en que sea como el primer McDonalds, y que después haya muchos juntarnos a lo largo y ancho del país.
- ¿En qué va a consistir el bar?
- Decimos que el bar va a ser 100% inclusivo, no sólo para el que trabaja, sino para el que va. Vamos a tener accesibilidad, por ejemplo, para un chico con autismo; tenemos pisos podotáctiles para ciegos; tenemos baños especiales, porque (por ejemplo) un chico con parálisis cerebral usa una silla de ruedas mucho más grande que las que conocemos, y come distinto, como papilla.. Por eso decimos que es 100% inclusivo, para el que trabaja y para el que va. Pero no queremos que la gente vaya por pena.
- Es fuerte lo que decís.
- Si vos vas una vez y consumís algo que no te gusta, la próxima quizá decís “paso, dejo unos mangos y listo”. Nosotros queremos que la gente vaya porque el producto sea de primera, que la pases espectacular y que te vayas lleno de amor. Eso no te lo va a dar nadie [...] La semana que viene comenzamos con prácticas internas, y la próxima con público.
-¿Estás loco?
No. Tengo mucha convicción en lo que hago y le ponemos mucha pasión. Eso es lo que tiene el grupo. Siempre digo que Pepe Ramón es la cara, pero el grupo es mucho más grande, y todos hacen un trabajo espectacular.
- Te invito a cerrar los ojos. Decime, ¿qué ves?
- Voy a llorar (se lamenta). Cuando yo digo que somos un grupo de personas que queremos un mundo mejor, desde el lugar que nos toca, o el que hemos elegido, es porque tenemos la convicción de que todos los que venimos a este mundo y que tenemos la suerte de estar en un mejor lugar, tenemos la obligación de hacer cosas por los demás. Y nos gustaría que a eso lo hagan todos; así vamos a tener un mundo mejor.
La solidaridad brotó de todos: el presupuesto se multiplicó, pero "siempre aparecía la plata"
Cuando Pepe y sus amigos comenzaron el proyecto del bar inclusivo se había definido un presupuesto. Con el pasar de los meses y con las nuevas necesidades y los cambios en la economía argentina, se hizo imperioso pedir la colaboración de los tucumanos. Gracias a las redes sociales- se juntaron millones de pesos, pero parecía que el monto nunca era suficiente. “Hemos pasado cosas maravillosas. El viernes pasado estaba con un proveedor en la empresa, y viene mi secretaria y me dice ‘hay una señora que le trae una donación para el bar’. Salgo y la veo a la señora, muy humilde, y me dice ‘con mi marido le hemos traído esto’, y saca un ‘fajito’ de billetes. Le agradecí mucho y volví a la reunión, pero me hubiese gustado contactarla para darle un abrazo. Había gente que nos decía ‘mirá, yo no tengo un mango, pero me ofrezco a limpiar los vidrios o a pintar’”, relató y subrayó: “las hemos pasado todas. En un momento íbamos gastando el doble, ahí la gente comenzó a ayudar. Un día un amigo me dejó 2.500 dólares [...] Otra vez, estaba en el bar y se me acerca un señor con sombrero. Me dice ‘soy Santi Jovanovich, estoy haciendo al frente un corredor gastronómico (sobre avenida Perón). Yo te sigo (en las redes, porque Pepe es también influencer) y quiero colaborar’”. Incluso -relató el empresario- utilizó el dinero de la venta de una casa propia para terminar el bar. “Y vos dirás: ‘¿te duele? Y no”, aseguró.