El ascenso de Milei a la presidencia no puede entenderse sin comprender el contexto previo marcado por el gobierno kirchnerista. En un giro irónico, los seguidores del kirchnerismo terminaron siendo los impulsores involuntarios de la ascensión de Milei y su populismo de derecha. Persistieron en su apoyo a un modelo político que evidenciaba claros signos de ineficacia y corrupción, sin considerar las leyes básicas de la física como la acción y reacción. Durante años, el kirchnerismo gobernó el país con políticas que no sólo mostraron un desconocimiento profundo de la economía, sino que también generaban una creciente insatisfacción en gran parte de la población. La corrupción desmedida, las condenas judiciales a sus líderes, el aumento de la pobreza, la inflación rampante y la alta inseguridad fueron solo algunas de las manifestaciones de su ineptitud. Sin embargo, en lugar de reconocer la necesidad de un cambio de rumbo, los seguidores del kirchnerismo persistieron en su apoyo, ignorando las señales de alerta. Esta falta de autocrítica y la negativa a considerar alternativas llevaron a un efecto inverso: la emergencia de un populismo de derecha representado por Milei. El kirchnerismo, en su ceguera y obstinación, desencadenó un fenómeno político que nunca habría surgido de no ser por su propia existencia. Esto refuerza la idea de que “los extremos se tocan”, evidenciando cómo dos posturas políticas aparentemente opuestas pueden estar más cerca de lo que se piensa. Una izquierda más moderada, capaz de comprender que los problemas económicos no son exclusivos de ninguna ideología, podría haber evitado esta oscilación radical de un extremo al otro en la política argentina.

Jorge Ballario

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