“Más allá del trabajo que tuvieran que hacer, me parece que nosotros estábamos primero después de vivir algo tan traumático. Me sentí muy vulnerada, nadie nos brindó asistencia”, se lamentó Verónica Toro, la esposa del policía retirado que abatió a un presunto ladrón que había ingresado a su casa de San Andrés ayer. La mujer hacía referencia al operativo que hubo después en su vivienda para analizar la escena y buscar evidencias. “Creo que les faltó tener más trato humano, me hicieron sentir como a una delincuente”, añadió con lágrimas en los ojos.
Alertado por los perros, ayer a las 3 el comisario retirado Horacio Palomares (53 años) salió al patio de su casa y según su versión se topó con al menos tres desconocidos que habían irrumpido en la vivienda. Ante esa situación y pensando en proteger a su esposa y a sus hijas, abrió fuego con una pistola contra los presuntos ladrones. En medio de la oscuridad uno de los invasores recibió un disparo en la cabeza y cayó al suelo. El ex efectivo llamó inmediatamente al 911 y al servicio de Emergencias 107 para que intervinieran.
Los médicos constataron que el herido, identificado luego como Nicolás David Salvi (29 años), aún respiraba, por lo que rápidamente lo trasladaron al hospital Padilla por las graves lesiones. A pesar de los esfuerzos médicos, Salvi falleció a las 6 por el daño que le causó el proyectil. La Policía informó que el joven de 29 años tenía antecedentes por otros hechos mientras que vecinos indicaron que tenía severos problemas de consumo.
En el caso intervino la fiscalía de Homicidios I, a cargo de Pedro Gallo. En el lugar se presentó personal del Equipo Científico de Investigaciones Fiscales (ECIF), que inspeccionaron la escena del hecho; también personal de la división policial de Homicidios, que tomó testimonios e incautó una pistola 9 milímetros y tres vainas servidas. El ex comisario fue aprehendido por pedido de la Fiscalía, que espera por la autopsia para determinar si corresponde pedir una audiencia para imputarlo de un delito.
“Hace 14 años que vivimos acá y hemos sufrido reiterados robos. La primera vez me sacaron las puertas y ventanas. Al año de ese hecho me robaron mesas, sillas, varios muebles, la bordeadora, ropa y otras cosas. Cinco años después me robaron dos motocicletas; luego entraron una vez más y me robaron una bicicleta. No se puede vivir así”, describió Verónica Toro. La esposa del ex policía lamentó que por más que hicieron las denuncias correspondientes nunca recuperaron las cosas robadas. “Vienen, recogen los datos de lo que ha sucedido y después queda todo ahí”, sostuvo.
“Fue muy triste”
“Me dio tristeza ver que hoy, por primera vez en mi vida, después de todo lo que pasamos, había como 20 vehículos de la Policía (y del ECIF) en la puerta de mi casa. Me sentí invadida, pero por sobre todo despreciada porque nunca ninguna de esas personas nos preguntó cómo estábamos nosotros, a pesar de que había sido un ladrón el que había entrado a mi casa”, explicó la mujer con la voz quebrada.
A medida que hablaba, Toro revivía el mal momento que había vivido. “Nadie se acercó a preguntarnos cómo estábamos, si alguno de los ladrones nos había hecho algo, nada de nada. Estaban muy preocupados por la escena del crimen, pero no por las personas que vivimos en la vivienda. Eso me dio mucha tristeza”, indicó al borde del llanto.
“Nos asustamos mucho”
La mujer explicó que los invasores habrían entrado desde la casa deshabitada del vecino, saltando una tapia. “No sé mucho más que eso. Yo me desperté con el ruido de los animales. Tengo siete perros y son ellos quienes avisan cuando viene alguien. Anoche estaban ladrando muy enojados y luego sucedió lo que sucedió: solo escuché los disparos, no vi nada así que más no puedo contar”, sintetizó Toro. “Nos asustamos mucho”, agregó.
Toro cuestionó que: “cuando vinieron a hacer las pericias sentí impotencia y tristeza por cómo nos trataron. Creo que debían actuar de manera más humana; estaban todos allá -señaló un punto de la casa- y nunca pensaron en la integridad de las personas que estábamos acá, nadie nos asistió después de semejante momento, a pesar de que me agarró un ataque de pánico y que empecé a llorar y a gritar; me descompensé y ellos siguieron como si nada”. Y concluyó diciendo: “me hicieron sentir como si fuera una delincuente. Más allá de que tenían que hacer su trabajo, me parece que nosotros estábamos primero. Me sentí vulnerable”.
Por otra parte, durante el difícil momento de la preparación de un velorio, la familia Salvi prefirió no hacer declaraciones a LA GACETA por el momento.