Un adolescente de 14 años ingresó herido por un arma blanca en el hospital Avellaneda el lunes en la noche. La madre del menor lo había trasladado en un vehículo particular.
Tras constatar que el corte no había causado riesgo de muerte, los médicos curaron al herido y lo derivaron al Hospital de Niños para que concluyera con los estudios preventivos.
El adolescente manifestó que había sido herido minutos antes por asaltantes en una parada de colectivos cercana al cementerio del Norte (avenida Juan B. Justo al 2.000). Según su versión, había salido de la escuela y volvía a casa en ómnibus cuando la unidad se descompuso y los pasajeros debieron bajar para esperar el siguiente colectivo. Mientras esperaban unos asaltantes lo habrían herido porque no quería entregar su celular.
El caso no sorprendió a los vecinos, que dicen que la inseguridad es “moneda corriente” en la zona, pero sí les llamó la atención que no hayan visto un ómnibus averiado en los últimos días.
“Es como en todos lados, pasa de todo en la calle, es moneda corriente. Lo que más se ve es como los ladrones derriban a motociclistas para robarles”, indicó la florista Carmen Quispe, que dice que el caso no le sorprendería, pero aclaró que no estaba al tanto de ese hecho. “Desde aquí no se ve la parada de ómnibus, pero es raro que nadie lo haya mencionado”, aclaró. La mujer reconoció que por la avenida suele ver pasar policías, pero que la disuasión parecería no alcanzar. “Lo mismo acá te ‘ramean’ para robarte lo que tengas”, lamentó.
Juana Rosa Ruiz sostuvo que la inseguridad es tan común que hoy la preocupación novedosa del barrio ya es el dengue. Se quejó de una familia vecina que arrojaría residuos líquidos a la calle y de que, a pesar de sus denuncias, nadie tomó cartas en el asunto. “Todos los días tiran baldes con mierda (sic.), primero al mediodía y luego a las 23 salen de nuevo y tiran de nuevo, queda el charco en la esquina de la México (y Juan B.Justo)”, detalló. Sobre los asaltos sintetizó: “todos los días nos enteramos de robos y en las calles internas del barrio es peor”. Ruiz aclaró que no estaba al tanto del ataque que sufrió el estudiante, pero aclaró que, al ser tan grande, hay dos paradas de la Línea 3 en la cuadra del cementerio.
El segundo refugio está en la esquina de Juan B. Justo y El Salvador, pero allí tampoco se enteraron del ataque. Macarena Olea toma el colectivo en esa esquina todos los días para ir a trabajar. “Es peligroso, yo tengo que caminar tres cuadras hasta acá y más de una vez quisieron robarme”, contó. Ni ella ni las demás personas que esperaban el ómnibus habían escuchado sobre el ataque a un adolescente. Maximiliano, que atiende un comercio en esa zona, pidió que se preservara su apellido, pero fue contundente: “yo atiendo por la tarde y no vi nada, salvo que eso que me cuenta haya ocurrido muy tarde y ya haya estado cerrado el local… pero me sorprende”. El joven atendía desde atrás de unas rejas para protegerse. “Así es a toda hora, los comerciantes tenemos que protegernos con lo que podemos”, acotó.
LA GACETA intentó ubicar a la madre del adolescente para contar con su entrevista, pero el domicilio que informaron a las autoridades, en el barrio San Ramón, no tenía una numeración precisa. En la cuadra indicada tres vecinos negaron conocer a la víctima ni a su madre. Tampoco se pudo localizar a los damnificados en los centros asistenciales donde acudieron por la herida del menor, dado que no se requirió una internación y que luego de una curación y del diagnóstico correspondiente madre e hijo pudieron retirarse.