Paró de llover pero Porto Alegre y centenares de otras ciudades en el sur de Brasil seguían anegadas anoche, mientras crecía la preocupación por el abastecimiento de agua y alimentos en medio de la peor catástrofe climática en la región. En total, 83 personas murieron, 111 están desaparecidas y más de 129.000 debieron abandonar sus casas luego de que las lluvias provocaron la subida de los cauces y deslizamientos en el estado de Rio Grande do Sul.
La catástrofe, que los expertos y el propio gobierno brasileño vinculan al cambio climático, dejó un “escenario de guerra”, describió el gobernador del estado, Eduardo Leite. Unas 364 comunidades quedaron afectadas y muchas siguen aisladas, sin comunicaciones ni suministros de servicios básicos.
En Porto Alegre, la moderna capital del estado con 1,4 millones de habitantes, ayer salió el sol pero buena parte de sus barrios continuaban bajo el agua. El río Guaíba, que divide la ciudad, alcanzaba en la mañana 5,27 metros, encima del récord de 4,76 metros registrado durante las históricas inundaciones en 1941.