escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsisDigital.com

Pajareras

De pronto Javier Milei, El Psiquiátrico, emboca el primer gol libertario.
En el quinto mes, con el arquero caído, casi con la mano y solo frente al arco regalado de la Pajarera.
Significa confirmar que Milei ya cuenta, por «diputados», con los instrumentos para consagrar la Revolución Anarcocapitalista.
Falta apenas la Pajarera del Senado.

Impera la algarabía entre los herederos ideológicos del liberalismo vengado de la UCD de los Alsogaray.
O de la legión de jóvenes eufóricamente imantados por la inexplicable rebeldía del Fenómeno Milei.
Pero también de los menemistas residuales que se alejaron oportunamente del dogmatismo de la cultura peronista.
Para demostrar que el menemismo fue otra patología históricamente ajena a la cultura del tronco peronista vencido por la rama neoliberal.

“Milei reivindica a Carlos Menem”

Cierto desencuentro afectuosamente ilustrativo se registra entre el menemismo familiar y el menemismo cultural.
El familiar fundamenta el blindaje:
“Milei reivindica la obra de Menem. Es el único”.
Celebraron el gol libertario en La Pajarera con los hermanos y los primos.
El cultural se siente en cambio obligado a interpretar. A percibir tardíamente que los peronistas espantados por las transgresiones del menemismo mantienen con firmeza la reticencia incuestionable.
En efecto, el menemismo tiene poco que ver con las armónicas incoherencias del peronismo.
Solo inspiró oportunamente la gran transformación de la economía que, como corresponde en la Argentina, terminó absolutamente mal.
“Pero ahora Milei lo pone a Carlos en el Salón de los Próceres y pronto va a inaugurar el busto”.
Paradojas de la política dinámica. Mientras tanto los vencidos peronistas culturales se consolidan en la impotencia del horror.

Aquel Menem de la Convertibilidad

Los menemistas residuales y/o familiares se concentran en el proyecto ultra capitalista salvaje de Milei.
Son los que menos vinculación tuvieron con las estructuras del peronismo, plantadas en general en el Partido Justicialista.
Aquel PJ era exactamente lo que tenía detrás el presidente Menem.
Un enorme colchón para respaldar el giro abrupto de la transformación que impresionaba desde el nuevo peronismo.

Aquel Menem de la próxima Convertibilidad lo tenía detrás simbólicamente a Alberto Kohan, El Frate.
Solía Kohan mostrar una libreta negra a los “compañeros” mientras decía:
“Tenemos tres mil cargos del Estado para repartir”.
En los irreparables años ’90, El Frate emitía mensajes enternecedores.
Los “compañeros” se esmeraban codiciosamente para ser condecorados con algún puesto que admitiera asesores, chofer, secretarias.
De ser posible también “una cajita”. Con fondos truchos “para hacer política”.

Aquel menemismo fundacional fue frontalmente revolucionario.
Presentado como una modernización total de la superstición peronista.
Redituable para desmenuzar a la UCD de los Alsogaray.
Un paquete tentador que contenía a las mágicas señoras María Julia y Adelina.

Liberales copadores que conocían el oficio teórico de construir capitalismo.
Se anotaban con frenesí en el festival unánime de las privatizaciones que convertían a la Argentina en un gran negocio.
Junto a la economía se abría la política exterior.
Buenos Aires era el desfile habitual de presidentes de países que eran agasajados en el Hotel Alvear.
En mesas donde probablemente se debatía si el éxito de la Convertibilidad le pertenecía al presidente o al ministro. Domingo Cavallo, Espelucín.

Pelitos para la vieja

Aquel Menem de referencia hegemonizaba la superstición del peronismo de cochería.
En simultáneo era agasajado cuando llegaba por horas a las provincias.
Solía inventar figuras populares para trasplantarlos como políticos. Los hacía gobernadores.
Pero atendía también a centenares de peronistas emocionales que se apretujaban para ser fotografiados cerca de quien representaba al carisma.
Uno de ellos, para ser injustos, fue Néstor Kirchner, El Furia.
Gobernaba Santa Cruz y había pronunciado excesos indecorosos en materia de elogios. Justamente al lado de quien sería pronto La Doctora.
El Furia se benefició por las regalías petroleras y gracias a la transformación económica que después condenaría alcanzó a juntar “los primeros mil palos”. Pelitos para la vieja.
Diez años antes de ser presidente Kirchner. Y de tocar la madera insólita. O celebrarse el imaginario testículo mientras Carlos Menem, al que tanto había elogiado, juraba como senador por La Rioja.

Superstición histórica del peronismo

Paradojas envolventes de la historia.
Diez años después de haber hegemonizado Menem la superstición, era la misma superstición que lo condenaba.
La debacle de los dos mil, después de la pifiada de Duhalde, imponía el inmediato reino del kirchnerismo.
El Furia se redescubrió como un gran humanista. Ofrecía el rostro más impertinente de la superstición histórica.

El peronismo se alejaba del neoliberalismo menemista que de pronto iba a volver. Con la conducción imprevisible del Fenómeno Milei.
Ahora El Psiquiátrico es la cabeza del neo menemismo sin PJ. Y por supuesto que lo reivindica a Menem.
Lo celebra como gran patriota y se dispone a reiterar el carnaval módico de las privatizaciones.
Pero ya sin tener detrás al peronismo. Al contrario, lo tiene enfrente y con un talonario de facturas.

El gran pícaro del «siglo de oro español» -cliquear- cuenta hoy con los residuos hereditarios de la UCeDe. Con multitud de jóvenes imantados y por los indispensables “obsequios de la casa” de la Mutual PRO.
Los que huyen espantados de Juntos por el Cambio.
Sin descartar nunca a los menemistas melancólicos que aborrecen a los malditos kirchneristas que coparon el peronismo.
Neo menemistas después de todo honestos, acaso francos, que aún indagan sobre la manera de retomar los rezagos de la frustrada Revolución Productiva.