Es difícil que el Club Villa Luján vuelva a lucir como hace unas cuatro décadas atrás. El lleno total que solía producirse gracias al boxeo tiene un montón de cuestiones que atentan. Las internas entre dirigentes, la falta de competencia local, los altos costos, el poco apoyo económico y el marcado proceso de globalización (hoy se puede ver por las redes sociales una pelea en África como así también una en Tucumán) forman parte de la lista que le impiden brillar al estadio de calle Don Bosco 2.257.
Fue fundado el 13 de abril de 1936 en una locación distinta a la actual. Los vecinos de la zona lo armaron primero en Don Bosco 2.100, una cuadra antes de donde está desde 1942. En sus inicios, el fútbol fue la principal actividad con un equipo que participaba en la “Liga Federación Deportiva Tucumana de Fútbol”.
Ramón Rotella llegó al club motivado por el básquet; jugaba en Independiente. Así el fútbol fue desapareciendo y el nuevo deporte se acomodó lo suficiente para ser la actividad central. Al mismo tiempo, Rotella impulsó el boxeo que pronto también subió al primer escalón del podio sosteniendo un liderazgo compartido.
El boxeo otorgaba un marco inigualable a esa zona de la ciudad. Es por ello que generan tanta nostalgia esas épocas pasadas. La vara quedó altísima desde un primer momento: si fue difícil de mantener, será mucho más complejo volver a elevar los estándares.
La gente se quedaba afuera porque el estadio quedaba colmado. Emilio Ale Alí, Carlos Monzón, Horacio Saldaño, por citar algunos nombres, fueron los que más convocaron. Monzón, el mejor boxeador “albiceleste” de todos los tiempos, pasó dos veces por el ring que se montaba en el estadio de calle Don Bosco. Siempre su rival fue Ale Alí que en Luis Federico Thompson, el panameño que se nacionalizó argentino, encontró otro partener para brindar noches emocionantes en Villa Luján.
Después vino Saldaño en pleno apogeo de su boxeo gestado y consolidado en la provincia de la que se fue invicto a combatir en Buenos Aires. “La Pantera” combatió 34 veces antes de salir de los límites tucumanos, una cifra envidiada por cualquier boxeador que sueña con pelear la mayor cantidad de veces ante su gente.
El boxeo tucumano, a falta de estrellas convocantes, entró en un declive generado por cruces dirigenciales que motivaron a Rotella a llevarse el deporte de los puños a otro club. A mediados de los 90, cuando Ramón “Palito” Ortega era gobernador se hicieron peleas mundialistas. La más recordada fue la de Juan Martín “Látigo” Coggi versus el colombiano Eder González.
La considerada segunda plaza más importante a nivel nacional fue escenario de una de las peleas más bochornosas de la historia. El 17 de diciembre de 1993 Coggi en su sexta defensa del título welter junior de la AMB enfrentó a González. En el inicio del segundo round, la zurda de “Látigo” mandó a la lona al colombiano, lo que hacía presagiar una resolución rápida. Sin embargo, el retador pudo levantarse y, cuando Coggi salió a buscar el remate de nocaut, logró asestar un derechazo en el rostro del argentino, que se quedó congelado durante un instante antes de caer desplomado a la lona.
El referí realizó un lento conteo y luego detuvo la pelea para que el campeón se recuperase. En su desesperación, lo primero que atinó a hacer el entrenador Osvaldo Rivero fue pedir la descalificación de González que no se produjo. El entrenador de Coggi llegó a sostenerlo para que no se cayera y a utilizar sus manos para bloquear golpes del colombiano. La pelea continuó y fue cada vez más bochornosa. Los descansos se hicieron más largos que los propios rounds para que Coggi pudiera respirar. Todo eso, sumado a su espíritu de campeón, le permitió a “Látigo” llegar al séptimo asalto, donde ya más recuperado, logró noquear al retador. González quiso seguir, pero al ver el estado en el que se encontraba, desde su esquina decidieron parar el combate.
Con la llegada del nuevo milenio, el gigante empezó a quedarse dormido. Se despertó de vez en cuando con las apariciones de Manuel Pucheta. El apodado “La Bestia” o “El Bombardero del Mercofrut”, con su carisma, equilibraba a la perfección sus rústicas condiciones boxísticas en la categoría de los Pesados. Prendido a esa ola, surgió Héctor Santana que a diferencia del bonachón Pucheta, también conquistaba, pero por su historia: nacido en La Costanera, siempre vapuleada por las drogas, padre de familia solía con un hacha llevar leña para su hogar. La última vez que Villa Luján se despertó a nivel internacional fue con Cecilia Mena. “La Pantera” logró quedarse con un título regional, el Sudamericano pluma plata del Consejo Mundial de Boxeo. Antes ya había hecho historia en el boxeo local al ser la primera tucumana en obtener un título profesional, en este caso, el de la categoría pluma de la Federación Argentina de Boxeo (FAB).
En abril de 2024 también las mujeres hicieron que Villa Luján volviera a tener acción de buen nivel. Hace pocas semanas Lucrecia Manzur se quedó con un título similar al de Mena y esta noche, con Natalia Alderete como representante local, el ring recibirá a la mujer que empezó con el boxeo profesional en el país: Marcela “La Tigresa” Acuña. Otro despertar del gigante que ojalá no se vuelva a dormir o, por lo menos, duerma lo menos posible.