ANTOLOGÍA

CIEN POEMAS ESCOGIDOS

GIUSEPPE UNGARETTI

(Argonauta – Buenos Aires)

Cuando Rodolfo Alonso en 1962 publicó la primera edición de Cien poemas escogidos de Giuseppe Ungaretti no sospechaba que 40 años después publicaría una segunda edición y que llegados a casi un cuarto del siglo XXI, los lectores seguirían frecuentando con fruición los versos del poeta italiano, maestro de la síntesis y de la potencia sugeridora de la palabra.

Ungaretti escribía en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial y en este sentido afirma: “Imprevistamente la guerra me revela el lenguaje. Yo debía decir rápidamente porque el tiempo podía faltar y en el modo más trágico… lo que sentía y por lo tanto, lo debía decir con pocas palabras, lo debía decir con palabras que tuvieran una extraordinaria intensidad de significado.”

Los cien poemas elegidos corresponden a La alegría, Sentimiento del tiempo, Poemas dispersos, El dolor, La tierra prometida, Un grito y paisajes y El cuaderno del viejo. Se trata de poemas intensos y breves que apuntan a lo esencial. En “Eterno” expresa: Entre la flor que tomo y la que doy/ la inexpresable nada.

Afloran en sus primeros libros la soledad, la incertidumbre, el dolor ante la muerte y la muerte que acecha, la búsqueda de la palabra, el aferrarse a la vida, el amor.

La poesía de Ungaretti nos interpela y sobrecoge. La fragilidad de la vida queda impresa en el poema “Soldados”: Se está como/en otoño/ las hojas/ en los árboles. Poesía despojada, que evita la puntuación y deja al lector profundamente estremecido.

En “Contrito” deja traslucir la dualidad de la condición humana: Con mi hambre de lobo/ amaino/ mi cuerpo de oveja / soy como la mísera barca y como el océano libidinoso.

Asor Rosa, gran estudioso de la literatura italiana, reconoce que Ungaretti a lo largo de su producción poética va refinando su capacidad de “forjador de la palabra única, de la imagen fusionada a las otras por la fuerza de una evocación misteriosa”.

Nacido en Alejandría de Egipto el 8 de febrero de 1888, realizó sus primeros estudios en Egipto. Es por ello que a veces aflora en su poesía el Nilo vinculado a bellas morenas y a la fugacidad de la vida.

Los poemas dejan traslucir el dolor y la precariedad de vivir, la pérdida, la vigilia de un compañero muerto, la voz humana como certeza en la noche; “soy un hombre herido” nos dice y recurre a imágenes de náufragos sobrevivientes para expresar el sentimiento colectivo de quienes vivieron durante ese período bélico.

Interrogado sobre la norma y las transgresiones por Pier Paolo Pasolini en el documental Comizi d’Amore, Giuseppe Ungaretti se define como poeta y por lo tanto transgresor de las normas para escribir poesía.

En “Estoy enfermo” (Poemas dispersos, 1945) dice: La melancolía/ me consume // El cuerpo desangrado/ me desangra/ la poesía.

Rodolfo Alonso se sentía particularmente unido a Ungaretti a través de la búsqueda de la palabra esencial. Como traductor abordó también la obra de otros escritores italianos, tales como Cesare Pavese, Eugenio Montale y Pasolini.

La poesía, dice Ungaretti, es poesía cuando conlleva un secreto y como lectores sentimos el placer de develarlo.

© LA GACETA

Elena V. Acevedo