Argentina, un país que abraza la diversidad en todas sus formas, no podría ser menos en lo que respecta a sus ofertas termales. Con más de 400 fuentes termales naturales esparcidas por sus 21 provincias, Argentina es un verdadero paraíso para aquellos que buscan experimentar los beneficios curativos y revitalizantes de las aguas termales.

Aunque solo 55 de estas fuentes cuentan con la infraestructura necesaria para recibir a turistas, la amplitud y la diversidad de las opciones disponibles son asombrosas. Desde pequeñas localidades termales que conservan su encanto rústico hasta modernos resorts con todas las comodidades, Argentina ofrece algo para cada tipo de viajero.

¿Qué son los baños termales y cuáles son sus beneficios?

El "termalismo", una práctica que resistió la prueba del tiempo, tiene una historia que se remonta a más de 2.000 años atrás. Los antiguos griegos reconocieron y aprovecharon los beneficios terapéuticos de las aguas termales, mientras que los romanos institucionalizaron y crearon las primeras grandes termas para uso público. 

Las aguas termales ofrecen una amplia gama de beneficios para la salud física y emocional. Sus efectos sedantes ayudan a reducir el estrés, mientras que sus propiedades limpiadoras y desintoxicantes purifican el organismo. Además, las aguas termales tienen propiedades antiinflamatorias y analgésicas que pueden aliviar dolores musculares y articulares. Por si fuera poco, mejoran la textura de la piel y contribuyen a la eliminación de toxinas, lo que las convierte en un verdadero elixir de rejuvenecimiento.

Destinos termales en el norte argentino

Fiambalá

Fiambalá es una localidad recostada en la sierra, con unos 5.000 habitantes. Se puede llegar por la ruta 40, por Santa María y conocer de paso paisajes increíbles y pueblitos maravillosos, como San José, Belén y Londres; es el camino más corto, pero también más complicado. La otra opción es ir hasta la capital provincial y desde allí, hacia Fiambalá. 

Toda la zona tiene muy poca vegetación (en contraposición, alberga médanos gigantes), y lejos de los poblados está habitada por flamencos y otras aves acuáticas, burros salvajes y guanacos. Pero mucho más cerca, a sólo 12 kilómetros de Fiambalá, enclavadas sobre la ladera de la sierra y con la cordillera como paisaje circundante, están las termas. Los visitantes aseguran que el invierno es el mejor momento para disfrutarlas, dado que la temperatura de las aguas es bastante alta, y casi siempre hay sol. No se trata de un hotel ni de un spa; son cuatro piletas escalonadas de aguas termales, y hay disponible un bar y restaurante con terraza; muy cerca hay cabañas y una minihostería. Tanto el complejo como los hospedajes son municipales. Para ingresar al complejo hay que sacar las entradas antes de llegar, en la oficina de Turismo en el centro de Fiambalá, y funciona por turnos (hay tres).

Terma de Reyes

Las Termas de Reyes se ubican a 19 kilómetros de San Salvador de Jujuy y prometen descanso saludable en cualquier estación del año. El escenario lo marcan los cerros entre los que el río abrió su valle, y son otro gran componente que ayuda a la desconexión... o invitan a recorrer senderos. “Balconeando” sobre el río (y con una vista increíble) hay un hotel que ofrece pensión completa, gimnasio, sauna y spa, y baños termales individuales, todo con increíbles vistas. 

Más cerca del río, hay un complejo de cabañas, con pileta termal (la temperatura del agua está entre los 35° a los 40°), que se puede usar sin estar alojado allí; está abierta desde las 10, y los menores de tres años no pagan entrada. Cuenta también con agua termal en las cabañas. Otra opción es parar en  Yala (ubicado a cinco kilómetros), que cuenta con cabañas, hosterías y camping. 

Termas de Rosario de la Frontera

En Rosario de la Frontera, a sólo a 130 kilómetros de nuestra ciudad, nació, en 1880, la industria termal de Sudamérica, pero ya los incas las usaban con fines terapéuticos.

En 1878 el español Antonio Palau y Queralt, llegó al lugar desde Tucumán atraído por la versión de las aguas curativas, hizo la experiencia, y en 1880 ya funcionaba un complejo, que incluía casillas de madera para baños y venta de agua mineral embotellada.  Luego construyó las primeras piletas y un primitivo hotel.

Más de 120 años después, el edificio actual, que se empezó a construir en 1886, y con su máximo esplendor tras la Primera Guerra Mundial, no dejó de recibir huéspedes. La cómoda infraestructura de baños conserva mucho del estilo original, y las aguas, que provienen de nueve manantiales diferentes y están disponibles también en las habitaciones, surgen a entre  25ºC y 99ºC. Funciona además un campo de golf de nueve hoyos,  canchas de tenis y de voley, y dos piscinas termales con cuatro variedades diferentes de aguas. Los alrededores, por su parte, son ideales para salir en plan trekking. La noche de hotel tiene incluido el desayuno, y en el hotel es posible almorzar y cenar. También funciona un spa.