El director técnico de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (Eeaoc), Daniel Ploper, destacó aspectos que se deben conocer para poder actuar contra el “achaparramiento del maíz”, enfermedad que está afectando este cultivo en la Argentina durante la campaña 2023/24
Ploper señaló que esta enfermedad es causada por un complejo de cuatro patógenos, los cuales tienen en común que son transmitidos de plantas enfermas a sanas mediante un insecto del grupo de las chicharritas, cuyo nombre científico es Dalbulus maidis. El vector inyecta los patógenos en el floema de las plantas.
En este complejo patogénico predomina un espiroplasma (Spiroplasma kunkelii), una bacteria sin pared celular. Otros componentes del complejo que pueden estar presentes son un fitoplasma (Maize bushy stunt phytoplasma, MBSP) y dos virus: del rayado fino (MRFV) y Maize striate mosaic (MSMV).
Como estos patógenos se pueden presentar en forma conjunta, resulta difícil identificar cuál de ellos está presente sin recurrir a pruebas de laboratorio (serológicas o moleculares).
El especialista dijo que esta enfermedad aumentó debido a un aspecto clave: el incremento y la dispersión del insecto vector que ya está presente desde el norte del país hasta Río Negro y Chubut.
Este vector es monófago, ya que solo se alimenta del maíz. “Puede ocasionalmente ser encontrado sobre otros cultivos, aunque no alimentándose de estos”, dijo.
Ploper indicó que muchas razones podrían explicar el aumento de las poblaciones de la chicharrita. Entre las más importantes, destacó las consecuencias del fenómeno de la “Niña”, con altas temperaturas y severas sequías, que provocaron abandono de muchos cultivos de maíz, y el aumento de plantas guachas de maíz en otros cultivos. “También inviernos benignos y la posible adaptación de las poblaciones del insecto a temperaturas más elevadas. Y se debe mencionar la existencia de maíces en diferentes fechas de siembra, lo que da un ‘puente verde’, al igual que la presencia de zonas de producción de semilla y de choclo”, dijo.
Entre las medidas a tomar para manejar la enfermedad, el especialista destacó la siembra de híbridos con mejor comportamiento a la enfermedad. “Hasta el presente, no se han identificado híbridos con resistencia, pero las evaluaciones a campo muestran comportamientos diferenciales de los materiales, por lo que habrá que elegir los menos susceptibles”, aconsejó.
Debido a que resulta fundamental proteger las etapas iniciales del cultivo, para evitar las infecciones tempranas, una herramienta clave es el uso de insecticidas curasemillas. “Sin embargo, experiencias de la Eeaoc mostraron que, a las dosis recomendadas en la Argentina, la eficacia de estos tratamientos es menor que la que se obtiene con las dosis usadas en Brasil -que son hasta el doble, dependiendo del producto-. Algo similar ocurre con los tratamientos de insecticidas al follaje, para los cuales en el vecino país utilizan mayores dosis”, indicó. Añadió que las experiencias de la Eeaoc mostraron un control diferencial según la incidencia del insecto, observándose una baja performance de control de los tratamientos foliares en situaciones de alta presión de la plaga.
“Una práctica cultural a implementar es la eliminación de las plantas guachas de maíz. Su erradicación contribuirá a disminuir la presión de la enfermedad; en especial durante las primeras fechas de siembra”, puntualizó.
Ploper dijo que la enfermedad aumentó mucho y hay causado daños en esta campaña en maíces del norte y centro del país. “En Tucumán hay sembradas en esta campaña más de 80.000 hectáreas; aproximadamente la mitad muestra daños con diferentes grados de severidad. Y en el sur de la provincia hay lotes con 100% de pérdidas”, remarcó.
Añadió que en el centro del país, en provincias como Santiago del Estero, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos hay numerosos lotes con pérdidas notables, muchos de los cuales ya han sido abandonados o destinados a forraje. “Debido a ello las estimaciones de diferentes organismos están a la baja”, explicó.
Finalmente, Ploper consideró importante realizar las técnicas de monitoreo de incidencia y severidad de la enfermedad, ya que se trata de herramientas estratégicas en las detecciones tempranas. “Para ello se utilizan trampas cromáticas adhesivas y la pintura de polímero amarilla; ambas son efectivas para el monitoreo de adultos de Dalbulus maidis. Y existe un protocolo de monitoreo de la chicharrita tomando un determinado número de puntos por lote distribuidos al azar”, contó.