“En medio de una clase, a una compañera se le ocurrió que iba a ser divertido cortarme el pelo. No fue más que un mechón, pero yo sentí que me sacaron algo más. Algo que ya me venían sacando desde hace un tiempo”, empezó Victoria R. su relato de acoso escolar. Sucedió hace 10 años, pero le dejó marcas que aún trabaja.

“Odié la escuela. Me gustaba aprender pero no lo que me hacían sentir gran parte de mis compañeros. Estudié en un colegio privado con el esfuerzo de mis papás y no por dinero, entonces siempre fui etiquetada como ‘pobre’”, contó. “Me pisaban porque decían que mis zapatos parecían viejos y estaban sucios. En realidad los ensuciaban ellos. Me empujaban en los pasillos y me decían torpe. No me invitaban a sus fiestas, porque no estaba a su ‘nivel’”, agregó la joven que hoy estudia la Licenciatura en Enfermería porque le sacaron la seguridad en sí misma, pero no así sus ganas de ayudar a otros.

En 2013 en la Argentina se sancionó la ley para la Promoción de la Convivencia y el Abordaje de la Conflictividad, bajo el número 26.892, con el objetivo de regular la convivencia en las escuelas y reducir los conflictos en la comunidad educativa. No obstante, el trabajo que debe realizarse aún es arduo y del tema hablaron dos psicólogas y una educadora con LA GACETA, consultadas por el Día Mundial del Bullying que tiene lugar hoy.

Definiciones

“El bullying es un tipo de violencia que se escenifica en el ámbito escolar y ocurre en todos los niveles educativos. Implica la violencia física y psicológica, el hostigamiento, la exclusión y la intimidación, en comportamientos sostenidos en el tiempo”, definió la psicóloga especialista en niños y adolescentes, Celeste Richard. Y agregó: “Así, el menor queda expuesto a situaciones de violencia y abuso de poder de sus pares, lo cual, vulnera su integridad”.

Para la experta, en la actualidad se ve una luz de esperanza por algo fundamental que no siempre ocurrió: se habla más del tema. “Vivimos en un contexto social, histórico y económico en el cual se evidencia un incremento de la violencia en casi todos los ámbitos que implican el encuentro con un otro. La escuela es uno de ellos; -sin embargo- las campañas de concientización generan una posibilidad de registrar algunos de los indicadores que configuran está problemática tan compleja”, señaló.

“Por ejemplo, ahora los niños y adolescentes logran identificar aquello que les sucede y demandan adultos que validen sus emociones y sus discursos”, aseveró.

Cómo se ve el acoso

¿Quiénes hacen bullying tienen alguna característica particular? ¿Y la tienen quienes son sometidos al hostigamiento? Eso se le consultó a Richard, quien respondió: “más allá de las múltiples formas de ejercer este tipo de violencia y las particularidades de cada situación, es necesario tener en cuenta la singularidad de ese niño y adolescente que encuentra la violencia como un recurso para poner en acto cuestiones que remiten a su propia historia”.

“Eso también sucede con quienes están una posición a ser violentado. Ambos (víctima y victimario) de alguna u otra manera, manifiestan un sufrimiento”, consideró la psicóloga. “Así, algunos indicadores a tener en cuenta en un niño que recibe o es violentado sería la negativa a asistir a estos espacios, expresiones de tristeza, una percepción de ser solitario, inseguridad y manifestaciones en lo corporal como enfermedades”, describió.

“Mientras que en quien ejerce o acciona con violencia reiterada, hay que tener en cuenta sus reacciones ante una frustración y que evidencien su dificultad de manejar sus emociones, la no aceptación de lo diferente, agresividad en otros ámbitos y dificultad de interiorizar límites”, abundó.

Mundo on line

Otra voz que se expresó sobre el tema es Camila Santillán, quien se refirió a las barreras que el acoso puede atravesar para perpetrarse.

“Aunque no es exactamente lo mismo, el bullying puede trasladarse al ámbito cibernético, más en la actualidad con el impacto de las redes sociales en la vida de niños y adolescentes. Así el acoso continúa a través de las pantallas, de la virtualidad”, comentó.

Al respecto de todos estos tipos de comportamientos, el rol de los padres se vuelve fundamental. “Hablar con sus hijos de convivencia, de empatía, y fomentar esto con el ejemplo es muy importante”, señaló la especialista.

“Se deben mostrar respeto a las diferencias, respeto por el otro, y no hay que enseñar solo a defenderse, sino a no atacar. Además también es importante comenzar por construir un vínculo amoroso y saludable con nuestros hijos, fomentando su autoestima, su seguridad, su confianza”, recomendó.

Educadora

Karina Orellana es docente y tutora, y para los párrafos finales de este artículo, narró los desafíos que se viven dentro del aula para ayudar a frenar esta problemática y qué herramientas cree que aún faltan.

“Uno siempre está atento a las diferentes situaciones que se generan no solamente en el aula, sino también durante el recreo. Sucede que algunas veces, un caso de bullying en mayor o menor grado afecta el aprendizaje de la víctima y repercute en sus compañeros”, sostuvo.

“Lo primera alarma es la disminución en la participación de las clases. Es un trabajo diario que debemos hacer docentes y preceptores para lograr un ambiente libre de acoso y sobre todo seguro para los alumnos”, añadió Orellana.

“Por eso, creo que uno de los principales desafíos a la hora de terminar con esta problemática, es que aún faltan herramientas y recursos para tratar el tema de una manera más efectiva. El lunes tuvimos una jornada sobre convivencia escolar y creo que esos son espacios enriquecedores tanto para los docentes como para los alumnos, que se deberían fomentar más”, reflexionó.

“Desde las tutorías se necesita trabajar en profundidad sobre este tema proporcionando información clara a los alumnos sobre qué es el acoso, cómo afecta a la persona y a su entorno, y cómo identificarlo. Es importante crear conciencia en el grupo clase y fomentar en el entorno escolar la tolerancia cero hacia este tipo de situaciones”, puntualizó (Producción periodística: Ariane Armas).