Balazos, amenazas, extorsión y drogas. Esos son los ingredientes de un cóctel explosivo que amenaza con destruir el fútbol en la provincia. Se trata de una ya inocultable disputa que va mucho más allá de quién liderará a un grupo para alentar un equipo. Es una pugna por quedarse con los millonarios ingresos que llegan por dominar las tribunas. Generan fondos con la venta de las entradas que reciben de los dirigentes. También suman el dinero que entregan los futbolistas o con la venta de la ropa oficial que “donan” los jugadores. Alquilan las veredas y las calles de las inmediaciones de los estadios a los “choriponeros” y “trapitos”. Los bombos y los instrumentos de viento que utilizan en las tribunas son arrendados a cambio de importantes sumas para que suenen en las fiestas o en las marchas de sindicatos o actos políticos. Son los “concesionarios” de la venta de bebidas en la popular y ahora están bajo sospecha de que, al menos, reciben una comisión por la comercialización de marihuana y cocaína antes, durante y después de un partido. Son tan grandes las ganancias que muchos están dispuestos a dar o quitar la vida para mantener el poder.

Facundo Ale está prófugo después de haber sido denunciado por dos ataques a balazos. El primero de ellos fue contra la casa de un integrante del clan Los Gardelitos, que de a poco están asomándose en las gradas de La Ciudadela. El otro, por haber realizado disparos contra un agente municipal para eludir un control. La Policía sospecha que lo hizo porque en la camioneta en la que se movilizaba habría llevado una importante cantidad de armas, con la que pretendía generar una nueva batalla por el dominio de la popular de calle Rondeau. El joven de 27 años, según las versiones que se manejan, pretende alcanzar el mismo poder que durante décadas tuvieron su padre, Ángel “El Mono” Ale, y su tío fallecido, Rubén “La Chancha” Ale, hasta que se transformaron en dirigentes. El clan Ale siempre expresó su amor incondicional por un club. Sin embargó, en un histórico juicio realizado por la Justicia Federal, quedó comprobado que utilizaron a San Martín para ingresar activos provenientes de la prostitución, de la usura, de los juegos de azar y de la comercialización de drogas.

Para Netflix

Esos dos hechos que involucran a Facundo Ale fueron los únicos que se denunciaron, pero habrían existido varios más. Cuentan en La Ciudadela de un episodio propio de las series de narcos de Netflix. Un referente de la facción más poderosa habría sido llevado a un galpón abandonado junto a su mano derecha. A ambos les pusieron capuchas en la cabeza y los golpearon. Dicen que hasta les dispararon pistolas nueve milímetros muy cerca de los oídos para simular una especie de fusilamiento. Todo porque el veterano líder había decidido ceder el poder de la tribuna a la facción del “Barrio Oeste II”. Entre los integrantes de esa grupo aparecen miembros del clan Los Gardelitos, enemigos históricos de los Ale. El joven Facundo, que desde hace casi cinco años espera ser enjuiciado por una causa de abuso sexual, estaría dispuesto a acabar con ese pacto. Por eso habría amenazado a “Chuky” y a un tal “Cara i’Gota”. Ambos, que aparecen mencionados en causas de narcomenudeo, dejaron de lado sus diferencias barriales para resistir el dominio en las tribunas de La Ciudadela.

Existe un antecedente. La última muerte violenta en el fútbol tucumano se registró cerca del estadio de los “santos”. El 12 de septiembre de 2022, Manuel “Berenjena” López fue asesinado de un disparo en la cabeza en las inmediaciones de La Ciudadela. Sobre este crimen circularon numerosas versiones que dejaron al descubierto la venta de drogas. A la víctima, que pertenecía a la facción “La Peña 9 de Julio” le encontraron en los bolsillos varias dosis de cocaína. Las suficientes para que el fiscal Carlos Sale sospechara que estaba ante un crimen vinculado a la comercialización de drogas en el estadio. Hace menos de un año Claudio Marcelo Roldán fue condenado a 10 años y 8 meses de prisión por esa muerte. El sentenciado es uno de los referentes de “La Banda del Camión”, cuyos integrantes fueron condenados por otros dos crímenes, todos vinculados a cuestiones futbolísticas. A lo largo de casi dos décadas, pese a los graves antecedentes, este grupo sigue poblando La Ciudadela.

Problemas familiares

“La Inimitable” es la facción más poderosa de la barra brava de Atlético. Su primer líder fue un tal “Gordo Sonora”, hasta que fue detenido por una causa de drogas en 1997. Un tal “Alemán” lo secundó hasta que se retiró y pasó a ocupar un puesto en la utilería del club. A partir de allí, el poder lo ejercieron los integrantes del clan Acevedo. Sergio “Chupete”, Walter “Chichilo”, Gustavo “El Gordo” y Julio “El Alemán” Acevedo fueron intercambiándose el liderazgo no en un marco determinado por las ausencias que ocasionaban sus detenciones. El grupo tuvo su pico de gloria en 2008, cuando llegó a colgar una bandera con su nombre en los balcones de la Casa de Gobierno, durante los festejos por el ascenso a Primera. La crisis se produjo cuando varios de sus integrantes fueron detenidos, procesados y condenados por el secuestro de Margarita Toro, sospechada de dirigir una red de narcomenudeo en Villa 9 de Julio. Esa fue una señal de que el clan Toro tenía claras intenciones de quedarse con el poder.

En las tribunas del Monumental se vive una situación paradójica. Como ocurre en las empresas familiares, la barra de Atlético entró en crisis. Los ex líderes comenzaron a recuperar la libertad y empezaron a reclamar el espacio que habían perdido por estar encerrados en un calabozo. “Chupete”, por ejemplo, se quedó con la venta de bebidas en el sector de las populares. Otros, con el ingreso de la venta de entradas y el canon que pagan los ambulantes. La torta resultó chica para tantos comensales y surgieron diferencias entre los hermanos. En Tribunales se está investigando una denuncia por una supuesta agresión.

Atentos

Tanto la Policía como la Justicia están atentos a lo que sucede. En el último partido que jugó San Martín de local hubo un operativo secreto. Personal vestido de civil recorrió las tribunas para evitar enfrentamientos y, a la salida, diagramaron un sistema de control. Esta iniciativa se mantendrá en los próximos encuentros, lo que genera un gasto adicional para el club. Lo mismo ocurre en 25 de Mayo y Chile, aunque con menor intensidad por una simple razón: existiría un endeble pacto de paz entre los integrantes del clan Acevedo.

“No vamos a permitir que estos grupos crezcan. Los tenemos controlados y vamos a seguir haciéndolo, pero no por lo que hagan en el estadio, sino también por las actividades que desarrollaron”, sostuvo una fuente de la Policía. En otras palabras, están buscando motivos para mantenerlos a raya. No están solos, cuentan con el apoyo del Ministerio Público Fiscal, que comenzó a revisar las cuentas que tienen pendientes con la Justicia.

La historia reciente dice que los barrabravas han extendido sus vínculos hacia el mundo de las drogas. Con un ejemplo basta y sobra. Los Monos, el temido clan que maneja el narcomenudeo en Rosario, tuvo la astucia de infiltrarse en los dos grandes de esa ciudad -Newell’s y Rosario Central- para seguir tejiendo la red de actividades ilícitas que despliega en una ciudad que vive aterrorizada por los homicidios, atentados y amenazas. En las tribunas consiguen “mano de obra barata” para llevar adelante sus planes, bautizados por las autoridades como narcoterrorismo. Es un cóctel explosivo que puede explotar en cualquier momento en cualquier provincia. Tucumán no debería ser considerada la excepción.