Irene Benito

Para LA GACETA

RÍO GALLEGOS, Santa Cruz.-El segundo sábado de cada mes, el aeropuerto de Río Gallegos se convierte en sede de argentinos fascinados por las Malvinas. Conforme se acerca la hora de abordar el único avión comercial con destino al archipiélago que hace escala en el país, resulta más claro identificar las razones de esas ilusiones. Las conversaciones de la sala de embarque son reveladoras: mientras algunos viajeros cargan con un corazón roto por la Guerra de 1982, que procuran reparar, otros exhiben un corazón entero e hinchado, que parece a punto de estallar. A este último grupo pertenece Flavia Porto, profesora y licenciada en Letras de Luján (provincia de Buenos Aires), y una de las promotoras del proyecto “Pensar Malvinas”.

La fascinación de Porto por el archipiélago se nutre de la pasión por la historia; de la admiración por los caídos y los ex combatientes de la Guerra, y del amor por Marcelo Sánchez, un veterano de 1982 y dirigente peronista de Luján fallecido hace casi tres años como consecuencia del coronavirus. Unos minutos de conversación en el aeropuerto bastan para corroborar que, para Porto, “la causa de Malvinas” y la memoria de Sánchez, que era concejal del Frente de Todos al momento de su muerte, son la misma cosa. Y esa fusión pareciera elevarla hacia un estado de gracia: ella dice que está viajando a las Islas para hacer el duelo de Sánchez y para conocer aquel lugar en el que piensa en forma cotidiana, pero no luce triste, sino iluminada por los planes pergeñados.

REGISTROS DEL 82. Porto lleva las imágenes de la Guerra. Recorrió los lugares que aparecen en las fotos.

“Traigo la mitad de una medalla que arrojaré al Mar Argentino para que se junte con la que había dejado en su momento mi compañero (Marcelo Sánchez). Esta acción forma parte del duelo que estoy haciendo. Creo que es mi sueño mayor. Hace muchos años que quería ir a las Malvinas. Quería conocer lo que enseño y sentirme más argentina que nunca, y creo que lo vamos a lograr”, comenta a LA GACETA. Es otra de las conversaciones sostenidas al comienzo de un viaje de prensa de cinco países de Sudamérica organizado por el Gobierno de las Islas Falkland (FIG por sus siglas en inglés). Porto es una militante de la idea de conseguir “la soberanía plena” sin las armas, pero, por lo pronto, le interesa que el tema no sea reducido a una efemérides.

“Doy clase a docentes, es decir, formo a maestros. Y, desde 2012, me dedico a enseñar ‘la causa de Malvinas’ en diferentes áreas. Con mi colega Carolina Tarda tenemos el proyecto que se llama ‘Pensar Malvinas’: por él me acerqué al Centro de Veteranos de la Guerra de Luján y comencé a relacionarme con los protagonistas vivientes del tema, en especial con los de la clase popular y baja”, refiere Porto. Se trata de soldados que poseían entre 18 y 19 años, y que, mientras cumplían el servicio militar obligatorio, fueron al combate por una orden de la entonces Dictadura encabezada por Loepoldo Galtieri. “Hay que recordar que, en aquel momento, la población civil masculina hacía ‘la colimba’ y pasaba a formar parte de ese servicio castrense”, apunta Porto. Era la situación de Sánchez, quien llegó a Malvinas el 23 de abril de 1982 con el Regimiento de Infantería Mecanizado 6 y permaneció en la línea de defensa ubicada en las afueras de Puerto Argentino/Stanley.

Dedos como mástiles

Lo cierto es que la interacción con los veteranos lujanenses implicó un vuelco para la vida profesional y personal de Porto. Con Sánchez, que fue presidente del grupo de ex combatientes de su ciudad, y que había ocupado diferentes funciones públicas relacionadas con el reconocimiento de los sobrevivientes y de los caídos del conflicto con el Reino Unido, entablaron un vínculo afectivo que, según Porto, incluye la lucha compartida por la memoria de Malvinas y por una visión de futuro que contenga al archipiélago. “Teníamos como meta y propósito viajar juntos a las Islas. Es algo que no pudimos cumplir, pero yo lo estoy haciendo. Quiero conocer este territorio que forma parte de nuestra patria”, dice.

PLACA. De los Veteranos de Guerra de Luján para el cementerio de Darwin.

El 12 de marzo, Porto publicó una historia en su cuenta de Instagram donde aparece en cuclillas con una bandera con el mapa del archipiélago y el nombre de su ex soldado amado. Abajo escribió la siguiente leyenda: “vine a las Islas Malvinas a buscarte a vos. Encontré tu posición y trinchera. Mi homenaje a tu amor y heroísmo. Marcelo Gustavo Sánchez presente ahora y siempre en la patria y en mi alma”. Tres días antes, el 9 de marzo de 2024, la profesora había puesto por primera vez los pies en esa tierra tantas veces pensada. Un testimonio de ese aterrizaje es la placa blanca con letras negras dejada por el Centro de Veteranos de Guerra de Luján en el Cementerio Argentino de Darwin.

Con una cámara Nikon sujetada con firmeza en la mano derecha y horas antes de que aquellos acontecimientos isleños se desencadenen, Porto explica que, además de cumplir la meta que se había trazado con Sánchez, viajaba a las Islas para sacar fotografías y hacer un registro de los veteranos que se trasladan con ella. “Por supuesto que rendiré un homenaje personal a los caídos, en particular, al padre de unas amigas, que se llama Enrique Hüdepohl, que también es oriundo de Luján”, agrega. Y precisa que Hüdepohl falleció como consecuencia de la explosión del buque “Isla de los Estados”: sus restos identificados descansan en el sepulcro de Darwin. “Llevo algo para él (la tumba de Hüdepohl)”, anticipa Porto, cuyas uñas pintadas de negro exhiben pabellones minúsculos: el esmalte blanquiceleste ondea al compás de dedos que emulan a los mástiles.

POSTEO. La publicación que realizó Porto en Instagram, desde las Islas.

¿Por qué “Pensar Malvinas”? Porto detalla que el suyo no es un espacio para revivir el conflicto bélico de hace 42 años, sino para evocar la lucha por la búsqueda de la soberanía completa del país. “Eso requiere enseñar la geopolítica y los conflictos que enfrentó la Argentina desde mucho antes de 1982. Estas Islas fueron tomadas y usurpadas por españoles, por franceses y por portugueses… Y así nos vamos corriendo al siglo XVI. Entonces, vemos que el problema es muy antiguo y muy actual”, afirma. A continuación observa que las Malvinas son un sitio estratégico no sólo por su ubicación geográfica, sino también desde el punto de vista de la tensión global por el agua dulce, y por el uso y aprovechamiento de los recursos naturales renovables y no renovables.

“Pensamos Malvinas para honrar a nuestros héroes y el esfuerzo de nuestros caídos, pero, también, para recordarnos que debemos pelear, por medios pacíficos y del derecho internacional, a los fines de conseguir una soberanía plena. Esto debe ser un anhelo y un trabajo diario”, manifiesta Porto. E insta a salirse de la lógica que encasilló a Malvinas en el recuerdo del 2 de abril (feriado por la fecha de inicio de la Guerra). Para esta profesora de profesores fascinada por las Islas, su conmemoración supone un ejercicio que hay que practicar los 365 días del año.